Por César Hildebrant
La derecha cavernaria |
Si usted quiere, como querían los marxistas, agudizar las contradicciones del Perú y tensar sus conflictos hasta las cercanías del drama, sea coherente: vote por el estadounidense PPK.
Con ello garantizará que el convenio 169 de la OIT sea burlado, que el gas de Camisea no se le venda a los peruanos sino a mexicanos y chilenos (porque eso le conviene a los empleados de PPK), que lo que queda del Perú sea rematado (incluyendo el agua potable y el Muelle Norte) y que, por último, nos convirtamos, frente a Washington, en una versión todavía más agachada que la del rampante Alvaro Uribe. PPK no es peruano. Eso está muy bien. Henry Ford tampoco lo era. Ni Teddy Roosevelt. Pero ni Ford ni Roosevelt postularon a la presidencia del Perú. PPK es un lobista sin escrúpulos, un rudo hombre de negocios que juega a ganador y que ya a obtenido bastante mezclando promiscuamente, desde sus posiciones de ministro y asesor de varios regímenes y de muchas empresas extranjeras, lo público y lo privado.
Es más: yo no sé si PPK es un estadounidense de veras. Lo que sí sé es que es un cosmopolita del billete. Si mañana hubiese guerra entre EEUU y China, PPK se refugiaría en el la sede del Banco Mundial. O en algún guarique centroamericano del FMI. O en el consulado polaco de New York. Porque PPK no es el tío Sam. ¡Es papá Jhons!
Y no necesito decir cuánto demoraría PPK en asilarse en la embajada de los EEUU en Lima si el Perú entrase en conflicto con algún país vecino. No está prohibido una omnívora piraña internacional. Lo que sí es de muy mal gusto es que alguien que no cree sino en el dinero nos venga a hablar de políticas de estado y de justicia social.
Los chicos de las clases A/B no es que le hayan creído. Es que son tan anarquistas, tan nihilistas, tan computacionales y tan metaleros que no les importa que un extranjero voraz disfrazado de flautista los gobierne. Total, si muchos de sus padres se arrodillaron ante un ciudadano japonés ¿por qué no PPK? Total, si el Perú sigue siendo una mina, una encomienda, un burdelito, un denuncio, un bosque por talar, unas montañas de oro que entregarle a los de afuera, ¿no es coherente votar por un exitosísimo despatriado con más de un pasaporte? ¿No es acaso PPK el hombre sin atributos morales que el cine ha hecho héroe y la tele paradigma? ¿No es bacán ser un Michael Douglas en Wall Street?
EL problema es que una hipotética elección de PPK nos volverá a ese derechismo pradista que incubó el violentismo de los 60, el golpe izquierdista de los 70, la locura senderista de los 80-
No es la primera vez que el mundo conoce de un periodo de bonanza. Entre 1950 y 1975 hubo, en líneas generales, una altísima tasa de crecimiento. Y el Perú no fue ajeno a este ciclo. El asunto es que ese cuarto de siglo no fue aprovechado para construir las bases de un Estado moderno y de una sociedad menos desequilibrada. Hoy no pasa lo mismo. La prosperidad ha pasado como un bólido delante de las narices de millones de peruanos. Durante este corrupto segundo gobierno de Garcia, por ejemplo, ha ocurrido lo siguiente:
1.- La participación de las remuneraciones en el Producto Bruto Interno bajó del 23,1% en el 2006 a 20,9% en el 2010.
1.- El ingreso per cápita – ese espejismo – aumentó en 24,4% pero los salarios reales bajaron 6%
Feliz Jiménez nos ha recordado que el 77% de la Población Económicamente activa está en servicios y comercio con sueldos promediales de 650 soles y muy escasa productividad. Y nos ha subrayado que entre 2006 y el 2010, mientras los Garcia y los Cornejo se llenaban los bolsillos por segunda vez, salieron del país, con utilidades de las inversiones extranjeras, 37,000 millones de dólares, ¿Y cuanto entró de recursos externos en ese mismo periodo? Pues diez mil millones de dólares menos de lo que se fue.
Para terminar de persuadirnos, Jiménez se vale de esta pedagógica comparación: en el 2010 se expatriaron, como utilidades del capital foráneo, 8,900 millones de dólares es decir 25 mil millones de soles, monto superior a los ingresos anuales de todos los pobres del Perú, los mismos que llegan a los 21 mil millones de soles.
Garcia dice que crecemos. El problema es cómo. Durante el régimen que terminará este julio las exportaciones reales han aumentado 3,8% al año. Las importaciones, en cambio, han crecido a un ritmo anual de 16,6%. ¿No era que somos una virtual potencia agroexportadora? No. No era así.
Hace un tiempo, invitado por la universidad Católica, vino el economista estadounidense Dani Rodrick, profesor asociado a Harvard a través de la escuela John Kennedy. Rodrick se encargó de recordarnos que no hay crecimiento veraz y sostenido –es decir, desarrollo- si no hay proceso sin pausa de incremento de la productividad, crecimiento de la demanda interna e industrialización.
Eso supone aquello que aterroriza a los neanderthal del liberalismo que han monopolizado la agenda política peruana: concentración entre el Estado y los privados y, en algunos casos sí, no se horroricen: planificación. Como en Corea del Sur o Singapur.
Con ello garantizará que el convenio 169 de la OIT sea burlado, que el gas de Camisea no se le venda a los peruanos sino a mexicanos y chilenos (porque eso le conviene a los empleados de PPK), que lo que queda del Perú sea rematado (incluyendo el agua potable y el Muelle Norte) y que, por último, nos convirtamos, frente a Washington, en una versión todavía más agachada que la del rampante Alvaro Uribe. PPK no es peruano. Eso está muy bien. Henry Ford tampoco lo era. Ni Teddy Roosevelt. Pero ni Ford ni Roosevelt postularon a la presidencia del Perú. PPK es un lobista sin escrúpulos, un rudo hombre de negocios que juega a ganador y que ya a obtenido bastante mezclando promiscuamente, desde sus posiciones de ministro y asesor de varios regímenes y de muchas empresas extranjeras, lo público y lo privado.
Es más: yo no sé si PPK es un estadounidense de veras. Lo que sí sé es que es un cosmopolita del billete. Si mañana hubiese guerra entre EEUU y China, PPK se refugiaría en el la sede del Banco Mundial. O en algún guarique centroamericano del FMI. O en el consulado polaco de New York. Porque PPK no es el tío Sam. ¡Es papá Jhons!
Y no necesito decir cuánto demoraría PPK en asilarse en la embajada de los EEUU en Lima si el Perú entrase en conflicto con algún país vecino. No está prohibido una omnívora piraña internacional. Lo que sí es de muy mal gusto es que alguien que no cree sino en el dinero nos venga a hablar de políticas de estado y de justicia social.
Los chicos de las clases A/B no es que le hayan creído. Es que son tan anarquistas, tan nihilistas, tan computacionales y tan metaleros que no les importa que un extranjero voraz disfrazado de flautista los gobierne. Total, si muchos de sus padres se arrodillaron ante un ciudadano japonés ¿por qué no PPK? Total, si el Perú sigue siendo una mina, una encomienda, un burdelito, un denuncio, un bosque por talar, unas montañas de oro que entregarle a los de afuera, ¿no es coherente votar por un exitosísimo despatriado con más de un pasaporte? ¿No es acaso PPK el hombre sin atributos morales que el cine ha hecho héroe y la tele paradigma? ¿No es bacán ser un Michael Douglas en Wall Street?
EL problema es que una hipotética elección de PPK nos volverá a ese derechismo pradista que incubó el violentismo de los 60, el golpe izquierdista de los 70, la locura senderista de los 80-
No es la primera vez que el mundo conoce de un periodo de bonanza. Entre 1950 y 1975 hubo, en líneas generales, una altísima tasa de crecimiento. Y el Perú no fue ajeno a este ciclo. El asunto es que ese cuarto de siglo no fue aprovechado para construir las bases de un Estado moderno y de una sociedad menos desequilibrada. Hoy no pasa lo mismo. La prosperidad ha pasado como un bólido delante de las narices de millones de peruanos. Durante este corrupto segundo gobierno de Garcia, por ejemplo, ha ocurrido lo siguiente:
1.- La participación de las remuneraciones en el Producto Bruto Interno bajó del 23,1% en el 2006 a 20,9% en el 2010.
1.- El ingreso per cápita – ese espejismo – aumentó en 24,4% pero los salarios reales bajaron 6%
Feliz Jiménez nos ha recordado que el 77% de la Población Económicamente activa está en servicios y comercio con sueldos promediales de 650 soles y muy escasa productividad. Y nos ha subrayado que entre 2006 y el 2010, mientras los Garcia y los Cornejo se llenaban los bolsillos por segunda vez, salieron del país, con utilidades de las inversiones extranjeras, 37,000 millones de dólares, ¿Y cuanto entró de recursos externos en ese mismo periodo? Pues diez mil millones de dólares menos de lo que se fue.
Para terminar de persuadirnos, Jiménez se vale de esta pedagógica comparación: en el 2010 se expatriaron, como utilidades del capital foráneo, 8,900 millones de dólares es decir 25 mil millones de soles, monto superior a los ingresos anuales de todos los pobres del Perú, los mismos que llegan a los 21 mil millones de soles.
Garcia dice que crecemos. El problema es cómo. Durante el régimen que terminará este julio las exportaciones reales han aumentado 3,8% al año. Las importaciones, en cambio, han crecido a un ritmo anual de 16,6%. ¿No era que somos una virtual potencia agroexportadora? No. No era así.
Hace un tiempo, invitado por la universidad Católica, vino el economista estadounidense Dani Rodrick, profesor asociado a Harvard a través de la escuela John Kennedy. Rodrick se encargó de recordarnos que no hay crecimiento veraz y sostenido –es decir, desarrollo- si no hay proceso sin pausa de incremento de la productividad, crecimiento de la demanda interna e industrialización.
Eso supone aquello que aterroriza a los neanderthal del liberalismo que han monopolizado la agenda política peruana: concentración entre el Estado y los privados y, en algunos casos sí, no se horroricen: planificación. Como en Corea del Sur o Singapur.
Fuente: Semanario Hildebrant en sus trece, viernes 25 de marzo 2011.
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