Arturo Bolívar Barreto
Una consecuencia del continuo crecimiento urbano y del mestizaje integrador –de fondo andino- ocurrido en el país las últimas décadas es la eclosión literaria protagonizada por autores del más amplio espectro social de las distintas regiones del país. Fenómeno que ha cobrado realmente su fuerza en décadas más recientes –desde los 90- acendrado por el avance tecnológico comunicacional.
En este fenómeno, en el terreno de la narrativa, se inscriben dos grandes corrientes: la primera, la más notoria, la de los narradores andinos que han continuado, en general, con la herencia de los autores del boom, aguzando inclusive aún más la “ficcionalización” de la historia y que se han ocupado principalmente de la “guerra interna”, y, la segunda, la más propiamente parte de ese proceso eclosivo popular, que comprende autores de todas las latitudes, costeños, andinos y amazónicos, ciertamente mucho menos reconocidos, que, sin desconocer necesariamente el relato moderno, recuperan y se nutren, con fresco realismo,del acervo local y regional, por eso de amplia veta temática, sin excluir la violencia política vivida no hace mucho. No transitan obligatoriamente por la tradición autoctonista o indigenista, en tanto que expresan un regionalismo nuevo que tiende a unimismarse –siguiendo la evolución social actual- con el influjo cultural contemporáneo.
Los relatos reunidos en Grama arisca de José Luis Aliaga Pereyra (Cajamarca, 1959) se inscriben en esta segunda corriente, la del fresco y nuevo realismo regional. Por sus páginas recorren una diversidad de personajes locales que, por su autenticidad, alcanzan el carácter de prototipos pueblerinos. Así el viejo de sabiduría popular, sarcástico e irreverente contra las costumbres opresivas, está representado por el tío “Nevada”, en los relatos que este personaje protagoniza. El jactancioso de su hombría, pero fantaseador, mentiroso, está representado por Federico, personaje del cuento Federico y Manuela. El bromista pesado e inoportuno en Casimiro, personaje del cuento El gordo Casimiro. El amor maternal hasta la muerte, tanto más urgido de expresarse en las condiciones de la vida precaria y marginal, están representados en la protagonista del cuento Doña Clotilde y también en la pobre prostituta de El Condenau. El clásico amor escolar en el personaje adolescente de Libreta de calificaciones.
Y si todos los relatos se centran en la esencia de contar historias y trasuntan sutil, naturalmente, el sabor del habla o dejo de la zona, no por ello son ajenos a los recursos del relato moderno, especialmente en el desenlace sorpresivo, inesperado, de varios de ellos. Y no sólo en el desenlace, hay algunos que perfectamente pueden ser definidos como cuentos fantásticos o surrealistas, como el breve cuento Pejerreyes, donde ante los distraídos comensales unos pescados desaparecen enigmáticamente del sartén. O en El paraíso de Wilson donde el protagonista, un joven introvertido, juega con su amigo, un pajarillo de colores que revolotea en las cuatro paredes de su cuarto, la cual, finalmente se sabe, no era más que una avecilla escapada de un cuadro que había pintado y colgado aquel.
Pero los relatos están siempre, y aquí el nervio que los recorre e impulsa, ligados al compromiso con la vida, con la admiración y defensa de la naturaleza y, naturalmente, en ella, fundamentalmente con el hombre. Así, en La plantita, Reynaldo, un joven ebrio en abandono y perdición, es salvado por el esplendor maravilloso que le produce descubrir que, al interior de su desastrado y oscuro cuarto, y gracias apenas a una rendija de luz, ha sobrevivido erguida y feliz una plantita. Es el símbolo del triunfo de la vida natural sobre la decadencia humana. O en el cuento El preso, donde el líder rebelde del pueblo, un adelantado luchador contra la minera, que al caer preso cree haber sido olvidado, es finalmente reivindicado por el pueblo que ha cobrado consciencia sobre su condición y lucha por liberar a su dirigente.
Pero es en el cuento Grama arisca, cuento que da título al conjunto, donde se plantea con nitidez toda la carga dramática del conflicto social, en este caso del pueblo cajamarquino contra la depredación minera. En unas frases del relato se puede simbolizar toda la crudeza del conflicto. Uno de los personajes, el abuelo, hombre que ha vivido toda su existencia ligado a su tierra y avatares, y que está comprometido con las movilizaciones de protesta, le espeta a Joselo, su nieto, a quien tanto había amado (un muchacho que ha vuelto a casa convertido en policía, como parte del contingente represor, y que mira con sospechas el comportamiento del viejo):
“Entonces –dijo el abuelo-, te pregunto: ¿qué vale más, las lagunas y humedales que sacian la sed de nuestra provincia, o el oro que dicen se encuentra bajo su lecho? (…) El abuelo miró a los ojos a Joselo: -Si no estás con nosotros –le advirtió-, es mejor que regreses por donde has venido”.
Conatos en la narrativa de José Luis Aliaga que avizora, con sencillez, la literatura de hoy, la que tiende a despojarse del follaje o el formalismo interesado para tensarse –con belleza sí la hay más- sobre el drama humano universal de los tiempos de tránsito que vivimos actualmente.
El libro lo puede adquirir en:
Celendín:
Jr. Moquegua 607 o en Jr. Junín 603.
Cajamarca:
Librería Imprenta "El capillo" / Jr. El Comercio 972 (Plaza de Armas)
Urbanización Los Docentes de la UNC / Fono 076345056
Lima: Llamando al teléfono: 976701861 (Entrega a domicilio)
0 comentarios:
Publicar un comentario