Nelson Mandela amaba la paz y la reconciliación, pero condujo una guerra justa cuando tuvo que hacerlo.
Eduardo González Viaña (*)
Quienes más honores le tributan han pintado a Nelson Mandela con los colores más diferentes. De negro, de rosado y hasta de blanco. Se han olvidado de que también era rojo. Era rojo no tan solo por su propia declaración sino porque era socialista, culto, luchador, rebelde...y porque era un verdadero cristiano ... como suelen ser los rojos.
Lo pintan como un “negrito bueno”, como un tío Tom, y olvidan que Mandela, además de negro fue un rojo hasta la médula. Como tal, fue líder del brazo armado del Congreso Nacional Africano e inició la lucha armada contra los malvados racistas. Y olvidan también que 350 mil cubanos socialistas se internaron en Angola para luchar contra el colonialismo. Ellos vencieron al ejército enviado por Sudáfrica y determinaron la liberación del héroe.
Quienes más honores le tributan ahora- después de muerto- son aquellos que aplaudieron su captura, que durmieron en paz durante su carcelería y que cerraron los ojos cuando los racistas de Sudáfrica paseaban con las cabezas de los rebeldes partidarios del héroe.
Entre quienes ahora le llevan flores blancas destaca la insospechable organización “Amnistía Internacional”. La palabra “amnistía” siempre se ha parecido mucho a la palabra “amnesia”. Ahora se le parece más porque “AI” olvida que todo el tiempo durante el cautiverio rehusó concederle el estatus de preso político.
No lo hicieron, según ellos, porque el gobierno de los genocidas blancos de Sudáfrica lo había declarado “terrorista”.
Un hombre de paz era golpeado y agonizaba en los calabozos mientras el gobierno torturaba a sus familiares para hacerlo sufrir aun más, y sin embargo Amnistía le negaba protección tan solo porque los verdaderos terrroristas lo declaraban “terrorista”.
En Londres, la señora Thatcher no disimulaba su odio contra el militante antirracista. En Estados Unidos, se le mantuvo hasta hace poco en una lista de terroristas internacionales. En Europa, pocas voces se escucharon en defensa del justo. En la América Latina lo defendieron los internacionalistas, los socialistas, los rojos, y eso lo hizo sospechosos frente a las fieras encaramadas en los gobiernos.
Lo pintan como un “negrito bueno”, como un tío Tom, y olvidan que Mandela, además de negro fue un rojo hasta la médula. Como tal, fue líder del brazo armado del Congreso Nacional Africano e inició la lucha armada contra los malvados racistas. Y olvidan también que 350 mil cubanos socialistas se internaron en Angola para luchar contra el colonialismo. Ellos vencieron al ejército enviado por Sudáfrica y determinaron la liberación del héroe.
Mandela fue un socialista, y por eso, inauguró un pacífico gobierno popular, reconcilió a los antagonistas y perdonó a quienes lo habían condenado a prisión perpetua.
Mandela fue un socialista y por eso a llegar al gobierno transformó con amor una sociedad que deshumanizaba a los negros y convertía en malditos abusivos a los blancos.
Por eso mismo, para expresar la doctrina socialista y cristiana del amor al prójimo, usó la palabra africana “Ubuntu” que significa “Yo solamente puedo ser yo mismo a través de ti y contigo”
Dentro de esa misma doctrina, humanizó las cárceles, las convirtió en centros educativos y eliminó el trato cruel y las condenas eternas. Lamentablemente, el ejemplo de Sudáfrica no ha sido asumido por otros países.
Mientras Mandela agonizaba, en Lima, el féretro de la madre de Víctor Polay tuvo que ser introducido a la cárcel para que el prisionero le diera su último saludo. Recién entonces nos enteramos de las infames condiciones de ese encierro, casi sempiterno calabozo y privado casi por completo hasta de las visitas familiares. Fue espantoso entender que las cárceles no habían cambiado desde la dictadura.
Eduardo Gonzalez Viaña, Colaborador del diario La Primera.
Fuente: diario La Primera, domingo 15 de diciembre 2013
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