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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Vallejo, en la encrucijada del drama peruano (VI)

(Conferencia ofrecida por Ernesto More en la Facultad de Química de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, en diciembre de 1966)
(…)

Vallejo no es nativista por coordenadas geográficas o idiomáticas. No es nativista por el continente, sino por aquello que surge con gran fuerza desde las entrañas mismas de la patria y desde su propio corazón de poeta. Monguió lo da a entender muy claramente cuando dice: “Tampoco se hallan en “Trilce” poemas de la intención nativista aparencial de los de “Nostalgias Imperiales” del libro precedente; no se encuentra aquí, en voluntaria e intencionada aglomeración, curacas y chacareros, huaiños y cajas, llanques y rebosos. Pero, en cambio, en toda la obra triunfa el profundo tono nativista de la lengua de Vallejo: Vallejo escribe en peruano, en castellano del Perú, sin siquiera poner una intención voluntariosa en hacerlo; escribe en esa lengua, porque es la suya y está en absoluta posesión de ella y ella de él”.

Pero nosotros pretendemos ir más allá. Creemos que la calidad representativa que Vallejo tiene de lo peruano y del Perú, está por encima de lo literario y de la expresión verbal. Representa él, en su ser vivo, de manera categórica y lancinante, el drama que, con intensidad inigualada por otros países, desgarra al pueblo peruano, que se siente atraído, hasta causarle dolor, por los polos del indigenismo y del hispanismo. México, el único país que podría, en este trance, competir con el Perú, resolvió su problema apurando el mestizaje y haciendo gravitar decididamente hacia el lado nativo el peso de su personalidad.


Las observaciones del profesor Adalbert Dessau, en su reciente estudio sobre Mariátegui, aparecido en Alemania socialista, y del que traducimos del alemán un párrafo para ustedes, pintan muy bien las condiciones en que se desenvolvía la cultura peruana a principios de este siglo y hasta la segunda guerra mundial. Dice de este Dessau: “Se puede asegurar sin limitación que el camino de Mariátegui para el análisis de su tiempo y para el conocimiento de sus problemas, así como el de la lucha para darles solución, era el de la literatura, una observación que no solo va dirigida a él mismo, sino a una gran parte de la inteligencia revolucionaria, hasta la segunda guerra mundial.

“La causa de este fenómeno reside en que la realidad económico-social, de la mayor parte de los países latinoamericanos, no ofrecía tradicionalmente casi ninguna posibilidad a la Inteligencia para realizarse en la esfera de la producción material, por ejemplo como inteligencia técnica, así como tampoco a las profesiones liberales de un jurista, de un abogado o de un médico, la posibilidad de realizar, dentro del marco de las condiciones sociales existentes, una actividad intelectual creadora. Casi el único camino era la literatura, y es por ello que está floreció –en parte como una ocupación para llenar el ocio, en parte como una seria lucha por la cosa vital- durante largo tiempo, que ya en el siglo XVI,  el mexicano Hernán Gonzales de Eslava, con la intención de destacar la riqueza poética del Nuevo Mundo, exclamó: “Hay más poetas que estiércol”.

“Mariátegui retrotrajo esta condición a sus raíces económico-sociales, y así escribe: “En el culto de las humanidades se confundían los liberales, la vieja aristocracia terrateniente y la joven burguesía urbana. Unos y otros se complacían en concebir las universidades y los colegios como fábricas de gentes de letras y leyes… No había quién reclamase una orientación práctica dirigida a estimular el trabajo, a empujar a los jóvenes al comercio y la industria… El concepto aristocrático y literario e la educación correspondía a un régimen y a una economía feudales”.

No son pocos los que en el Perú, han dejado sentir y traslucir en sus escritos, esto es, parcialmente, el drama de este país. Con ser el castellano el idioma hermoso que es (idioma de arrieros, como decía Cervantes), no se acomoda plenamente a la estructura que, en su espíritu, han dejado los Andes. No llena este idioma todos los intersticios de nuestro espíritu nacional. Recogemos en él, nada más que una traducción de lo que nos viene de la tierra peruana. Algunos escritores emplean, para salvar este vacío, frecuentes palabras quechuas. Otros, como Jacobo Hurwitz, prefieren sacrificar la estructura misma del idioma, a fin de buscar la expresión legítima y peruana. Hurwitz, a quien no puede ubicársele en el campo nativista, tiene poemas como “Desamparo”, en los que, arrojándose al abismo idiomático, consigue dar emociones empapadas de esencia peruana. Dice en “Se ha Olvidado la Lluvia”:
El sol como una candela
cuarteando la tierra
polvo revoloteando al aire.
Estamos no más mirando.
De acá para allá vagando.
Mi taita con cara de piedra
mamitay sus lágrimas llorando”.

Como se ve, empleando el poeta el gerundio, que en los cánones castellanos tiene estrechos límites, acierta a dar golpetazos de intimidad peruana. Conviene tácitamente en que el castellano castizo no es suficiente para expresar las emociones y sentimientos de las gentes del Perú.

Semejante fenómeno se presenta asimismo en el poeta Efraín Miranda, autor de “Muerte Cercana”, y en Eleodoro Vargas Vicuña, el de “Ñahuin”. En ambos se advierte que lo más importante de lo que quiere decir, está fuera de lo escrito, fuera del idioma castellano. El lector debe llenar este vacío.

Por algo, en más de una oportunidad, en nuestras conversaciones con Vallejo, solía decir él: “¡Soy un huérfano del idioma!”. Este mismo fenómeno fue advertido por el escritor Raúl Andrade, quien, al referirse a la expresión de Vallejo, decía: “… un lenguaje titubeante –casi una tartamudez de la poesía”.

Es evidente que el espíritu congénitamente revolucionario de Vallejo, va buscando su expresión primeramente en la forma poética, lo que le significó sin duda ejercicio saludable para cuando actuara como poeta francamente comprometido. Si consideramos que la musa de Vallejo permaneció silenciosa un lapso que abarca casi veinte años, durante el cual iba madurando su espíritu hacia el socialismo, comprenderemos que poco a poco se iba desprendiendo de la poesía pura, para lo cual fue necesario que también hiciera su excursión al desierto. Es muy expresiva la carta que Vallejo le escribió a Gerardo Diego, y éste, sin darse cuenta de su contenido, la leyó en la conferencia que hace dos años pronunció en la Facultad de Letras de esta Universidad. Recordamos que la carta entre otras cosas, decía que Vallejo no le había remitido  a Diego el libro “Rusia en 1931”, porque suponía que no habría de interesarle. Claro está, Diego pertenecía a la  poesía pura, en tanto que Vallejo había abrazado una doctrina, y al hacerlo sintió que las fuentes un tiempo calladas de su poesía, comenzaban a convertirse en surtidores de agua hirviente.



Páginas 140, 141, 142, 143 y 144 del libro Vallejo, en la encrucijada del drama peruano de Ernesto More.

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