Por:
César Enrique Chávez Aliaga [1]
El
Claustro Pleno realizado hoy por la mañana en la Universidad Nacional de
Cajamarca, ha constituido una verdadera apología a la insensatez, un panegírico
a la carencia de sentido de proporción, un monumento a la trivialidad,
una muestra incontrastable de la orfandad de perspectiva amplia, en fin,
un testimonio elocuente e ingrato de la ausencia de una concepción de la
universidad y la dimensión de sus problemas.
¿Por
qué esta opinión tan negativa del mecanismo más “democrático” que tiene nuestra
universidad? Simple. Habría que recordar – en primera instancia – que la
Universidad Nacional de Cajamarca ocupa un lugar denigrante en el Ranking de
universidades peruanas. Luego, habría que recordar las opiniones, pedidos,
reclamos, etc. que los miembros de la comunidad universitaria propusieron como
principales puntos de agenda para ser tratados por la magna asamblea. Y es que,
aunque parezca increíble, casi todas las intervenciones hablaron de necesidades
tan superfluas, que cualquiera diría que quienes las proferían eran cualquier
cosa, excepto miembros de una institución universitaria: “necesitamos cortinas
para nuestras aulas”, “es urgente la construcción de un baño para el sindicato
de docentes”, “las paredes de mi facultad no han sido pintadas desde que
ingresé y ya estoy a punto de terminar mi carrera”, “es necesario que se amplíe
el servicio de movilidad universitaria, considerándose una ruta a Baños del
Inca”, etcétera, etcétera, etcétera. ¡Joder!
No
entiendo. La Universidad Nacional de Cajamarca es prácticamente inexistente en
lo que a producción científica se refiere, y, ¿nosotros estamos
preocupados por la adquisición de cortinas para nuestras aulas? Nuestros
laboratorios y bibliotecas se ahogan en el océano de la obsolescencia, y,
¿nosotros clamamos porque se construya un baño? Los currícula no responden a un estudio
científico de la realidad regional, y, ¿es una prioridad pintar las paredes de
una facultad? Se me viene a la mente un poema de Vallejo: “Un hombre pasa con un pan al hombro/
¿voy a escribir, después, sobre mi doble?” Ese es el
problema: ausencia del sentido de proporción. Incoherentes ganas de volar como
aves de corral, cuando se podría volar como águilas o, por lo menos, pensar en
hacerlo algún día. Ausencia de un propósito insigne, carencia de ese resorte
misterioso que – como diría el maestro Ingenieros – nos hace poner la proa visionaria hacia una
estrella y tender el ala hacia tal excelsitud inasible, afanoso de perfección y
rebelde a la mediocridad: un
ideal noble.
En
este sentido, la concepción de universidad que tenemos y el ideal de
universidad que queremos, son fundamentales para llevar una buena propuesta al
Claustro Pleno. Las propuestas hechas en el Claustro Pleno, son reflejo de la universidad
que soñamos con construir. Por eso mi indignación, porque la pobreza de nuestra
realidad universitaria parece haber desarrollado metástasis comprometiendo
nuestra capacidad de soñar y luchar por nuestros sueños. ¿Qué universidad
ambiciona aquel que cree que en un Claustro Pleno debe decidirse comprar
cortinas? ¿En qué lugar de la lista de prioridades de la UNC debe ubicarse a la
investigación y la academia? Concepción de universidad, amplia perspectiva,
independencia de criterio, nobles ideales: he ahí la fórmula para un Claustro
Pleno de verdad; porque podemos tener el Reglamento de Claustro Pleno más
participativo y democrático del mundo, pero de nada servirá si no tenemos estos
ingredientes. Sin ellos, un Claustro Pleno podrá ser la reunión más democrática
y participativa, pero también será la más estéril, infructuosa e inútil, por
ocuparse de trivialidades.
Bien
pues, el Claustro Pleno de hoy ha sido suspendido hasta el día martes, después
de una retahíla de golpes de pecho, acusaciones, solicitudes y reclamos; unos
importantes y otros tan banales que causaban indignación. Y claro, el que no
podía ocultar su satisfacción era el Rector. Y es que, escuchar una serie
enorme de querellas, acusaciones y pedidos fatuos, resulta mucho más cómodo que
recibir críticas a su inoperancia o analizar propuestas en torno a temas
verdaderamente relevantes de los que, al parecer, el Rector no tiene la menor
idea. Tal vez tenemos el Rector que nos merecemos: una autoridad
ineficiente, a la medida de una comunidad universitaria in-exigente.
Pero
bueno, abandonando mi mala costumbre de “hacer hígado” por casi todo e
intentando rescatar un poquito de esperanza; en las líneas que siguen,
intentaremos delinear algunas cuestiones generales que podrían desembocar en
propuestas serias a tomarse en cuenta en la continuación del Claustro
Pleno del martes. Obviamente, lo primero será abandonar nuestra visión
inmediatista, que para el caso, no hace más que ponernos una venda en los ojos
y recorta nuestro panorama.
La
universidad es (debe ser), ante todo, centro de investigación. Esto implica la obligación de
organizar la investigación en función de los requerimientos del país y la
región, pensando en su desarrollo y su transformación estructural; implica
también incentivar y controlar la investigación individual de los integrantes
de la comunidad universitaria. Además, esto no será realizable si no se toman
medidas de otro orden como:
-Destinar
por lo menos el 30% del presupuesto a la investigación organizada de docentes y
estudiantes.
-Que
la titulación en las diferentes carreras profesionales sea previa culminación
de un trabajo de investigación verdadero, asignado, administrado y evaluado por
la universidad, del conjunto diverso de proyectos catalogados en función de los
objetivos de la institución y los planes de desarrollo regional y nacional, y
que el estudiante deberá cumplir durante un periodo de cuando menos dos años de
los estudios profesionales.
-Reforma
curricular que implique la incorporación de cursos de investigación durante
toda la carrera profesional.
-Implementación
de Cátedras Libres en
distintas ramas relacionadas con la investigación (filosofía de la ciencia, por
ejemplo), en el marco del Art. 176° del Estatuto y los Artículos 290° al 297°
del Reglamento General de nuestra universidad.
La
universidad debe formar profesionales bien preparados. La formación profesional debe tener en
cuenta las necesidades del país y la región. Una buena formación requiere
muchas condiciones, no obstante puede tenerse en cuenta lo siguiente:
-Modernización
de los métodos de enseñanza – aprendizaje, reemplazando el cansancio y la
pasividad de la cátedra tradicional por la libertad y el dinamismo.
-Modernización
de los métodos de evaluación. Se hace urgente un Reglamento de Evaluación,
que termine con las malas prácticas evaluativas y la “atelia evaluativa”.
-Reforma curricular seria,
basada en un estudio científico de la realidad regional y a través de Jornadas Curriculares
en las que participen alumnos, docentes, colegios profesionales y sector
empresarial. Nunca más, reformas curriculares desde un escritorio y de espaldas
a la realidad.
-Terminar con las “invitaciones” de
docentes por compadrazgo. Se invita a docentes sin más mérito
que ser amigo de las autoridades. La invitación ha sido tergiversada
escandalosamente. Si hay invitaciones, éstas tienen que ser a grandes
personalidades académicas.
La
universidad necesita proyectarse a la sociedad. Llevando sus logros, sus hallazgos,
sus soluciones y recogiendo al mismo tiempo las expectativas, interrogantes y
planteamientos de la sociedad. En nuestra universidad lamentablemente, la
proyección social vive negándose a despertar del letargo burocrático, incapaz
de generar verdaderos proyectos integrales que la vinculen con la sociedad. Que
la investigación que se realiza en la universidad, sirva al desarrollo social.
Que la universidad corresponda a la sociedad que la creó.
La
autoridad en la universidad debe ejercerse con responsabilidad, con moral y con
un alto sentido de la participación. A veces somos tentados a pensar que la universidad está
siendo convertida en “botín de los audaces” o que las autoridades no responden
a las necesidades institucionales. Urge la devolución de confianza y
construcción de gobernabilidad. Para ello, podría tenerse en cuenta:
-Institucionalización del Claustro
Pleno, no sólo a nivel de Consejo Universitario, sino también a
nivel de Asamblea Universitaria, Escuela de Post Grado y Consejos de Facultad,
como parte de un proceso de construcción de una democracia verdaderamente
participativa y transparente.
-Auditoría económica y financiera, para
evidenciar problemas de corrupción y sancionar a los responsables.
Sin
duda alguna, muchos temas habrán quedado sin tratarse. La intención de estas
líneas, sin embargo, no es ser una propuesta para el Claustro Pleno, sino poner
en evidencia la necesidad de tener en cuenta los fines de la universidad y el
tipo de universidad que queremos construir, antes de formular una propuesta en
el Claustro Pleno, para evitar perdernos en temas que por su particularidad no
pueden ser objeto de una decisión o acuerdo referido a una política
institucional general. Para tratar estos problemas también habrá tiempo. Lo que
ahora corresponde es priorizar. No olvidemos lo que dice la Santa Biblia, el
libro de las edades, “…el
corazón sabio discierne el tiempo oportuno y el proceder. Porque para
cada asunto hay un tiempo y un proceder…” (Eclesiastés 8: 5 y 6).
[1]
Estudiante de la
Facultad de Derecho y Ciencias Políticas – UNC
Miembro
del Colectivo Universitario DIGNIDAD
Ex
– Secretario General de la Federación Universitaria de Cajamarca
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