Música Zar
Las dificultades políticas y
sociales por las que está atravesando Egipto, están poniendo contra las cuerdas
al zar, una música milenaria antaño extendida por todo el Cuerno de África, y
que ahora apenas si cultivan 25 personas en todo el país de los faraones y con
un único local que la programa regularmente en El Cairo. Se trata de la sala
Makan, el auténtico oasis para el zar.
Las convulsiones políticas se han
venido a unir a la tradicional presión del islamismo radical hacia toda aquella
manifestación cultural tachada de no seguir al pie de la letra los postulados
del Corán. En este caso, por la relación que tiene la música zar con milenarios
rituales animistas tan extendidos por el África negra, y por el poder que
otorga a las mujeres.
Las creencias ancestrales de esa
zona del continente africano, señalan que los humanos llevamos dentro unos
espíritus que se manifiestan por medio de la enfermedad, de ahí que los
rituales zar tengan un componente también curativo. A pesar de la importancia
que pueda tener ese componente, seguramente es mucho más importante el hecho de
ofrecer a las mujeres una válvula de escape en medio de unos corsés sociales
que les imponen unos roles muy determinados y de los que no pueden salirse.
La música y el baile que lleva
añadido, generan unos rituales que tienen mucho de catártico, de hecho es
normal que los intérpretes acaben desplomados en el suelo en pleno proceso de
trance, y proporcionen a las mujeres espacios de libertad de expresión. Sabido
es que las interpretaciones rigoristas del Islam prohíben a las mujeres cantar
y bailar.
En este caso, son las mujeres las
intérpretes de unas canciones también compuestas por ellas, en las que además
del árabe se intercalan palabras procedentes de antiguos idiomas ya olvidados y
cuyo significado se ha perdido hace mucho tiempo.
La parte instrumental está
formada por percusiones, la flauta, una especie de platillos que responden al
nombre de gaza y un tipo de arpa cuyas representaciones aparecen ya en los
frescos de las tumbas faraónicas.
Ahora mismo, los orígenes del zar
son una incógnita de la misma forma que lo es su futuro oprimido entre los
autoproclamados guardianes de las esencias y una modernidad inmisericorde en
cuyos altares se quema todo aquello que suene a tradición, sin llegar a
comprender que si hemos llegado hasta aquí ha sido gracias a la suma de todo lo
anterior.
Fuente: Blog La Vida No Imita El Arte
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