José María Arguedas, había acumulado un gran
bagaje cultural, social, hasta político, durante su permanencia en Puquio, en
sus viajes al Cuzco, Arequipa, Abancay, Coracora, Yauyos, Pampas, Huancayo e
Ica. Conoció a muchos personajes del mundo literario y tenía en su mente el
mundo andino imbíbito; en sus retinas brillaba el resplandor de encantados
paisajes; en su cerebro bullían los mitos y leyendas del ande y su corazón
estaba inundado de canciones vernáculas, danzas y canciones de estos pueblos,
por ello profundizó sus estudios etnológicos.
Pero también su ser estaba cargado de una
gran rebeldía e impotencia frente al fenómeno socio-cultural de un Perú
escindido, al encontrarse ese gran sector andino, preterido y oprimido por el
desprecio e incuria de quienes detentaban el poder económico, político y
social. El sufrió dentro de esa dicotomía conflictiva de su país y lo
experimentó en carne propia y vio como un vasto sector del país era
menospreciado por el Perú oficial, vio como el misti o gamonal bilingüe oprimía
y degradaba al campesino al comunero quechua hablante.
El hecho de querer revelar la tragedia de su
pueblo zaherido y agredido, fue una de las poderosas motivaciones para que
Arguedas tomara la decisión de escribir –no obstante sus limitaciones
lingüísticas- como desahogo psicológico o denuncia social. El mismo lo declara,
casi en las postrimerías de su existencia al recibir el Premio “INCA GARCILAZO
DE LA VEGA” en octubre de 1968 en la casa de la Cultura de Lima y lo reafirma:
“Yo no soy un aculturado, yo soy un peruano que orgullosamente, como un demonio
feliz habla en cristiano y en indio, en Español y en quechua. Deseando
convertir esa realidad en lenguaje artístico y tal parece, según cierto
consenso más o menos general, que lo he conseguido”.
Y así fue, logró forjar una literatura
propia, capaz de trasmitir un mundo ajeno al que suele expresarse en castellano
“una lengua que sin dejar de ser española suena como propia en boca de los
habitantes del quechua que puebla su narrativa. Fue una victoria artística
contra el idioma para obligarlo a someterse a una realidad que le era extraña…”
(8)
Otro motivo poderoso le impulso a escribir,
fue la forma desfigurada, como lo hacían algunos escritores de entonces, cuando
escribían al indio y al mundo andino –muchas veces sin conocer-, por eso se
impuso la tarea de hacerlo de adentro” y con autenticidad. Tomemos nota, de su
confusión espontánea: “Yo comencé a escribir cuando leí las primeras narraciones
sobre los indios, los describían en una forma tan falsa, escritores a quienes
yo respeto, de quienes, de quienes he recibido lecciones como López Albújar
como Ventura García Calderón. López Albújar, conocía a los indios desde su
despacho de Juez en Asuntos Penales y el señor Ventura García Calderón no sé
cómo había podido hablar de ellos. En estos relatos estaba tan desfigurado el
indio y tan meloso y tonto el paisaje o tan extraño que dije: “Yo, yo lo tengo
que escribir, tal cual es porque yo lo he gozado, yo lo he sufrido” (9).
No obstante a la dificultad inicial de poder
expresarse en castellano, una lengua para él ajena, tal como explica en su
primer libro intitulado “AGUA”, y lo recalca enfáticamente: “Yo lo había
escrito en el mejor castellano que pude emplear que era bastante corto porque
yo aprendí a hablar el castellano con cierta eficiencia después de los ocho
años, hasta entonces solo hablaba quechua. Cuando yo leí ese relato en ese
castellano tradicional, me pareció horrible, me parecía que había disfrazado el
mundo tanto casi como las personas contra quienes intentaba escribir y a
quienes pretendía rectificar… rompí todas las páginas. Unos seis o siete meses
después, las escribí en una forma completamente distinta, mezclando un poco la
sintaxis quechua dentro del castellano, en una pelea verdaderamente infernal
con la lengua” (10).
Todas estas motivaciones de carácter social y
sentimental y su fervoroso peruanismo y apego a la raza indígena, no obstante
ser mestizo –él se creía indio- decidieron que Arguedas empuñara la pluma como
un arma de combate, esclarecimiento, divulgación y protesta y por eso, no sólo
fue narrador sino también devino el etnólogo, para hurgar en el alma misma del
pueblo quechua hablante del Ande peruano en esa gran masa de cholos que no
tenían voz ni voto propio y sólo pervivían bajo la férula del gamonal, del
patrón y de las autoridades impuestas por los gobiernos de turno. Frente a este
panorama deprimido y pusilánime; frente a esta realidad desgarrada, buriló con
maestría sus obras: “AGUA”, “YAWAR FIESTA”, “LOS RÍOS PROFUNDOS”, “TODAS LAS
SANGRES”, etc. que vienen a ser el enfoque de la realidad social que se vivía
entonces en el Perú profundo.
Debemos advertir, que las consecuencias del
desgarramiento inicial del aborigen por el descubrimiento, conquista y
coloniaje, fue brutal, no obstante el indio conservó y conserva tercamente gran
parte de la identidad de su raza, y aún a 500 años del “Encuentro de dos
mundos”, el cholo y el mestizo viven en un país desgarrado, de un país
organizado sobre la base inicial de los conquistadores y conquistados; de un
lado el blanco, el conquistador, el patrón, del otro extremo el cholo, el peón,
el obrero, el campesino, exiliados en su tierra, los que no tienen nada o casi
nada, como repica en sus versos José Santos Chocano, “El cantor de América”, en
una estrofa de su poema “¡QUIEN SABE!”:
“Indio
que labras con fatiga
tierras
que de otros dueños son.
¿Ignoras
tú que deben tuyas ser
por tu
sangre y tu sudor?
¿Ignoras
tú que audaz codicia,
siglos
atrás te las quitó?
¿Ignoras
tú que eres el amo?
-¡QUIEN
SABE SEÑOR!
Todo este peso mortal, esta angustia, lo
sintió Arguedas y se dijo: “Yo, yo lo tengo que escribir tal cual es…” y así
fue.
(8) Arguedas
Pág. Escogidas- Introducción de Abelardo Oquendo Pág. 8.- Editorial Universo
S.A. Lima.
(9)
Primer Encuentro de Narradores Peruanos.- Lima, Casa de la Cultura 1969 Pág.
40.
(*)
Del Libro José María Arguedas “Vida y Obra” de Jorge Bendezu B. Págs. 20, 21 y
22.
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