Por César Hildebrant
Viene la navidad y regalaremos. En el fondo, nos regalaremos. Porque con
nuestros paquetitos dejamos nuestra firma y quedamos requetebién. Con ellos
habremos de compensar lo que no dimos de verdad, lo que no dijimos cuando
debíamos decirlo, lo que no nos atrevimos a admitir durante el año. En vez de
afecto, cosas. En vez de amor gratuito, prendas de marca, villancicos idiotones
en vez de esa voz que esperaban de nosotros. La navidad es el secuestro masivo que
el sistema capitalista perpetra para recordar, precisamente, a un judío
grandioso que, según todos los testimonios, odiaba a los mercaderes. La
deprimente navidad a la que nos sometemos no es sino un equívoco más de este
malentendido colosal que es el mundo.
Hubo por allí, desde el 2011, una organización de aspiración internacional
llamada Movimiento por la Extinción Humana Voluntaria (VHEMT), por su acrónimo
en inglés).
El movimiento no proponía que Estados Unidos termine de gobernar al mundo
ni deseaba que el suicidio se volviera una pandemia ni soñaba con que cada uno
matara a quienes detesta.
Lo que proponía es que dejemos de reproducirnos. Y lo que creía es que si
lograba convencer a la humanidad de que lo mejor que puede hacer por el planeta
Tierra es desaparecer, habría servido a la causa de la vida y a los propósitos
de la naturaleza y aun a lo que podría llamarse la salud cósmica.
VHEMT, que en inglés se oye como vehemente, planteaba, sin decirlo de modo
explícito, cosas muy próximas a las que yo podría considerar mis más desoladas
convicciones: que el hombre es un error de la evolución, una variante depravada
del azar, una voracidad sin límites destinada a destruir lo que toca y a llamar
progreso a la acumulación de lo innecesario y civilización a las colmenas de la
uniformidad y cultura a lo que Sctheby´s termina vendiendo por millones a CEOS
japoneses o australianos de las corporaciones.
Decía VHEMT ser la encarnación moderna de una vieja idea que jamás se
atrevió a presentarse en sociedad pero que ahora puede ser decisiva para
conservar la vieja Gea, la Tierra olvidada que las chevrones pudren y perforan.
Yo también pienso que un planeta sin humanos sería una devolución a la
Tierra de ese paraíso que el mito bíblico ha querido calumniar. Porque, desde
el punto de vista evolutivo, el hombre es la serpiente tentadora que convirtió
el paraíso primordial –la Tierra sin él- en el infierno donde, en Norteamérica,
60 millones de búfalos fueron cazados por diversión y donde a algunos animales
se les despelleja vivos para vestir al hembraje de los palcos bordados con pan
de oro.
Desde que los cavernícolas acabaron con los mamuts –el primer faenón de la
bestia que somos-, el hombre no ha hecho sino pasar como langosta por todas las
cosechas de la vida y no ha parado hasta poner en peligro el curso de las
estaciones y el inventario del oxígeno.
Lo que en el fondo planeaba el VHEMT es la convicción de que no hay ninguna
negociación posible entre la naturaleza y el hombre, su más hábil enemigo. Y no
la puede haber no sólo porque el hombre jamás dejará de creer que la
superioridad de su inteligencia le da derechos especiales sobre el planeta que
lo acoge sino porque, mayoritariamente, el bicho bípedo, la bestia erecta, el
taurófilo con lentejuelas, en suma, está convencido de que Dios es su secuaz,
su padrino mafioso y su papi soprano.
Lo mejor que puede pasarle al planeta es rebobinar el tiempo y regresar al
cretácico superior y permitir que la orquesta de la evolución vuelva a tocar a
plenitud en un paisaje de cielos descarados y llanuras sin tacha. Eso no será
posible con la bestia nuclear ejerciendo su dominio y matando a todo lo que sea
“otro” –incluyendo en ese “otro” las plantas que quiere ensuciar con sus
experimentos, los animales que asesina con fines surtidos, los “enemigos” que
bombardea por disputas territoriales.
De modo que VHEMT decía que sí, muy lentamente, dejamos de procrear sin
dejar de hacer el amor –o amando más que nunca, amando sin sembrar-, llegará el
día en que “dejemos de sentenciar a otros a vivir la vida que hemos malogrado”.
Porque, al fin y al cabo, como todos sabemos pero pocos están dispuestos a
reconocer, el universo no nos necesita y yo supongo que si Dios existiera ya
habría apretado la tecla de borrar para ensayar con alguna mejor ocurrencia.
Posdata: El VHEMT, cumpliendo rigurosamente con su naturaleza, ha dejado de
existir. Mala noticia.
Del Semanario HILDEBRANT EN SUS TRECE, del 20 de diciembre 2013 al 9 de
enero del 2014, con las disculpas del caso.
2 comentarios:
Cesar Hildbrantd Te debo una entrevista 967719241 soy acandidata a la Presidencia dl Peru por tercera vez por mi propio Partido Politico Gaviota Democrata Independiente marca la gaviota patriota
LEAN HILDEBRANT EN SUS TRECE Y DESPIERTEN
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