Por Raúl Prada Alcoreza
Rebelión
Rebelión
Dedicado a Carla Roca Ortiz, por
sus diáfanos y transparentes escritos, como el agua desprendida de los
nevados, agua que recorren meandros, hasta desembocar en el océano inmenso,
conector de mundos.
|
¿Qué es la poesía? No se puede eludir
esta pregunta, tantas veces inquirida. Sobre todo arremete con demoledora
fuerza, después de leer a Cesar Vallejo. Cuando estamos cerca de él, mas bien,
de sus poemas, estamos ante el acontecimiento de la palabra, ante el nacimiento
desgarrador de la palabra; que se lleva pedazos de carne en su estallido, en su
volcánica emergencia. La palabra hace al mundo, empero emerge adentro, en la
intimidad más íntima, en el devenir vida, en las dinámicas moleculares de la
vida. La palabra, no tanto como lenguaje, no tanto como sentido, sino como
experiencia intensa, como recorrido de sensaciones, mezclándose con imágenes,
también pensamientos. La poesía pertenece a esta experiencia de la palabra
esculpida, de la palabra entrelazada con espesores corporales.
Por
eso la filosofía teme a la poesía, pues la filosofía es el olvido de esta
experiencia corporal. La filosofía es el discurso de la palabra vaciada de
espesores, vaciada de las mezclas iniciales. El discurso filosófico es de la
palabra enunciada en su pureza, pulida de asperezas, vaciada de espesores,
diríamos de órganos. Es una palabra que pretende valer por sí misma, como si
hubiera nacido de un soplo. Nada menos cierto, la palabra, como los y las que
emiten palabras, las hacen sonar, nacen del vientre. Las palabras son cuerpo.
La poesía es esta memoria del cuerpo.
Vallejo
es planamente eso, poeta, alguien que se aferra al cuerpo. Se niega a perderse
en ese viaje imaginario hacia el mundo poblado de fantasmas. De palabras cuyo
único cuerpo es el de la fonación, también de la grafía, cuyo valor es el significado,
que pretende tener vida propia. Vallejo muestra el cuerpo carnoso de las
palabras, muestra las venas y las aterías de las palabras. Muestra las
densidades vivas, los pedazos y fragmentos del acontecimiento, compuesto por
dramas y alegrías, compuesto de singularidades, de utensilios, vestimenta,
elementos de la vajilla, la cuchara, acompañando a lágrimas y sufrimientos,
pero también actos heroicos y amores inmensos.
En
el tercer poema de España, aparta de mí este Cáliz, Cesar
Vallejo, escribe:
Solía
escribir con su dedo grande en el aire:
«¡Viban
los compañeros! Pedro Rojas»,
de
Miranda de Ebro, padre y hombre,
marido
y hombre, ferroviario y hombre,
padre
y más hombre, Pedro y sus dos muertes.
La
humanidad de Vallejo tiene que ver con sus órganos, con su cuerpo, con sus
circulaciones, con sus percepciones, con sus catarsis, sus enfermedades, sus
estados de salud y de alegría. El humanismo de Vallejo tiene que ver con las
cosas que usan los humanos, vajillas, cuchara, ropa, color de la ropa; tiene
que ver con los alimentos, el pan, las bebidas, el vino, sus sufrimientos, sus
emociones, sus pensamientos. Es un humanismo comprometido, comunista, un
humanismo de combate. De los más íntegros poemas, interpeladores y
conmocionados, se encuentran los de España aparta de mí este cáliz.
En el tercer poema, se rinde homenaje a Pedro Rojas, de Miranda de Ebro, padre
y hombre, también marido y hombre, así como ferroviario y hombre. Pedro Rojas
muere dos veces, lo matan dos veces.
Papel
de viento, lo han matado: ¡pasa!
Pluma
de carne, lo han matado: ¡pasa!
¡Avisa
a todos compañeros pronto!
Palo
en el que han colgado su madero,
lo
han matado;
¡lo
han matado al pie de su dedo grande!
¡Han
matado, a la vez, a Pedro, a Rojas!
Han
matado a la vez a Pedro, a Rojas. Lo han matado al pie de su enunciado escrito
con su dedo grande en el aire. Hay que avisar a los compañeros, pronto,
inmediatamente, en la inmediatez más próxima al momento intenso del dolor. Usar
la pluma de carne, usar al viento como papel, donde se inscriba la mala
noticia, la denuncia. Son poemas de angustia y de coraje, profundamente
humanos, al punto que se hunde en la animalidad humana, corporal, sanguínea,
expuesta a la muerte. Ha muerto Pedro; por eso mismo, viban los
compañeros, con esa b de buitre en las entrañas de Pedro. La
escritura es corporal, no sólo onomatopeya, sino hecha con partes del cuerpo,
con la b de buitre, que come las entrañas de Pedro. Vallejo va
más allá de Nietzsche, no solo escribe con sangre y a martillazos, sino con
todo el cuerpo, con la mecánica del cuerpo, con sus órganos rechinando como
engranajes. Escribe con los flujos deseantes, con los estallidos pasionales,
con las depresiones agobiantes, con el amor a los detalles y a los sucesos
sencillos. La escritura de Vallejo, ya lo dijimos, es una escritura de combate.
¡Vivan
los compañeros
a
la cabecera de su aire escrito!
¡Vivan
con esta b del buitre en las entrañas
de
Pedro
y
de Rojas, del héroe y del mártir!
La
combinación entre lo cotidiano y la experiencia de la irrupción, de la crisis,
de la remoción, del enfrentamiento y de las luchas, es un arte de Vallejo.
Podríamos hablar de la “dialéctica” poética de lo insólito y lo cotidiano,
donde lo insólito reaparece en lo cotidiano, donde lo cotidiano reaparece en lo
insólito. Una vez muerto, su cuerpo aflora como un gran cuerpo para el alma del
mundo. Es decir, una desmesura de cuerpo, un excedente corporal, en relación al
alma del mundo. Hay más cuerpo de Pedro que alma en el mundo. Además, cuando
registran a Pedro encuentran en su chaqueta una cuchara muerta. La cuchara está
muerta por que Pedro ya no la usará más; por eso, el utensilio también muere.
No hay uso por parte de Pedro. La vinculación de Pedro con la cuchara se da en
la vida cotidiana, pues Pedro también solía comer, entre las criaturas de su
carne, fuera de luchar, arriesgando la vida.
Registrándole,
muerto, sorprendiéronle
en
su cuerpo un gran cuerpo, para
el
alma del mundo,
y
en la chaqueta una cuchara muerta. .
Pedro
también solía comer
entre
las criaturas de su carne, asear, pintar
la
mesa y vivir dulcemente
en
representación de todo el mundo.
Otro
tópico recurrente en Vallejo es el mundo y otro tema son las representaciones.
El mundo es el mundo de las sensaciones, no de las cosas; las sensaciones que
se tienen de las cosas, de los actos humanos. El mundo es percepción, como
diría Merleau-Ponty. Lo que hace alguien, como Pedro Rojas, lo hace en
representación de todo el mundo. No como representante, sino como singularidad,
como pronunciación única, como vivencia propia. Lo que cada quién hace lo hace
como acto único, irrepetible, pero al mismo tiempo, como si fuese acto de
todos. Es la representación de la fraternidad, por mediación de la solidaridad
humana, con cada quien, con cada animal humano, que sufre y se peina.
Mundo
también de las relaciones, de las relaciones de los humanos con las cosas; de
Pedro con su cuchara. Cuchara simbólica. Cuchara que sustituye en metonimia a
todos los utensilios del mundo. Cuchara que expresa una inclinación doméstica
de todos los Pedros del mundo. Cuchara, producto del trabajo humano, cuchara
asumida en el consumo humano. Cuchara humanizada con la ternura de Pedro al
guardarla en su chaqueta, tanto cuanto estaba despierto, tanto cuando dormía.
Y
esta cuchara anduvo en su chaqueta,
despierto
o bien cuando dormía, siempre,
cuchara
muerta viva, ella y sus símbolos.
La
figura de la muerte también acompaña la poesía de Vallejo. Desde los
Heraldos negros hasta España aparta de mí este cáliz, la
muerte es una acompañante de la vida, las formas de morir acompañan a las
formas de vivir. Hay una obsesión de los hombres con la muerte, quizás en las
mujeres sea de otra manera; los hombres matan, dan muerte. Quitar la vida es la
atribución más descomunal del poder. Es obligar a morir.
Lo
han matado, obligándole a morir
a
Pedro, a Rojas, al obrero, al hombre, a aquél
que
nació muy niñín, mirando al cielo,
y
que luego creció, se puso rojo
y
luchó con sus células, sus nos, sus todavías, sus hambres, sus
[pedazos.
Al
matar a Pedro, han matado a muchos, no sólo a Rojas, al obrero, al hombre, no
sólo a aquél que nació muy niño, sino también a todos los que habitamos en
Pedro, como imágenes de la plural humanidad. Han matado en nosotros al Pedro
que habita en nuestro interior, han matado un poco de lo nuestro. La violencia
es despiadada e indiferente, no tiene miramientos. Al desatarse, al descargar
su fuerza en los cuerpos, arremete sin piedad, arranca lo que encuentra,
destroza lo que halla a su paso, se lleva al abismo todo lo que toca, la
materia y sus virtualidades.
La
poesía hurga en el drama, nace de sus heridas, convierte el dolor en un sublime
cuadro, donde lo humano se encuentra con sus propios umbrales y horizontes.
Donde los gestos, los perfiles, las figuras, donde los cuerpos, expresan
decididamente el reclamo más angustiado y desprenden la pregunta más
desesperanzada: ¿qué sentido tiene la vida? ¿Qué sentido tiene morir?
Lo
han matado suavemente
entre
el cabello de su mujer, la Juana Vásquez,
a
la hora del fuego, al año del balazo
y
cuando andaba cerca ya de todo
La
poesía, a diferencia de la filosofía, sabe que no hay respuestas a estas
preguntas. En cambio la filosofía se embarca en una tarea sin fin por
responderlas, creyendo que la respuesta se encuentra en el esclarecimiento de
las condiciones de la pregunta o en mejorar el alcance de la deducción.
Tormento de Sísifo. La poesía no busca responder lo que no tiene respuesta; lo
que hace es pintar la escena con los colores de las metáforas, con la pronunciación
de las palabras. Lo que hace es dibujar los límites de lo imposible, mostrando
su agotamiento, en el instante infinito del drama.
Pedro
Rojas, así, después de muerto,
se
levantó, besó su catafalco ensangrentado,
lloró
por España .
y
volvió a escribir con el dedo en el aire:
«¡Viban
los compañeros! Pedro Rojas».
Su
cadáver estaba lleno de mundo.
La
poesía ocasiona combinaciones de figuras asombrosas. Un cadáver lleno de mundo
es una de esas figuras. ¿Cómo puede un cadáver estar lleno de mundo? El cadáver
no tiene vida y el mundo es la esfera viva de las percepciones y las
experiencias. El cadáver forma parte del mundo, es parte de los acontecimientos
del mundo, en este caso dramáticos; al darse lugar esta muerte en el mundo, al
quedar sin vida el cadáver en el mundo, el mundo se aposenta en el cadáver,
para contemplarlo, también para acariciarlo, así como también para morir el
mundo en las heridas abiertas de Pedro. El mundo es experiencia y percepción;
el mundo es precisamente eso, el acontecimiento. En este caso, el
acontecimiento concreto, de la muerte de Pedro. El mundo no está ahí, sino que
se lo efectúa con cada acto, con cada acción, con cada suceso, con cada
sentimiento, sufrimiento y alegría. El mundo acaba de nacer de las heridas de
Pedro.
La
poesía es creación, la poesía es poiesis. La poesía no necesita
llegar a alguna verdad como le ocurre a la filosofía. La poesía crea, no
verdades, sino mundos. Esta es su potencia.
La
poesía es más antigua que la filosofía; en realidad, de la poesía se desprenden
los géneros narrativos, las otras formas de expresión, oral y escrita. La
poesía como percepción y experiencia primordial de la vida, de la memoria
sensible, es el acto creativo fundamental en el nacimiento de la cultura. La
filosofía se desprende del conglomerado complejo y dinámico de las experiencias
primordiales, de las percepciones inaugurales, de las sensaciones e
imaginaciones, de las racionalizaciones entrelazadas, como vaciamiento, como
inmanencia pura, como nada, de donde se desprende el pensamiento virgen. Esta
es una ilusión, la filosofía nace en esta ilusión; sobre la base de esta
conjetura ficticia la filosofía emprende su camino como el búho de minerva.
No
se puede decir que la poesía es inmanencia y trascendencia a la vez; este es un
enunciado filosófico, un enunciado “dialéctico”, que “supera” la contradicción
entre racionalismo y empirismo. La poesía no solamente es anterior a la
reducción o suspensión de la inmanencia y la trascendencia, sino que es el
substrato sobre el que se desprenden estas suspensiones hipotéticas. La poesía
es percepción, es la experiencia desatada en base a la percepción. La poesía es
vivencia y vida, es la conmoción y perplejidad de los seres vivos ante el
acontecimiento imposible e improbable de la vida en el silencio anterior a
todo.
0 comentarios:
Publicar un comentario