Muchos
son los escritores olvidados, marginados, por lo tanto poco difundimos. La
crítica y el canon oficial de nuestro
país solo tienen ojos para aquellos literatos que rinden homenaje a su propio
ego, distantes de su entorno social, y cuyos textos son intrascendentes.
En
esta ocasión presentamos a tres poetas que provienen de las regiones naturales
de nuestra patria: amazonia, sierra y costa. La calidad de su escritura por sí
sola nos plantea el reto de leer su obra completa.
Néstor Espinoza nació en 1938 en el distrito de
Huacachi (ex comunidad campesina), provincia de Huari, departamento de Ancash.
Hizo estudios de Letras y Derecho en la Universidad Nacional Mayor de San
Marcos.
Ex
colaborador permanente de las páginas de opinión de los diarios Marka, Expreso,
La República de Lima.
Miembro
de la Asociación de Escritores y Poetas de Ancash (AEPA) y de la Asociación
Peruana de Literatura Infantil y Juvenil (APLIJ) y del Gremio de Escritores del
Perú (GEP).
Ha
publicado: De puño y canto (poesía proletaria, Primer premio CIED 1982, Lima),
Pequeña canción (poesía infantil, segundo puesto APLIJ 1990, Lima), Poemas
andinos (mención honrosa en el XII Concurso Nacional de Educación Horacio) y
Tierra adentro (épica andina).
Del
poemario Cántaro de canto:
Bonita
Bonita,
como una nube al sol,
como canto de paloma.
¡Qué dichoso es
mirarme,
en tus ojos negros,
con mi risa de niño!
Y qué impulso tan
grande
me trajo a ti,
como el viento a las
hojas.
Bonita,
blanca arcilla
amasada con miel
y pétalos de flor
silvestre.
Mi corazón es un
pájaro
deslumbrado,
que te dice con
delirio:
¡bonita!, ¡bonita!
Quién
Yo que sé del fresco aroma del río
en tu piel
y guardo en mi beso
el néctar más puro de flor silvestre
para ti,
te pregunto y responde
a
mi ávida pregunta de viento:
¿Quién te adora más,
la luna que besa en greda
tus negras trenzas
o yo que diluyo en tu risa
toda la enamorada arcilla de mi ser?
Embriaguez
Cuando yo beso
las tiernas mazorcas
del maíz
y tus pechos,
me embriago dos veces:
una, por ti
y otra,
por mi bella tierra
andina.
Jorge
Luis Roncal (Lima,
1956), estudió Literatura y ejerció la docencia universitaria. Publicó el
poemario Discurso de las intenciones puras (primer premio del concurso José
María Arguedas organizado por la Asociación Universitaria Nisei del Perú). En
1991 apareció su libro Canción de la esperanza.
Codirigió las revistas Disturbios y
Alma matinal. Actualmente dirige Arteidea editores, de cuya revista cultural es
coeditor.
De Canción de la esperanza:
COMPAÑERA
Vamos
amor
a acariciar
con nuestros cuerpos
la mañana
No
a dormitar
sobre la hierba
no
a perdernos
en la bruma
de la angustia
Vamos
amor
a forjar
con nuestras manos
la esperanza
De Discurso de las intenciones puras:
CONTIGO
Contigo las desgracias no son ciertas
y las dudas son fugaces
cuando tu rostro despierta brillante
ante la multitud
callan los pájaros oscuros de la tarde
no son ciertos los suicidios suaves de
la risa
y estás más allá del mundo de los
vivos
de las formas de vivir que es
despedirse pausadamente
de la infancia o tirar al mar los
sentimientos
y volver sin sobresaltos a regar las
rosas muertas
contigo no hay apuro por llegar a la
ternura
sin nostalgias y sin besos que
despidan las nostalgias
y llegas inmensa como las aves
silvestres
a controlar mis emociones
introduciendo tus ojos en mi piel
a destruir el jardín de sombras que
florece en la rutina
a armarte de canciones que desordenen
la soledad del lugar que albergó a tu
ausencia
Julio
Nelson nació en 1943
en Iquitos. Realizó estudios de Literatura en Lima, Munich y París. Residió
varios años en un distrito campesino de los Andes, el poemario Caminos de la
montaña es su primer libro publicado en 1982; luego El otro universo (1994) que
fue catalogado por la crítica como la más brillante poetización realizada hasta
la fecha sobre los Andes. También ha publicado el libro de cuentos La tierra
del Sol.
De El otro universo:
SOÑABAS
Recién edificada estaba nuestra casa
en la colina.
En verdad nos habíamos conocido no
hacía mucho
y yo no dejaba de mirarte. En el
jardín, en la luz
cegadora brillaban tus mejillas
juveniles
y tus pupilas reflejando las montañas.
Pero en donde mejor lucías era en las
habitaciones;
no puedo olvidarte caminando
suavemente
en la media luz, con silencio y
serenidad
misteriosos; serenos rielaban tus ojos
milenarios
y tu voz cantaba sosegada en la
oquedad.
Llegaban de a pocos las sombras de la
cordillera.
Encendíamos las velas y nos dábamos a
la lectura
en el silencio de la noche helada.
Te miraba de pronto: dormías
profundamente
con un libro bermellón en tus morenas
manos.
Dormías profundamente, como si no
fueras a despertar
hasta el día en que tu pueblo silente
y atormentado había cambiado por
entero
*******
Lima, febrero 2013
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