Por: Emilia Rojas Sasse
El 70 por ciento de la producción
mundial de oro se emplea para producir joyas. Pero el precio de la
vanidad es caro: destrucción del medio ambiente y guerras se extienden,
hasta hoy, a lo largo del camino del oro. Los precios del oro vienen repuntando
a máximos históricos en las últimas semanas, en medio de las preocupaciones de
los inversionistas por la crisis de deuda en los países del euro y en EE.UU. El
oro al contado llegó a un récord máximo de 1.678,31 USD la onza este jueves.
Pero, ¿de
dónde ha salido ese oro que cotiza la bolsa? ¿O el que varias parejas acaban de
intercambiar, en forma de anillos de compromiso matrimonial, en cualquier parte
del mundo?
Cianuro de
potasio
En la minería industrial se emplea
mucho cianuro de potasio, como elemento químico para desprender el oro de la
piedra. Así que la producción de uno solo de los tantos anillos matrimoniales
que rondan por el mundo, viene acompañada de unas 20 toneladas de residuos
tóxicos que contaminan el manto freático, son vertidas a los mares, o tornan
inhabitables regiones enteras. Lo que queda, cuando el negocio deja de ser
rentable, es un paisaje lunar contaminado, en el que ni el suelo ni las aguas
pueden ser aprovechadas.
182.000 toneladas de cianuro de
potasio se emplean cada año en todo el mundo para obtener el preciado metal. La
cantidad equivalente a un grano de arroz basta para matar a una persona. Los
operadores deben almacenar y desechar el material de forma segura, pero
generalmente se hace en contenedores abiertos o piletas, donde se supone que se
seque ese caldo residual.
Una y otra vez suceden accidentes,
pequeños o grandes, como el del año 2000 en la localidad rumana de Baia Mare.
Allí, tras quebrase el dique en torno a una pileta, unas 100.000 toneladas de
cianuro y residuos de metales pesados estuvieron fluyendo durante tres semanas,
a través de los ríos Tisza y Danubio, hasta el Mar Negro. Masivos envenenamientos
de animales afectaron no sólo a Rumania, sino también a Hungría y a Serbia.
Envenenamiento
de pozos
Muchos de los pozos de los
alrededores de Baia Mare permanecen contaminados hasta hoy, para desgracia de
animales y pobladores. La operadora de la mina de oro, la empresa
rumano-australiana Aurul, siguió explotándola apenas cuatro meses después bajo
otro nombre, pues Aurul se había declarado en quiebra para no tener que
responder por los daños. La "nueva" Transgold, se hizo cargo del
negocio, mas no de la catástrofe ambiental.
Y la historia se repite en todo el
mundo, da igual si es en Asia, África, América Latina o Europa; en Perú,
Colombia, Papua Nueva Guinea, Congo o Ghana: un par de empresas transnacionales
dominan el mercado, acaparan
concesionarias en países de relajadas regulaciones ambientales, y desaparecen
cuando la mina deja de ser rentable. No importa que no hayan ocurrido
accidentes, detrás quedan montañas y lagos de residuos estancados, filtraciones
a los suelos y a las aguas cercanas.
Friedhelm Korte, químico de la
Universidad Técnica Weihenstephan, de Múnich, presenta un balance ambiental de
la producción de oro: 250.000 toneladas de mineral se muelen anualmente en una
mina promedio y se amontonan sobre una superficie de 1,5 hectáreas, en la que
se rocían con 125 toneladas de solución de cianuro, además de 365 metro cúbicos
de agua industrial.
Con la obtención promedio de tres
gramos de oro por tonelada de mineral, la ganancia anual de esta "mina
promedio" asciende a 750 kilogramos de oro. En muchas minas, sin embargo,
se obtiene apenas un gramo de oro, mientras producen una tonelada de residuos y
los mismos daños ambientales que las más productivas.
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Además, la industria produce
anualmente decenas de miles de toneladas de lodos que contienen metales pesados
altamente tóxicos como el plomo, el cadmio, el cobre, el mercurio y el
arsénico. "En ese proceso de lavado se extraen y juntan cientos de
sustancias que reaccionan entre ellas de forma inexplorada", advierte
Korte. "Si tan sólo se tuviera que desechar ese lodo como basura tóxica,
como es usual en cualquier otra industria, el oro sería mucho más caro",
dijo el profesor muniqués a la revista de Greenpeace.
Pero sólo las grandes catástrofes
hacen titulares. Aunque luego son prontamente olvidadas. El precio social y
ecológico del oro, que se utiliza en un 70 por ciento para confeccionar joyas,
no tiene indicadores de bolsa y apenas es tema en los medios.
Oro
sangriento
El oro, pero también los diamantes y
los minerales que utiliza la industria electrónica como tantalio, estaño o
tungsteno, financian hoy en día guerras y guerras civiles. "Minerales
sangrientos" se les llama. Y los usamos, por ejemplo, "cada vez que
enviamos un SMS.
EE.UU. ya aprobó una ley que obliga
a la industria electrónica a demostrar que sus recursos no provienen de la
región en conflicto del Congo. Los activistas luchan porque la legislación se
extienda al oro y al tantalio. Pero más sentido tendría una regulación
internacional. En la Unión Europea, científicos alemanes, por ejemplo, trabajan
en un sistema que compruebe el origen de los minerales, al estilo de las
huellas digitales humanas. Otra posibilidad sería la certificación ecológica
del mineral.
La mejor solución sería reciclar
todo el oro que ya poseemos en joyas: cada anillo de bodas reciclado, nos
ahorraría 20 toneladas de desechos tóxicos. Otra pregunta sería, quizás, para
qué: ¿para volver a emplear un gran por ciento en producir nuevas joyas que
adornen nuestra vanidad? ¿O para que los inversionistas aseguren sus activos?
Fuente: Web No a la mina.
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