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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

martes, 1 de octubre de 2013

Ernesto More: Vallejo, en la encrucijada del drama Peruano, BERNINZONE (anécdota)



Con las palabras que el Dr. Vladimiro Bermejo hiciera al libro: Vallejo, en la encrucijada del drama Peruano (1988), de Ernesto More, iniciamos la publicación de algunos textos de la mencionada obra:


“El libro de Ernesto More es un libro maravilloso por lo humano y por lo documental (…) More ha puesto especial énfasis en los datos biográficos del poeta de “Los Heraldos Negros”. Gran parte de la obra se ocupa de transmitirnos sus recuerdos (…) Haber sido amigo de Vallejo, es haber pisado los umbrales de la gloria. More confiesa su amistad con el poeta con una humildad franciscana. Pero no es solamente eso. Recurre a los recuerdos de los amigos del poeta, de aquellos que compartieron su gloriosa pobreza en los boulevares de Paris”. Vladimiro Bermejo. 1954


BERNINZONE


Un día, allá por los años 1919 o 1920, y cuando César Vallejo estaba todavía en Lima, nos llegó la noticia de que el poeta Luis Berninzone, que había sido el primero de entre nosotros en aventurarse fuera del país, había fallecido en Francia. Se recordará que Berninzone, autor de Walpúrgicas había hecho el viaje a bordo de un buque velero, hecho que nos llenó de admiración a la vez que de desasosiego. E s obvio decir que semejante noticia nos cayó como bomba y nos llenó de congoja, pues Berninzone había sido uno de los más espirituales y fraternos bohemios de ese grupo de poetas y escritores que se constituyó por esos años y que hubo de disolverse con el advenimiento de la Patria Nueva, instituida por Leguía, bajo la rectoría mental de don Mariano H. Cornejo.


Vallejo, Jorge Zuleta, mi hermano Gonzalo y yo nos constituimos en la redacción de La Prensa para inquirir los detalles de la muerte del infausto poeta de cabellos como luminaria. Allí, apoyados en la barandilla que hoy todavía bordea las oficinas del segundo piso, supimos por boca de uno de los redactores (no recuerdo su nombre), que se había hecho un cable al Ministro del Perú en Francia, que no era otro que el de la desaparición de nuestro amigo. Recuerdo que al salir, y en espera todavía de la confirmación o rectificación de la noticia que había llegado extraoficialmente, Vallejo, Zuleta y el autor de estas líneas decidimos honrar la memoria de Berninzone, publicando algunas poesías sublimatorias. Convinimos en volver a la redacción del diario de Baquíjano a la noche siguiente, llevando cada uno de nosotros la pieza poética que para el caso habríamos de componer. Transidos de dolor nos separamos para hacer nuestros respectivos trabajos, convencidos de que, con ellos, facilitaríamos la tarea que se le habría de presentar a nuestro amigo al llegar a la Estigia. No dormí esa noche pensando en la odisea de mi desaparecido amigo e invocando a las Musas para que me inspiraran la composición de un poema capaz de franquearle al rubio aeda las puertas del Parnaso.


Efectivamente, reunidos en La Prensa a eso de las diez de la noche, con una puntualidad desconocida, los tres, antes de ingresar a la redacción, nos leímos nuestras respectivas composiciones. La de Vallejo era un soneto. Desgraciadamente mi memoria no alcanza a reproducir lo que Vallejo decía en él. Pero era algo elocuente. Cuando terminamos la lectura confidencial, nuestra voz se producía entrecortada y los ojos estaban velados por las lágrimas. En el fondo, lo que más era que el “chico”, como le llamábamos a Berninzone, no pudiera leerlos. Y así regresamos los tres a la sala de redacción, donde nos salió al encuentro el periodista que nos había ofrecido mostrarnos la respuesta del doctor Cornejo. Tenía ya en la mano el cable en que nuestro Ministro en Francia desmentía categóricamente la noticia y aseguraba que Berninzone gozaba de buena salud en el puerto de Marsella. Nos miramos las caras en silencio, y otra clase de tristeza reemplazó a la que, rato antes, se había apoderado de nosotros.


Vallejo dando media vuelta y metiendo en el bolsillo de su americana el poema que estaba ya por entregar, refunfuñó estas palabras: “¡Peor para él!... ¡Ha preferido la vida a la inmortalidad!”

 César Vallejo y Ernesto More Barrionuevo (n. Lampa 1897 / m. Lima 1980), el gran amigo de Vallejo y uno de sus primeros apólogos.

"Queriendo hacer un anecdotario, Ernesto nos ha dado un libro apasionante y seductor  y nos ha mostrado una faceta propia que nos era desconocida: es un biógrafo de cabeza a pies. Quizá uno de los mejores biógrafos con que cuente nuestra tierra, pudiéndose medir con los mejores que se dedican a este arte de escribir, porque la biografía es un arte". Angela Ramos (Lima), del 17 de mayo de 1954.
 

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Buen trabajo maestro José Luis, difundir textos tan bien escritos sobre autores peruanos, en este caso el imperecedero Vallejo.

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