Por Mario Castro Arenas (**)
Los representantes principales del neo-indigenismo lírico son, en mi criterio, José María Arguedas, Eleodoro Vargas Vicuña y Carlos E. Zavaleta. Arguedas publicó en 1935 la novela “Agua” que, en el primer momento, pareció filiarlo al indigenismo doctrinario, preocupado fundamentalmente por la novelización del campesino indígena en los latifundios de la sierra.
Más adelante dio a conocer “Yawar Fiesta”. Aquí, a la preocupación social mezcla el análisis del espíritu del campesino, exacerbado por la violencia de la taurina, amestizada en algunos pueblos serranos con alarmantes características dramáticas. El conflicto estalla en “Yawar Fiesta” cuando las autoridades del pueblo insisten en que el espectáculo taurino se realice conforme a la tradicional usanza hispánica y no a la manera campesina, pues en ésta el hombre enfrenta a la fiera sin ninguna protección y la fiesta deja de ser tal, para transformarse en espectacular carnicería. Aunque la acción es por momentos confusa y borrosa, Arguedas mantiene el clima de violencia que corresponde a la atmósfera genuina. “Yawar Fiesta” proporcionó vagamente los indicios de la autonomía estilística de Arguedas. Su independencia del indigenismo doctrinario se inicia a partir de la publicación del cuento corto “Warma-Kuyay” y se afirma en otros relatos breves. Arguedas se muestra profundamente lírico, íntimamente sensible al paisaje y a la ternura del alma indígena. El canto de las cuculíes, la visión de una flor silvestre, el espectáculo de una majada avanzando entre los dorados pastizales, la prematura pasión de un niño mestizo por una campesina de rosadas mejillas, le transportan líricamente. Novelista por vocación y etnólogo por profesión, Arguedas colecciona amorosamente cuando afecta a la idiosincrasia y al hábitat indígena. En su prosa, el río, la flor y la piedra adquieren categorías de mágicas deidades. Pocos escritores peruanos alcanzan la intensidad lírica y al mismo tiempo, la sobriedad de Arguedas, cuando éste describe la vida bucólica indígena. Los narradores anteriores describieron la sierra con el vocabulario preciosista y recargado del modernismo o con el lenguaje, inhábilmente manejado, del vanguardismo. Las puestas del sol eran siempre las mismas. Se jugaba alrededor de dos o tres metáforas claves, “gastadas por el uso del vulgo consonantero”. Pero Arguedas asimiló rápidamente la lección de sobriedad ofrecida por los prosistas anglosajones modernos, herederos de la técnica impresionista del “Retrato del Artista Adolescente” de Joyce.
Cumbre de la producción novelística de Arguedas, en lo que lleva publicado, es la novela “Los ríos Profundos”, editada en 1959. Es, indudablemente, la obra máxima del neo indigenismo lírico. Temáticamente, “Los Ríos Profundos” refunde viejos asuntos desarrollados en el cuento “Warma Kuyay” y la novela “Diamantes y Pedernales”. Viejos asuntos hondamente adentrados en Arguedas, pues pertenecen a su experiencia autobiográfica. Arguedas vivió varios años en una comunidad indígena. Su lengua hasta los doce años fue el quechua. El español lo aprendió después. Ahora es uno de los más serios traductores de narraciones y poemas quechuas.
Recurriendo a su procedimiento narrativo favorito, en “Los Ríos Profundos” Arguedas observa el mundo indígena y mestizo desde la perspectiva espiritual de la infancia. Así, desde la óptica de los alumnos internos de un colegio de religiosos, ofrece sucesos que fluctúan entre los descubrimientos, angustias y crueldades de los adolescentes y el mundo exterior a los muros del colegio. En este mundo se agitan furiosas chicheras en revuelta, dulces niñas pueblerinas y la rumorosa vastedad de los ríos profundos. Apremiado por su vehemencia de revelar la riqueza de la naturaleza serrana, Arguedas acopia un cúmulo valioso de informaciones; desde luego, por momentos las explicaciones interrumpen el ritmo de la acción. Las quiebras del ritmo podrían quizás justificarse por la importancia de esas referencias para la comprensión cabal de la narración.
La anécdota cede en categoría al paisaje, a la mise en scene natural, en esta novela de Arguedas. No es que la historia sea trivial o que carezca de vivacidad. No es eso. Simplemente ocurre que la trasmutación artística de la naturaleza adquiere valor estético superior a los acontecimientos. Como la selva en “Los Pasos Perdidos” de Alejo Carpentier, la serranía en “Los Ríos Profundos” de Arguedas alcanza alto nivel de idealización poética. Memorable es el pasaje en que el trompo (o zumbayllo) gira vertiginosamente y aviva en la memoria del héroe adolescente imágines y sonidos: simétricos árboles oscuros apostados cual centinelas en las quebradas; campos de alfalfa ondulando al viento; arpas vernaculares vibrando entre anónimos dedos rugosos, como en las delicadas manos de Orfeo.
“Los Ríos Profundos” es, a mi juicio, la novela peruana más importante de la última década.
(*) De su libro “De Palma a Vallejo” (Populibros Peruanos)
(**) Mario Castro Arenas. (Escritor, novelista, periodista). Como autor de quince libros de historia, estudios literarios, ciencias políticas y comunicación social, Mario Castro Arenas ha adquirido renombre en la intelectualidad hispanoamericana. Entre sus principales obran sobresalen los estudios literarios “De Palma a Vallejo”, La novela peruana y La evolución social, El cuento hispanoamericano, Guerrilleros de la novela y Tres versiones del Rey Lear. Su obra “El pensamiento político” es texto obligado en universidades panameñas y “El periodismo y la novela comtemporánea”, obra con la que obtuvo el doctorado en Ciencias de la Comunicación, figura igualmente en las escuelas de periodismo del hemisferio. Dedes muy joven ejerció el periodismo. Fue director de los Diarios “La Prensa” y “Correo” de Lima; Subdirector de “El Panamá América”; Director de la revista venezolana “Momento” del Bosque de Armas, donde trabajaron Gabriel García Márquez, Plinio Apuleyo Mendoza y Carlos Rangel y de “Vistazo Internacional de Panamá”. Ha dictado conferencias en universidades e instituciones culturales de Europa y América Latina. En la diplomacia se agitó como embajador del Perú en Panamá y embajador en misión especial en España, Corea del Sur, Marruecos, Colombia, México y Argentina. En Panamá ha sido asesor del Ministerio de Relaciones Exteriores y se ha desempeñado también como embajador en misión especial en numerosos países del Continente y Europa. Ha recibido entre diversas condecoraciones la Orden Vasco Núñez de Balboa de Panamá, la del Sol Luciente de Corea del Sur, La Marina de Guerra del Perú, etc. Pertenece a la Asociación de Escritores de Venezuela, la Asociación Nacional de Escritores y Artistas del Perú, la Comunidad de Escritores de México y el Pen Clun Sección Panamá. (Tomado de: Castro Arenas, Mario. Guerrilleros de la novela / Mario Castro Arenas. -- Lima, Perú: CONCYTEC, c1992).
Más adelante dio a conocer “Yawar Fiesta”. Aquí, a la preocupación social mezcla el análisis del espíritu del campesino, exacerbado por la violencia de la taurina, amestizada en algunos pueblos serranos con alarmantes características dramáticas. El conflicto estalla en “Yawar Fiesta” cuando las autoridades del pueblo insisten en que el espectáculo taurino se realice conforme a la tradicional usanza hispánica y no a la manera campesina, pues en ésta el hombre enfrenta a la fiera sin ninguna protección y la fiesta deja de ser tal, para transformarse en espectacular carnicería. Aunque la acción es por momentos confusa y borrosa, Arguedas mantiene el clima de violencia que corresponde a la atmósfera genuina. “Yawar Fiesta” proporcionó vagamente los indicios de la autonomía estilística de Arguedas. Su independencia del indigenismo doctrinario se inicia a partir de la publicación del cuento corto “Warma-Kuyay” y se afirma en otros relatos breves. Arguedas se muestra profundamente lírico, íntimamente sensible al paisaje y a la ternura del alma indígena. El canto de las cuculíes, la visión de una flor silvestre, el espectáculo de una majada avanzando entre los dorados pastizales, la prematura pasión de un niño mestizo por una campesina de rosadas mejillas, le transportan líricamente. Novelista por vocación y etnólogo por profesión, Arguedas colecciona amorosamente cuando afecta a la idiosincrasia y al hábitat indígena. En su prosa, el río, la flor y la piedra adquieren categorías de mágicas deidades. Pocos escritores peruanos alcanzan la intensidad lírica y al mismo tiempo, la sobriedad de Arguedas, cuando éste describe la vida bucólica indígena. Los narradores anteriores describieron la sierra con el vocabulario preciosista y recargado del modernismo o con el lenguaje, inhábilmente manejado, del vanguardismo. Las puestas del sol eran siempre las mismas. Se jugaba alrededor de dos o tres metáforas claves, “gastadas por el uso del vulgo consonantero”. Pero Arguedas asimiló rápidamente la lección de sobriedad ofrecida por los prosistas anglosajones modernos, herederos de la técnica impresionista del “Retrato del Artista Adolescente” de Joyce.
Cumbre de la producción novelística de Arguedas, en lo que lleva publicado, es la novela “Los ríos Profundos”, editada en 1959. Es, indudablemente, la obra máxima del neo indigenismo lírico. Temáticamente, “Los Ríos Profundos” refunde viejos asuntos desarrollados en el cuento “Warma Kuyay” y la novela “Diamantes y Pedernales”. Viejos asuntos hondamente adentrados en Arguedas, pues pertenecen a su experiencia autobiográfica. Arguedas vivió varios años en una comunidad indígena. Su lengua hasta los doce años fue el quechua. El español lo aprendió después. Ahora es uno de los más serios traductores de narraciones y poemas quechuas.
Recurriendo a su procedimiento narrativo favorito, en “Los Ríos Profundos” Arguedas observa el mundo indígena y mestizo desde la perspectiva espiritual de la infancia. Así, desde la óptica de los alumnos internos de un colegio de religiosos, ofrece sucesos que fluctúan entre los descubrimientos, angustias y crueldades de los adolescentes y el mundo exterior a los muros del colegio. En este mundo se agitan furiosas chicheras en revuelta, dulces niñas pueblerinas y la rumorosa vastedad de los ríos profundos. Apremiado por su vehemencia de revelar la riqueza de la naturaleza serrana, Arguedas acopia un cúmulo valioso de informaciones; desde luego, por momentos las explicaciones interrumpen el ritmo de la acción. Las quiebras del ritmo podrían quizás justificarse por la importancia de esas referencias para la comprensión cabal de la narración.
La anécdota cede en categoría al paisaje, a la mise en scene natural, en esta novela de Arguedas. No es que la historia sea trivial o que carezca de vivacidad. No es eso. Simplemente ocurre que la trasmutación artística de la naturaleza adquiere valor estético superior a los acontecimientos. Como la selva en “Los Pasos Perdidos” de Alejo Carpentier, la serranía en “Los Ríos Profundos” de Arguedas alcanza alto nivel de idealización poética. Memorable es el pasaje en que el trompo (o zumbayllo) gira vertiginosamente y aviva en la memoria del héroe adolescente imágines y sonidos: simétricos árboles oscuros apostados cual centinelas en las quebradas; campos de alfalfa ondulando al viento; arpas vernaculares vibrando entre anónimos dedos rugosos, como en las delicadas manos de Orfeo.
“Los Ríos Profundos” es, a mi juicio, la novela peruana más importante de la última década.
(*) De su libro “De Palma a Vallejo” (Populibros Peruanos)
(**) Mario Castro Arenas. (Escritor, novelista, periodista). Como autor de quince libros de historia, estudios literarios, ciencias políticas y comunicación social, Mario Castro Arenas ha adquirido renombre en la intelectualidad hispanoamericana. Entre sus principales obran sobresalen los estudios literarios “De Palma a Vallejo”, La novela peruana y La evolución social, El cuento hispanoamericano, Guerrilleros de la novela y Tres versiones del Rey Lear. Su obra “El pensamiento político” es texto obligado en universidades panameñas y “El periodismo y la novela comtemporánea”, obra con la que obtuvo el doctorado en Ciencias de la Comunicación, figura igualmente en las escuelas de periodismo del hemisferio. Dedes muy joven ejerció el periodismo. Fue director de los Diarios “La Prensa” y “Correo” de Lima; Subdirector de “El Panamá América”; Director de la revista venezolana “Momento” del Bosque de Armas, donde trabajaron Gabriel García Márquez, Plinio Apuleyo Mendoza y Carlos Rangel y de “Vistazo Internacional de Panamá”. Ha dictado conferencias en universidades e instituciones culturales de Europa y América Latina. En la diplomacia se agitó como embajador del Perú en Panamá y embajador en misión especial en España, Corea del Sur, Marruecos, Colombia, México y Argentina. En Panamá ha sido asesor del Ministerio de Relaciones Exteriores y se ha desempeñado también como embajador en misión especial en numerosos países del Continente y Europa. Ha recibido entre diversas condecoraciones la Orden Vasco Núñez de Balboa de Panamá, la del Sol Luciente de Corea del Sur, La Marina de Guerra del Perú, etc. Pertenece a la Asociación de Escritores de Venezuela, la Asociación Nacional de Escritores y Artistas del Perú, la Comunidad de Escritores de México y el Pen Clun Sección Panamá. (Tomado de: Castro Arenas, Mario. Guerrilleros de la novela / Mario Castro Arenas. -- Lima, Perú: CONCYTEC, c1992).
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