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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

viernes, 29 de abril de 2011

Opinión libre: La sombra de los culles acecha


Escribe: Ricardo Cabanillas

Creíamos cuando éramos estudiantes que aquí en Cajamarca, nuestra indómita raza quechua fue vulnerada impíamente, por barbados rufianes, venidos de allende los mares. Que nuestra Lengua del Sol fue hecha trizas por la Lengua de Castilla. Nos lo habían dicho y repetido en todos los niveles educativos. Entonces, nuestro otrora espíritu ingenuo, se tornó xenofóbico, y creció disminuido, guardando resentimientos, odios y fobias.

Un cierto sector de políticos, maestros e intelectuales despistados, oficiantes de la educación, víctimas de un ciego chauvinismo, continúan aún transmitiendo ese mensaje pesimista y disociador. ¿Conocen estos señores las ocultas raíces de nuestra historia? ¿Conocen el étymon de las lenguas inscritas en el Yo Profundo de nuestra cultura cajamarquina?

Anterior a los quechuas, hubo aquí otra cultura, tribal y profunda. Eran los Culles, poseedores de una lengua mágica, cuyos fonemas encantaban las piedras y armonizaban el alma de los ríos. Cada vocablo poseía un significado polifónico, casi mántrico, sensatamente holístico. Con dos o tres palabras se podía explicar un conjunto de vívidas experiencias. Cuentan nuestros abuelos que ciertos chamanes, como Pancho Callua y Estefanía Chomba, dieron cuenta de algunas voces en sus rituales de florecimiento y sanación. Tuvo esta Lengua a Catequil por deidad y a Cuismanco Cápac como último rey que sucumbió ante la superioridad bélica delinca invasor.

Habitaban cerca de los ríos (uram), en la zona yunga, mesoandina y altoandina (Contumazá, San Pablo, Cajamarca, Condebamba, Cajabamba, Huamachuco). En Huamachuco había un gran santuario al dios Catequil; enTantarica (Contumazá) había otro, desde donde se divisaban los cuatro confines del fabuloso reino.

El Culle era una lengua viva, conectada con la naturaleza, el cosmos y con el Padre Dios (Quinuinyá). Sus gentes dialogaban con las piedras (chungall) y con las aves (lic-lic). En las noches se extasiaban con las estrellas (chuip) y con las “siete cabrillas” (chuchucoc). Comprendían los ciclos del sol (su) y de la luna (muñ). Eran hombres (usu) de mediana estatura, fornidos y laboriosos. Sembraban en sus chacrasla papa del gentil (caino), la (mashua) y el maíz (urúa); hablaban con el viento (llucá) e invocaban a la lluvia (cau) para regar sus sembríos. Cazaban el venado (llaga) en compañía de sus perros (corep).Sus mujeres (ahii), usaban hermosas trenzas (shimbas).Nunca les faltó ni cobertor ni alimento (cushal).No temían a la muerte (caní), pues vivían a pura vida y a puro gozo (cuhi). Era el cuy o cuye, animalito emblemático de ternura e indefensión, su metáfora de existencia.

Fueron vilmente devastados por los Orejones, señores de la guerra, las intrigas, deslealtades e infortunios. Cuando Cápac Yupanqui, por mandato de Pachacútec, allá por años de 1460, persiguió a los Chancas y no pudo atraparlos, tuvo noticias del esplendor de los Culles que habitaban Huamachuco y Cajamarca. Para calmar su frustración, arremetió contra ellos. Cuismanco Cápac, se retiró con sus tropas hacia las faldas de Tantarica, para iniciar la resistencia. Allí fue la epopeya del último grito Culle. El Gran Cuismanco Cápac, con el brazo y puño en alto, cayó a tierra, conjurando a Catequil, la voz del rayo, para que nunca niegue su sombra protectora a su pueblo. Así fue. En 1532, luego de setenta y dos años de dominación, los quechuas fueron subyugados por los españoles. Dicen los nativos que Catequil aún sigue vivo:“En cada trueno que escuchamos y en cada rayo que resplandece, la sombra de Catequil florece todavía.”

La lengua Culle es considerada lengua extinguida. Pero muchas voces siguen vigentes en el cotidiano hablar de nuestros pobladores. Algunas han sido recogidas por la Onomástica y la Toponimia. Sin embargo, esta matriz lexemática aún no se incorpora en los proyectos educativos regionales y locales, menos se habla en las escuelas y se la desdeña en la Universidad. ¿Dónde están los políticos y los expertos en diversificación curricular, los bilingües y quechuólogos interculturales? ¿En el ocioso camino de las tarántulas (mishangos)? ¿O en el canto azul de los gorriones (pichisas)?

Escribo esto como una voz en solitario, pues necesitamos abrir la ruta hacia el Yo profundo de nuestra cultura cajamarquina. Es allí donde nuestros hijos, libres de rencores deben buscar y cimentar su identidad-como lo señalaba Mariano Ibérico Rodríguez- en armonía con el sentimiento cósmico de la vida. En esta aventura, más allá del cientificismo del lingüista, necesitamos ser filólogos. Cultivar a plenitud –como dice OctaviFullat- “el amor a las palabras”. Porque cada palabra Culle que se investiga, rescata o se pronuncia, es sagrada. Entonces, hay que cuidar su fronda semántica y transvasarla a la Filología para depositarla en nuestra alma con asombro, amor y felicidad.

(Publicado  en el diario Panorama Cajamarquino el 17 de febrero del 2011)

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