Por Alfonso Peláez Bazán
Amarrado al tronco de un corpulento sapote —viejo hermano de la choza de don Juan Chalcahuana—, devora el mohíno su porción de fresca grama. Don Juan —¡valga Dios!— cortó del borde de la acequia las plantas más verdes y lozanas.
—Llévelo, pues, don Nemesio. Trato es trato. Ya sabe que todo de bueno tiene: manso, fuerte, bien avenido. En esta choza, señor, ¿quién podrá olvidarlo? Algo me consuela saber que pasa a buen "cristiano".
Don Nemesio Garrido se apresura a desatar el lazo del macizo tronco.
—Ojalá que todo sea cierto, don Juan.
La mujer y los hijos de éste se van tras el burro hasta la tranca, que al abrirse y volver a cerrarse, cruje extrañamente...
El vocerío alegre de seis chicuelos y la bulla jubilosa de tres hermosos canes reciben una tarde a don Nemesio Garrido. Tras muchos días, vuelve de nuevo a casa.
Todos reparan inmediatamente en el burro “mohíno.
—Es un magnífico burro, hijos míos.
Dos largas jornadas, atravesando la cuenca del Marañón, le han probado suficientemente a don Nemesio Garrido que, en efecto, dijo verdad don Juan Chalcahuana.
Luego se abre la tranca del extenso potrero para dar paso al burro de suave pelambre y bonachonas orejas. Allí se entropará con un caballo huaicho, un burro paclo, una vaca condorilla y un toro casullo. Y la cena humeante, junto al fuego rezongón, espera a don Nemesio Garrido.
Corrían los días. El gran burro mohíno soñaba en las tierras distantes y buenas… al tiempo que iba reconociendo todos los paraderos y todos los portillos.
Y la oportunidad no se hizo esperar demasiado. Una mañana, por el portillo más fácil, el burro mohíno saltó afuera del potrero.
Cuando don Nemesio Garrido, tras larga y afanosa búsqueda, encontró los rastros que hablaban, exclamó colérico:
—Ah, era volvedor…
Tres días después llega don Nemesio Garrido a casa de don Juan Chalcahuana. Junto al gallardo sapote está el ínclito volvedor.
—No me advirtió usted, don Juan, de tan fea maña…
Y don Juan responde con firmeza:
-No tuve ocasión de saberlo, don Nemesio. Era la primera vez que dejaba su querencia. Y quién iba a adivinar lo que había en sus adentros…
"devora el mohíno su porción de fresca grama..."
Con lentos giros mueve la cola el inefable burro.
—Me lo llevaré siempre. Antes, sin embargo, tendremos que “sacarle” la querencia. ¿Usted “sabe” eso, don Juan?
—No… Pero ya me lo imagino… —responde afligido el viejo Chalcahuana.
Y en efecto, al otro día, junto a la tranca, le “sacaron” la querencia al desventurado burro. Por los belfos, por los ijares, por las ancas, se la “sacaron” sangrante.
—Fuerte mal éste de la querencia, don Juan. Mas con “esto” no hay burro que no sane… y hasta la vista, don Juan.
Y partió don Nemesio, tirando de la ensangrentada soga, diríase que no un burro, sino una tragedia.
Dos días después, el caballo huaicho, el burro paclo, la vaca condorilla, y el toro casullo reciben de nuevo al burro mohíno. Se llenó de jubilosos gritos el extenso potrero.
Por si acaso, don Nemesio Garrido, reparó todos los portillos.
Todo hacía presumir que el burro mohíno ya no tendría más remedio que aceptar su suerte.
Don Nemesio habló a sus hijos de su gran terapéutica contra el mal de la querencia.
Más nadie estuvo en lo cierto… Ocurrió la noche de San Juan… Había en el cielo extraños resplandores. Por los cerros distantes, veíanse las fogatas litúrgicas y el viento hablaba de raros sortilegios.
En una contracción maravillosa de sus carnes, dio el gran mohíno un salto elástico, magnífico.
Desde el otro lado del cerco, las viejas heridas sonrieron triunfalmente y una tarde tibia, de un claro día, se oyó de pronto, frente a la tranca de don Juan Chalcahuana, un largo y alborozado rebuzno.
Biografía:
Alfonso
Peláez Bazán.- Nacional de Narrativa en su primera convocación,
en 1944, nació y murió en Celendín (1904-96). Sus padres fueron don Eleuterio
Peláez Portocarrero y doña Celia Bazán Velásquez.
Estudió primaria en Celendín y la secundaria en los
colegios San José de Chiclayo y Guadalupe de Lima, que fueron escenario de sus
primeras inquietudes, puesto que ya en aquel timepo incursionaba en el
periodismo local.
Sus primeros años de vida transcurrieron en el
campo, en las haciendas Chorobamba y Opaván, propiedad de sus padres. Allí
nació su amor por la naturaleza y su identificación con el hombre del campo.
Sus principales cuentos: “Querencia”, “Truhan” y “Maximino”, se inspiraron en
aquellos lares.
Casado con la profesora Blanca Pérez Quevedo, tuvo
ocho hijos. Su principal actividad fue la docencia y enseñó en el colegio
Celendín, que luego se llamó Javier Prado y, hoy Coronel Cortegana. Su
identificación con los jóvenes fue proverbial. Fue subprefecto de Celendín en
dos ocasiones. Su opción por los campesinos explotados, como fue el caso de los
de la hacienda Pallán, y su inconformismo frente a lo incorrecto, hicieron
fugaz su permanencia en el cargo.
El año 1944 se presenta al CONCURSO NACIONAL DE
FOMENTO A LA CULTURA. El jurado calificador estuvo conformado por José María
Arguedas y Clemente Palma entre otros. Alfonso Peláez Bazán al obtener la más
alta calificación en el referido evento se hizo acreedor al máximo honor
cultural en el campo de la literatura: PREMIO NACIONAL RICARDO PALMA. El
Ministerio de Educación publicó entonces el libro "Tierra mía", que
recoge su producción literaria de entonces, junto a las de Porfirio Meneses y
de Francisco Izquierdo Ríos.
Tres cuentos fueron suficiente para darlo a conocer
a nivel nacional: “Truhán”, “Querencia” y “Máximino”. Hermosas historias que
fueron traducidos a varios idiomas y están insertos en antologías peruanas y
americanas. Los libros de lectura y textos secundarios los tienen en sus
páginas.
Las principales características de su estilo —según lo
puntualiza José María Arguedas—
son un admirable poder de síntesis y un manejo perfecto del idioma junto a su
ancestral amor al terruño.
En vida sólo publicó las siguientes obras:
“Tierra Mía”, “Cuando recién se hace santo”, “Naticha”, “Reportaje
en tres dimensiones”, “Espina de Maram”, “Sin título”.
Ha dejado novelas inéditas y una colección de
cuentos, que incluye la hermosa historia “El niño y la mariposa” y los
agudísimos relatos “El Chino” y “Los sobres”.
Al leer sus cuentos cobran
vida inusitada el cerro, el río, la piedra, el campo; se siente fresco el aroma
de las retamas, los eucaliptos, la leche recién ordeñada, el pan cocido en
horno de barro; se escucha estentóreo el bramido del toro, el ladrar mañanero
de un perro, el rebuzno del burro mohíno, el canto de la mozuela que lleva el
ganado al bebedero; el griterío alegre de los niños; la voz ruda del hombre del
campo. Y los niños, siempre los niños, dan la nota de ternura a las historias
de don Alfonso Peláez Bazán, uno de los grandes talentos celendinos.
Recientemente en el XI Encuentro Nacional de Escritores "Manuel Baquerizo" realizado en Cajamarca se le rindió merecido homenaje a cargo del poeta, también celendino, Jorge Horna. Estuvo presente en este importante evento el señor Guillermo Peláez Pérez.
HOMENAJE:
En el presente artículo hay una muestra ejemplar de
ternura y cariño filiales, a la par de una semblanza y una aproximación a la
filosofía vital de un personaje valioso para la intelectualidad celendina en el
contexto de la literatura y la cultura. (Notade redacción. Trotamundos)
ALFONSO PELÁEZ BAZÁN
Escribe: Luis Alberto Peláez Pérez
Murió
humilde y silenciosamente, como había vivido, con dignidad, sin aferrarse a la
vida, llevándose tan sólo la imborrable
imagen de su tierra querida, junto al amor de todos sus hijos.
Quienes
hayan leído con detenimiento ese hermoso e inigualable cuento que ha
perennizado su nombre en la literatura latinoamericana –QUERENCIA-, deben de
haber descubierto que su autor se retrató en el personaje central del relato,
el humilde y pertinaz “mohíno” de don Juan Chalcahuana, el “ínclito volvedor”.
Sus
alumnos le recuerdan con afecto y admiración. Él les enseñó con el ejemplo dos
actitudes humanas sencillas: amar al terruño y vivir con humildad. Y les enseñó
que conquistar la humildad y vivir conforme a ella, es uno de los más grandes
logros del hombre y talvez el mejor camino en pos de la belleza.
No
recuerdo a mi padre buscando un status que le diera holgura material, tampoco
envidiando los éxitos de los demás, menos simulando una condición de la que
careciera. Era verdaderamente, en el más exacto y elevado sentido de la
expresión, un artista excepcional, un ilustre humilde.
Esa
condición humana, asumida con convicción de su trascendencia, también le llevó
a humanizar, a convertir en personajes humanos de su narrativa a los animales,
colocándolos al centro de un mundo bucólico reflejo de ese otro que él había escogido en reemplazo
de las urbes esplendorosas que otro celendino, Armando Bazán, gemelo espiritual
suyo, escogió para realizarse como escritor.
Y así, el
burro “Mohíno”, “Truhán” y el “Toro Bayo” –un burro querencioso, un perro
inconforme y vagabundo y un toro “paradigma de una eglógica heroicidad”- se
convierten en tres expresiones de su propia dimensión esencial.
Muchos se
preguntan: ¿cómo puede este destacado hombre de letras, escritor de prestigio
internacional, resignarse a vivir en pueblo pequeño, demasiado quedo y
sencillo? ¿Quedarse a vivir en él haciendo las cosas más comunes y hasta
tribales y mundanas : caminar incansablemente, libro bajo el brazo, por los
caminos de su campiña sin par; sentarse en su plaza principal, horas y horas
sin hacer nada visible, dejando viajar a su espíritu por lontananza; jugar
noches enteras a las cartas con las gentes más sencillas pero más humanas de su pueblo; dialogar intensamente con
personajes extraños o desvalidos, mirándoles a los ojos; seguir de cerca la
travesía humana y espiritual de sus jóvenes alumnos; criticar aceradamente la
incuria y la insensibilidad de algunas autoridades pueblerinas…?
A esas
personas que así se interrogaban, yo puedo decirles que leyendo sus cuentos y
narraciones encontrarán la respuesta a su inquietud. Podrán, por ejemplo,
descubrir que el escritor es el más esforzado y sufrido trabajador del espíritu
en su empeño por crear la belleza.
Sólo
viviendo así se podía producir un cuento como QUERENCIA, que ha dado la vuelta
al mundo y figura en las más exigentes antologías de la narrativa de habla
castellana, con traducciones en varios idiomas; pues en ese cuento el escritor
volcó toda su filosofía de vida, su arte y su amor.
El
mohíno, “el ínclito volvedor” de la choza de don Juan Chalcahuana, es nada
menos que el mismísimo creador que sólo se aleja transitoriamente del terruño
amado y retorna a él porfiadamente atraído por la fuerza telúrica, el paisaje,
las gentes que conocía, sus costumbres, su modo de vivir… Nada hay que se le pueda
apartar definitivamente de esa suerte de paraíso que descubrió para dar entorno
y sustento a su vida y a su estro narrativo.
Como el
“mohíno” de su cuento QUERENCIA, nunca dejó que le apartaran de Celendín y
murió en él queda, tranquila y humildemente. Sin duda, el día que alguien se
decida a escribir la historia de este pueblo, reconocerá en el malogrado
escritor al personaje más auténtico y representativo de Celendín.
Esta
semblanza aconsejada por el amor filial, talvez no sería completa si olvidara
recordar uno de sus gestos característicos, en el aula o en la calle: el
deliberado desaliño de su cabellera, desaliño promovido intencionadamente y a
despecho de quienes le observaran; el desaliño que perenniza un gesto contrario
a la formalidad habitual de las gentes; un gesto que no era otra cosa que una
forma sencilla pero simbólica de protesta contra la fatua formalidad. La
sensibilidad de sus alumnos lo habían descubierto y consideran hasta ahora ese
gesto como un símbolo de insondable personalidad.
He
recordado en estas líneas, con amor y gratitud, a mi padre y maestro de vida.
(TOMADO DE “EL TOTAMUNDOS”. REVISTA DE ASOCIACIÓN
CELENDINA, No.4. Lima 1996)
NOTA: Cualquier información acerca del autor celendino podría encontrarlo en la página web Celendín Pueblo Mágico o en el Blog Espina de Maram. |
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