Por Jotta Lee
¡Tatarínnnn!
.
Y a alistarse los machos,
nuestras inocencias haciéndose,
felices, las cruces,
para que Dios reparta suerte.
Engallábamos nuestros cuerpecitos,
la cristina beige del colegio
puesta al través haciendo de montera,
la plaza llena hasta la bandera,
palcos hechos de sillas palos y trapos
y de todo lo que pudiera servir ;
las niñas también colaboraban,
sacando a escondidas chales y
manteles, total, al final,
quedaba armada la plaza.
Nuestras madres entre reniegos y
sonrisas cómplices escondidas,
aunque sea por unos momentos,
nos dejaban hacer éstas fiestas,
para deshacerse de nosotros.
Y «La Banda», ... ¡Qué banda de la
Guardia Republicana ni ocho cuartos!,
ésa si que era una banda de toros,
eran cuatro o cinco pequeñines
tatareando a laringe pelada,
rompiendo el silencio de los cielos,
esos pasodobles toreros,
hasta encogernos el alma.
Y el matador de turno,
jugándose el pellejo, ¡qué caray!;
arriba hasta el sol, loco, aplaudía.
.«Abel Pashico» mas quieto que una foto,
desgranaba florituras ¡qué torero!
finísimo, elegante, sabio, grande;
su arte desmayábase en cada lance,
corriendo las manos bajas, lentísimas,
el ponchito nuez mariposa
rojo - rojo en nuestras mentes,
volando como mariposas heridas,
muriendo del espanto de tanta gloria.
«La Banda» a garganta calata...
¡¡¡tararán tararán tararán tan tan!!!
¡¡¡tararán tararán tararán tan tan!!!
Venga Abel a matar el toro, grita el público;
¡¡¡Aja toro!!! ¡Ajá! y el toro : «El Ratón»,
perdón Segundo Horna,
fundiendo en carnes y huesos con Abel,
estampas que tan sólo
nuestros sueños de niños pintaban.
Mucha gente de paso
terminaba como nosotros,
contagiados hasta los huesos.
Seguía el turno de «Mesho»
si había algo que a éste le sobraban
eran ganas de ser torero, porque..
era basto hasta no más poder,
burdo hasta la insensatez, pero...
con las ganas más grandes del mundo.
Veinte años después de éstas glorias,
por ahí, en un diario, me enteré que
se había vestido de luces
una tarde de agosto, allende los andes;
alegría por él, pues ha sido el único
torerillo de nuestra infancia que
llegó a vestirse de torero,
si esto hubiera sido posible
para nuestro querido Abel,
esto si, hubiera sido grande - grande,
pero por esas cosas que tiene la vida,
el Perú se ha perdido
el torero más grande del mundo.
nuestras inocencias haciéndose,
felices, las cruces,
para que Dios reparta suerte.
Engallábamos nuestros cuerpecitos,
la cristina beige del colegio
puesta al través haciendo de montera,
la plaza llena hasta la bandera,
palcos hechos de sillas palos y trapos
y de todo lo que pudiera servir ;
las niñas también colaboraban,
sacando a escondidas chales y
manteles, total, al final,
quedaba armada la plaza.
Nuestras madres entre reniegos y
sonrisas cómplices escondidas,
aunque sea por unos momentos,
nos dejaban hacer éstas fiestas,
para deshacerse de nosotros.
Y «La Banda», ... ¡Qué banda de la
Guardia Republicana ni ocho cuartos!,
ésa si que era una banda de toros,
eran cuatro o cinco pequeñines
tatareando a laringe pelada,
rompiendo el silencio de los cielos,
esos pasodobles toreros,
hasta encogernos el alma.
Y el matador de turno,
jugándose el pellejo, ¡qué caray!;
arriba hasta el sol, loco, aplaudía.
.«Abel Pashico» mas quieto que una foto,
desgranaba florituras ¡qué torero!
finísimo, elegante, sabio, grande;
su arte desmayábase en cada lance,
corriendo las manos bajas, lentísimas,
el ponchito nuez mariposa
rojo - rojo en nuestras mentes,
volando como mariposas heridas,
muriendo del espanto de tanta gloria.
«La Banda» a garganta calata...
¡¡¡tararán tararán tararán tan tan!!!
¡¡¡tararán tararán tararán tan tan!!!
Venga Abel a matar el toro, grita el público;
¡¡¡Aja toro!!! ¡Ajá! y el toro : «El Ratón»,
perdón Segundo Horna,
fundiendo en carnes y huesos con Abel,
estampas que tan sólo
nuestros sueños de niños pintaban.
Mucha gente de paso
terminaba como nosotros,
contagiados hasta los huesos.
Seguía el turno de «Mesho»
si había algo que a éste le sobraban
eran ganas de ser torero, porque..
era basto hasta no más poder,
burdo hasta la insensatez, pero...
con las ganas más grandes del mundo.
Veinte años después de éstas glorias,
por ahí, en un diario, me enteré que
se había vestido de luces
una tarde de agosto, allende los andes;
alegría por él, pues ha sido el único
torerillo de nuestra infancia que
llegó a vestirse de torero,
si esto hubiera sido posible
para nuestro querido Abel,
esto si, hubiera sido grande - grande,
pero por esas cosas que tiene la vida,
el Perú se ha perdido
el torero más grande del mundo.
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