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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

jueves, 28 de abril de 2011

Opinión libre: Lo que decimos, cómo lo decimos

Por Federico Battifora

Nos hemos cuestionado alguna vez ¿cuál es el valor del lenguaje? Si aceptamos el concepto que el lenguaje es una forma de expresar hacia el mundo exterior, nuestro interior, entonces reflexionemos juntos: para que el lenguaje sea una auténtica expresión interior, debe, valga la redundancia, expresar algo verdadero y auténtico de la persona que lo expresa y el conflicto comienza para el transmisor y el receptor del mensaje cuando lo que se expresa no corresponden a vivencias reales y auténticas. 

Se supone que somos seres humanos que aspiramos a ser individuos plenos, veraces y confiables, no se trata simplemente entonces de expresar lo que sea o como sea, incluso mentir al mundo exterior y cuando de políticos se trata, para obtener votos, para alzarse con el poder político. Decía el emperador-filósofo Marco Aurelio, que el hombre debería pensar de tal forma que si en cualquier momento le preguntasen por sus pensamientos, pudiese responder de inmediato y sin avergonzarse. Este concepto nos conduce al cuidado de nuestro mundo interior, sobre todo cuando de transmitir mensajes y promesas se refiere. Traslado este concepto a los candidatos que continúan en la contienda por alcanzar la presidencia de la república. ¿Están diciendo la verdad? ¿Están expresando medias verdades? O simplemente están mintiendo a la ciudadanía. Es más delicado y profundo de lo que la mayoría de ciudadanos puede percibir sobre estas acciones de los candidatos. La autenticidad en sus convicciones puede evidenciarse a través del lenguaje, del verbo, de la palabra. La ambición por el poder queda siempre manifiesta, impresa y llena de percepciones de falsedad o veracidad. Gobernar es algo muy serio y comprometido, como también decir la verdad a los demás. Pero mentir sistemáticamente, o lo peor, ocultar intenciones diferentes detrás de las palabras es un juego muy peligroso, es bajo y ruin y todo por conseguir su voluntad en las ánforas. Jugar con la buena fe de la colectividad la mayoría de veces desprevenida y mal informada, puede desembocar posteriormente a situaciones irreversibles de violencia social, cuando la colectividad engañada descubre que fueron usados. 
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Fuente: Diario La Primera, 25 de abril del 2011

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