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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

viernes, 1 de julio de 2011

Opinión libre: Homenaje a Puno


Casi todo se ha dicho sobre Puno esta semana. Quiero recordar algunos hechos.


Primero, lo geográfico-histórico. Puno es la bisagra entre el Perú, Bolivia y la Argentina, la articulación natural entre el Pacífico y el Atlántico sin dañar la selva. Parece haberlo sido así en los diez mil años precolombinos y en los trescientos años coloniales. Es la cúspide del camino entre la costa del Pacífico y el Rio de la Plata. Parte del techo de Sudamérica. La puerta hacia la bajada a la pampa argentina.


Puno es probablemente el origen de los Incas. Los Incas debieron ser migrantes del Altiplano y el Gran Lago hacia el Valle Sagrado.


El Gran Altiplano con sus extensos pastos sería, si no lo tuviéramos abandonado, una de nuestras fuentes de proteínas si criásemos camélidos andinos para comer su carne baja en colesterol o si usáramos la finísima fibra de alpacas y vicuñas para vestirnos y abrigarnos. La otra fuente sería el mar, si no cocináramos el pescado para convertirlo en harina destinada a los cerdos de Europa.


Puno es la más variada, vigorosa y multicolor fuente de danzas y músicas.


Puno no sólo son aimaras y quechuas. Son también mestizos y cholos, gente industriosa, animosa, valiente. Todas las sangres.


Puno fue escenario de dos de las tres más importantes sublevaciones indígenas de nuestra historia republicana: los indios de Putina, Chupa y Samán encabezados por Juan Bustamante en 1868 y los indios de San José, Atarani y Sankoyo liderados por Teodomiro Ramírez Cueva, llamado Rumi Maqui, en 1915, o los indios de Huancané en 1923.


Excepto Rumi Maqui que escapó, todos ellos fueron asesinados en masa, baleados, quemados vivos por expediciones organizadas y justificadas desde Lima o desde el gamonalismo serrano. Fue la tierra de Juan Hipólito Pévez, uno de los fundadores del movimiento campesino moderno, y de Ezequiel Urviola, llamado por Mariátegui el prototipo del indio socialista.


Fue centro intelectual de los años veinte con el Grupo Orkopata y su animador Gamaliel Churata, quien vinculó el indigenismo, como quería Vasconcelos, con la cultura universal.


La emigración puneña ha poblado Lima, Tacna, Arequipa, Bolivia y el norte de Chile. Puno no es provinciano ni localista. Avanza hacia el mundo, se abre a la vida universal.


Sendero Luminoso no pudo con Puno. Con Cajamarca, estuvo entre los pocos departamentos andinos que Abimael Guzmán no pudo infiltrar ni dominar.


Esa montaña histórica está emergiendo de nuevo encabezada por una burguesía chola, con dinero, coraje e identidad. Claro, es cierto, está mezclada con el contrabando, la minería informal, la explotación de familiares, la corrupción. No pretendo transmitir una visión candorosa del pueblo. La emergencia de Puno es como la de Los Olivos, de Gamarra. Es una plebe y una burguesía. Es también desorden, suciedad, corrupción y violencia. Puede no gustarnos, pero es.


Díganme qué burguesía fue buena aquellos que endiosan a los franceses e ingleses sabiendo que ellos, aureolados por una historia falsa, también fueron explotadores, traficantes de opio, esclavistas, piratas, usureros, asesinos de reyes y traidores.


Los adoradores del libre mercado se escandalizan de que las mercaderías pasen las fronteras del sur cuando ellos postulan la abolición de nuestras fronteras económicas con los TLC. ¿Es bueno que exista el contrabando formal de los TLC y es malo el contrabando informal de las culebras (convoyes de camiones) que entran por Puno? ¿Es mala la contaminación de la minería informal y es buena la de la gran minería, a la que se atribuye no contaminar cuando está acabando con las lagunas de Cajamarca?


El orden, la paz, la limpieza, son buenos, indispensables, y debemos construirlos, pero no sobre la discriminación, las balas y la sangre. Si queremos ordenar a nuestro país hagámoslo entre todos y con todos. Acabemos con la política del embudo, lo ancho para mí y lo angosto para los demás.


Por eso, desde esta columna, rindo homenaje a ese coraje. A esa dignidad que les ha dicho no a los gamonales del siglo XXI y sus cómplices y sirvientes de Palacio.

Fuente: www.hectorbejar.com

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