Enrique Fernández - Maldonado Mujica
De pronto el país se ve amenazado por el “radicalismo”,
“extremismo” o “estatismo” de un candidato con chance de ganar la
presidencia. Ahora todos los candidatos se pelean por enfrentarlo en
segunda vuelta, e intentan hacerlo infundiendo miedo a la población, sin
importarles el impacto del “terrorismo financiero” en los bolsillos de
la gente.
Un efecto no previsto del envilecimiento de la política es que visibiliza los polos ideológicos y sus contradicciones. ¿Qué significa ser radical y extremista en la política peruana?
A inicios del siglo pasado “radicales” fueron los primeros núcleos anarcosindicalistas que se organizaron para exigir ocho horas de trabajo, y poco después las luchas apristas por su legalización política. En los ochenta Sendero Luminoso llevó a extremos la radicalidad, involucrando al Estado y a la sociedad peruana en una espiral de violencia con resabios en la política de nuestros días.
Hoy día la derecha recurre a estos epítetos para deslegitimar sectores que no se alinean con el modelo económico, o que plantean críticas a su funcionamiento. Su objetivo es “eliminar” al adversario, desaparecerlo.
EpítetosPara eso manipulan a la opinión pública asociando desorden, crisis económica y autoritarismo con la figura de un “enemigo” construido a la medida. Estrategia que nace con Fujimori y Montesinos, pero que toma forma ideológica con el perro del hortelano de García.
Las acusaciones contra Humala incluyen el mote de chavista y velasquista. Aluden a la impronta autoritaria del nacionalismo, y al riesgo de perder “lo avanzado” los últimos años.
No aportan pruebas, pero introducen parámetros dudosos que no se irritan con la posibilidad del Fujimorismo en segunda vuelta. Para estos sectores un eventual triunfo de la mafia parece no ser una regresión para el país.
Las acusaciones de estatismo tienen una alta carga ideológica. Se cuestiona la posibilidad de un Estado con capacidad para orientar la economía y favorecer el desarrollo.
Como si las economías industrializadas, con gobiernos activos en la planificación del crecimiento y la distribución del ingreso, fueran por defecto autoritarios. ¿Son menos democráticas estas sociedades?
¿No se produjo la reciente crisis económica internacional precisamente por la ausencia de una debida regulación estatal en los sistemas financieros?
La verdad
El temor que esconden estos ataques lo motivan factores distantes a la estabilidad o institucionalidad democrática. El más elocuente está vinculado con la continuidad del modelo, y la necesidad de frenar cualquier intento de cambio. Otro menos explícito tiene que ver con el pacto de impunidad que el APRA pretende negociar con el próximo gobierno.
Con todo, cabe preguntarnos dónde están realmente los radicalismos y extremismos en el país. ¿Es “radical” un proyecto político que compite dentro de las reglas de la democracia proponiendo una visión distinta a la de los grupos de poder, que corren a las embajadas para interferir en procesos eleccionarios?
¿No resulta “extremista” abrir totalmente nuestros mercados a las importaciones chinas, europeas y norteamericanas, a sabiendas que la brecha tecnológica, económica y social nos expone a una competencia desigual y lesiva para los productores locales?
¿No resulta “estatista” encarar los conflictos sociales con represión y persiguiendo dirigentes y líderes sociales? ¿Quiénes son los radicales y quiénes los moderados en la política peruana?
Un efecto no previsto del envilecimiento de la política es que visibiliza los polos ideológicos y sus contradicciones. ¿Qué significa ser radical y extremista en la política peruana?
A inicios del siglo pasado “radicales” fueron los primeros núcleos anarcosindicalistas que se organizaron para exigir ocho horas de trabajo, y poco después las luchas apristas por su legalización política. En los ochenta Sendero Luminoso llevó a extremos la radicalidad, involucrando al Estado y a la sociedad peruana en una espiral de violencia con resabios en la política de nuestros días.
Hoy día la derecha recurre a estos epítetos para deslegitimar sectores que no se alinean con el modelo económico, o que plantean críticas a su funcionamiento. Su objetivo es “eliminar” al adversario, desaparecerlo.
EpítetosPara eso manipulan a la opinión pública asociando desorden, crisis económica y autoritarismo con la figura de un “enemigo” construido a la medida. Estrategia que nace con Fujimori y Montesinos, pero que toma forma ideológica con el perro del hortelano de García.
Las acusaciones contra Humala incluyen el mote de chavista y velasquista. Aluden a la impronta autoritaria del nacionalismo, y al riesgo de perder “lo avanzado” los últimos años.
No aportan pruebas, pero introducen parámetros dudosos que no se irritan con la posibilidad del Fujimorismo en segunda vuelta. Para estos sectores un eventual triunfo de la mafia parece no ser una regresión para el país.
Las acusaciones de estatismo tienen una alta carga ideológica. Se cuestiona la posibilidad de un Estado con capacidad para orientar la economía y favorecer el desarrollo.
Como si las economías industrializadas, con gobiernos activos en la planificación del crecimiento y la distribución del ingreso, fueran por defecto autoritarios. ¿Son menos democráticas estas sociedades?
¿No se produjo la reciente crisis económica internacional precisamente por la ausencia de una debida regulación estatal en los sistemas financieros?
La verdad
El temor que esconden estos ataques lo motivan factores distantes a la estabilidad o institucionalidad democrática. El más elocuente está vinculado con la continuidad del modelo, y la necesidad de frenar cualquier intento de cambio. Otro menos explícito tiene que ver con el pacto de impunidad que el APRA pretende negociar con el próximo gobierno.
Con todo, cabe preguntarnos dónde están realmente los radicalismos y extremismos en el país. ¿Es “radical” un proyecto político que compite dentro de las reglas de la democracia proponiendo una visión distinta a la de los grupos de poder, que corren a las embajadas para interferir en procesos eleccionarios?
¿No resulta “extremista” abrir totalmente nuestros mercados a las importaciones chinas, europeas y norteamericanas, a sabiendas que la brecha tecnológica, económica y social nos expone a una competencia desigual y lesiva para los productores locales?
¿No resulta “estatista” encarar los conflictos sociales con represión y persiguiendo dirigentes y líderes sociales? ¿Quiénes son los radicales y quiénes los moderados en la política peruana?
Fuente: Diario La Primera 3 de abril 2011
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