Por Palujo
Cuando le
preguntaron a Gabriel García Márquez sobre el origen del cuento, respondió de esta manera: “El cuento parece ser el género natural de la humanidad por
su incorporación espontánea a la vida cotidiana. Tal vez lo inventó sin saberlo
el primer hombre de las cavernas que salió a cazar una tarde y no regresó hasta
el siguiente día con la excusa de haber librado un combate a muerte con una
fiera enloquecida por el hambre…”.
Toda cultura
tiene sus propias anécdotas, relatos, leyendas y sus cuentos que van pasando de
generación en generación, para deleite de todos y en especial de los más
pequeños. Sucre también los tiene.
El primer
cuento que recuerdo lo escuché en el año 1964, cuando aún tenía cinco años de
edad. Congregados todos mis hermanos en torno a mi señora madre; sentados sobre
una cama amplia que ocupaba casi la totalidad de su pequeño dormitorio,
escuchábamos e imaginábamos atentos el desfilar de duendes y de príncipes
encantados.
Aunque la
historia de nuestro pueblo es muy rica, poco se ha escrito de ella; y menos aún
en forma de cuento o relato. Nazario Chávez Aliaga, en su libro “El Huauco”
(1940), escribió de algunos hechos históricos importantes y de varios
personajes anecdóticos sucrenses, pero ninguno en forma de cuento o relato.
Hubiéramos querido que abundara en detalles de aquellos hechos suscitados en la
Plaza mayor de Sucre donde, lamentablemente, muriera, herido de bala, su
abuelo; así como de la invasión de los Montoneros en la que el pueblo demostró
su valor defendiendo su soberanía y honor. Ahora, como es lógico, Nazario
Chávez A., forma parte de nuestra historia, como uno de sus notables caciques.
Pero, éste ilustre sucrense, no fue el único que sobresalió en nuestro
distrito, hubo otros caciques que, como él, recibieron los halagos y las
críticas de parte de sus contemporáneos por su coraje, ya sea para enfrentar la
vida diaria o para resolver los “problemas” en los que nuestro pueblo siempre
estuvo inmerso. Y como en todo lugar, grande o pequeño, existen los caciques
(malos o buenos), así también encontramos a otros personajes no menos
interesantes como son los “cuenteros”, los “cuenta cuentos” o “recitadores de
cuentos” que, incluso, a veces, eran los mismos protagonistas que narraban a
sus hijos, amigos o vecinos sus propias hazañas o experiencias, agregándole o
quitándole algo después de regresar de cada “viaje” (negociantes: bambachos,
arrieros y otros).
Podemos
imaginarnos a esos cuentistas o cuenteros; ancianos(as) que aprovechando
cualquier reunión (velorios, reuniones de “cumas” para tejer sombrero o de las
“mincas” para la siembra o la cosecha), demostraban su innato don de
entretener. Si no ¿cómo nos hubiéramos enterado y cómo hubiéramos comparado,
justamente, episodios que, incluso, no fueron escritos o si lo fueron lo
hicieron de forma indirecta, interesada e incompleta, como aquel donde
sucrenses acaballados invadieron Celendín cual película de vaqueros, siendo las
heroínas las señoras Felicita Rodríguez y doña Rosa Marín? De igual modo las
hazañas de “DIABLO CANTANA”; el movimiento liderado por don Manuel Quevedo
Reyna para oponerse al sometimiento que intentaron hacer los celendinos contra
nuestro pueblo so pretexto de una ley vial en 1,928; y otro hecho trascendental
en la vida de nuestro pueblo sucedido en 1970, contra un mal director del
colegio San José llamado Mario Avalos Linier. ¿Cómo hubiéramos podido saber de
todo esto si alguien no nos lo hubiera contado?
Los cuentos
no son totalmente producto de invenciones imaginativas, sino de acontecimientos
reales que, como pasa en el relato, un pueblo recoge y guarda porque esos
acontecimientos significan lecciones que más tarde formarán su base, su moral,
su ética, etc.
Conocemos
varios personajes con esta habilidad de “contar cuentos” y sin la intención de
pasar por alto a nadie, quiero mencionar algunos de ellos como al señor
Edilberto Escalante apodado “Lanro Zagalejo” que trabajaba para don Leoncio
Aliaga y que según dicen era el “alma” de los velorios porque ¡hay de aquél que
escuchaba un cuento suyo! ¡¡ya no podía dormir!! También tenemos a don
Popelicio o Pompeyo Chávez y más cerca a don Julio Aliaga conocido como “Julio
Borera”, ambos de aguda imaginación que se caracterizaban por narrar anécdotas
y cuentos que despertaban humor e hilaridad principalmente por sus finales
increíbles.
El profesor
Onésimo Silva no se quedaba atrás en éste arte, y nos entretenía (y entretiene
aún al que lo visita en Lima) en el salón de clase, enseñándonos la historia
como un hermoso cuento donde exaltaba las virtudes de los personajes como la
generosidad de don José de San Martín y la vanidad y orgullo exagerados del
libertador Simón Bolívar; pero también, dicho profesor, era un virtuoso
contador de cuentos fantásticos en los velorios donde, disimuladamente, lo rodeaban
grandes y pequeños para escuchar sus cuentos de hadas, sus narraciones heroicas
y las de terror que eran las que más impactaban. Y qué decir de su colega el
profesor Wilfredo Merino que también tenía lo suyo y se emocionaba contando la
historia de un bandido que asaltaba a los “Bambachos" o negociantes de ese
tiempo y que gracias al coraje de uno de ellos, don Edilberto apodado “Sarago”
o Leopoldo, del barrio de Minopampa, fue capturado.
Actualmente
tenemos a don Timoteo Díaz que es un excelente contador de cuentos con un
repertorio extenso que ya quisiera tener un escritor para su mejor libro.
Por eso los
cuentos que primero se escribieron fueron de aquellas anécdotas que pasaron de
boca en boca, de los “sucedidos”, de los pequeños hechos de personas
particulares. Existe, por ejemplo, el cuento titulado “AGÁRRATE ZARCO”, escrito
por don Juan L. Rocha en “LA VOZ de SUCRE” en 1945 (Nazario Chávez también
menciona este hecho del folclore sucrense); por otro lado está el cuento “SI;
USTED SI LO SABÍA” publicado en el periódico LUCERO DE LA QUINTILLA, hecho que
pinta de cuerpo entero la personalidad del verdadero huauqueño. El cuento “EL
BRILLANTE” que es la historia de un legendario toro arisco, hecho real que fue
recogido por el profesor Gutenberg Aliaga Zegarra en su libro “LA FLOR DEL
FLORIPONDIO”. De éste escritor sucrense leímos recientemente un relato
publicado en el bimensuario KARUACUSHMA titulado “HOMBRES DE ANTAÑO” y que,
como el anterior, esta basado en hechos reales y es preámbulo de un nuevo libro en el que, según su autor, se plasmarán acontecimientos de la historia de los
hombres que vivieron en nuestro Sucre cuando aún se llamaba Huauco.
Están
también las publicaciones a las que nos tiene acostumbrado el señor Máximo
Sánchez (SACHAMA) que son verdaderas joyas nacidas en la profundidad de su
espíritu querendón como lo es la fresca IRIKANA con su “Misha mantequera” y
otras vivencias donde nos recuerda los arcaísmos o frases olvidadas y
costumbres auténticas de los que fueron nuestros abuelos, bisabuelos y
tatarabuelos. De igual manera la revista EL LABRADOR, que puntualmente sale los
mayos, publicó un ameno y cálido cuento, “EL TÍO FIDEL”, escrito por el
profesor Hebert Reyna Zegarra.
El cuento,
plasmado gracias a los “cuenteros”, “cuenta cuentos” o “recitadores de
cuentos”, es importante porque explica el mundo y la vida, porque transmite la
experiencia y los conocimientos, porque critica a la propia sociedad en que
vivimos; porque, dentro de la literatura, es uno de los grandes instrumentos
que forjan una base sólida para el desarrollo de la cultura de un pueblo. Es
por todo ello que debemos rescatar y difundir los aportes que estos personajes
han dado a la cuentística y a la cultura sucrense.
“En el mundo
del cuento, dice Víctor Montoya, todo es posible, pues tanto el transmisor como
el receptor saben que el cuento es una ficción que toma como base la realidad,
pero que en ningún caso es una verdad a secas”.
Preguntémonos
ahora: ¿Y si esto es un cuento?
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