Por Elmer Castillo Díaz
La tranquilidad de un pueblo
pequeño se vio perturbada por la llegada de cientos de sus hijos este
mes de Mayo. Del doce al dieciséis (los días principales) del presente
mes, se celebraron las fiestas patronales en honor a su santo patrón,
San Isidro Labrador y de los aniversarios de la Escuela Andrés Mejía
Zegarra, 82427 y del Colegio mixto “San José” de Sucre. Algunos
regresaban de muchos años, otros parecieran vivir en Sucre pese a que
su ausencia es de algunos meses, los sucreños que viven en Cajamarca
dan un pequeño salto para encontrarse con los suyos este mes arrollador
de encuentros y satisfacciones familiares, fraternas y personales.
Recién en estos días, el organismo como que se siente recuperado de tanta farra y desenfreno incontenibles por cuatro días consecutivos, “sin sacarlo”, “de boleto”, antes mucho, el síndrome de abstinencia a lo que nos sometemos por nuestro propio gusto después de los días de juerga, es terrible, sencillamente apocalíptico. De eso hablaremos al final.
En algunas Witotadas anteriores he hablado mucho de la familiaridad existente en Sucre. De alguna manera casi todos provenimos de una sola familia, así que no es nada raro escuchar saludarse casi a todos con un “primo(a)”, “tío(a)”. Cuando uno sale esos días a caminar, siempre se va a encontrar con uno de ellos que es simpatizante de lo baquiano y para reencontrarse, qué mejor que un par de espirituosas, y, que sigan muchas más. Y no son dos o tres, a veces se llega a la docena de amigos, primos, sobrinos, tíos que se encuentran en una reunión muy de mañana….alargándose peligrosamente hasta altas horas de la madrugada siguiente. Sabes con quiénes y dónde comienzas a brindar, pero es difícil que te acuerdes con quién y dónde estuviste, los nubarrones oscuros de la mente apenas recuerdan, de lo que si estás seguro, es que lo has pasado sensacional.
Los días se suceden de manera parecida y vertiginosa, las mismas calles, el sol serrano calentando las molleras, así salimos otra vez; bañados, cambiados, con lentes oscuros, un poco de colonia, chicles para el tufillo mañanero (y que siga la jarana). Encontrándonos con aquellos que salen al igual que nosotros en busca de amistad, de recuerdos, de un abrazo amigo…de alguna noviecita, aunque sólo sea para mirarla de lejos pasar, y volver a recordar. Las reuniones baquianas son pan de cada día, todas las cantinitas están llenas de conocidos, si sales a “achicar la bomba” porque no tienen baño, al pasar por la cantina del costado sale alguien a invitarte a tomar un cañazo, una cerveza, un whisky, o, simplemente un cigarrillo. A las finales es un gran abrazo de todos, no hay rico, pobre, testarudo, sabio, chico, grande, enternado o con un simple , sólo hay el sosiego y el remanso de estar con los amigos. A todos los que estuvieron reunidos conmigo, ese abrazo fraterno de agradecimiento, por regalarme un poco de su tiempo.
La noche de la víspera, los mayordomos se lucieron, el cielo claro y estrellado del Huauco se iluminó por algunas horas a base de bombardas, castillos, cataratas… (Sí los recuerdo, a pesar de que algunos digan, “dónde habrá estado encantinado el Negro y dizque ya vio los castillos”), aunque no lo crean, son varios años que los estoy viendo. Alguien por ahí comentaba, medio en broma y en serio (algún envidioso debe haber sido), “…cómo no van a estar tan lindazos los castillos, si han sido cuatrocientos mayordomos, a ciento cincuenta lucas cada uno, antes debería ser mejor”, a lo que argüí, “si lo hacen más bonito, queda feo”. Puedo asegurar que estuvieron a la altura del Patrón. El tema del por qué se tira tanto dinero al aire, es otro tema, los acuciosos investigadores se encargaran de eso…a mi me queda la satisfacción de haberlos visto.
El quince, día central. El pueblo entero se engalana, hoy saldrá San Isidro por sus calles cargado en andas. Después de un año de encierro, saldrá a expiar a los pecadores, a aquellos que le han perdido el respeto. Todos bajan la cabeza a su paso, o, lo levantas para mirar su rostro adusto y decirle: “quiero paz Viejo, nada más”. Los más costosos ternos salen del baúl, oliendo un poco a naftalina; los chuzos brillando; las colonias se confunden con el olorcillo característico de las chelas de la madrugada; la banda de músicos traídos para la ocasión sudan como demonios por el sol abrasador (en especial el del bombo y el de la tuba); las damas muy elegantes soportando a duras penas los tacos altos…el Patrón sigue su paseo, observando todo y a todos. Dicen que el anda pesa mucho, sonreí al escuchar un comentario, “ahhh burro para pesar el anda”, los que cargan deben sufrir mucho, creo que es suficiente para purgar los pecados…hasta que llega a su morada a las cuatro de la tarde. Y siguen los ágapes, los brindis, los recuerdos…hasta los insultos a las autoridades que “no hacen nada por su pueblo”.
Llega la noche, se acaban las fiestas, el último baile en el Palacio Municipal…los visitantes van llegando de a pocos a la Plaza de Armas. El local está a punto de explotar, los bailarines se lucen, la orquesta hace lo imposible y posible para que la gente se divierta bailoteando hasta el cansancio. Las cajas de cerveza corren cual agua de La Quintilla, a borbotones. Los bailes modernos (reguetón, rap…) es pedida por los jóvenes a la orquesta del tabladillo, felizmente la gente mayor es mayoría y las cumbias y salsas entran a tallar, los muchachitos pueden esperar, ¡Qué carambas!...pocas peleas, el ímpetu de los mancebos se calma por el buen comportamiento de los veteranos, y, de los serios y extraños policías mandados por la superioridad para reforzar el escaso y recio (por Vigo) personal de la Comisaría de Sucre. No hace frío, hay más de quinientas personas en el local, aunado a las espirituosas y el humo de los cigarrillos…el ambiente hierve…
Dieciséis de Mayo, diez de la mañana. La plana mayor del Colegio San José, vestidos con elegancia y uniformidad, dan la bienvenida a los ex alumnos y visitantes, que llegan con toda la resaca del mundo (con el sol alto salieron hace tres horas); al aniversario número cuarenta y seis (ya está tío el colegio, pero muchachito frente al viejo San Ramón). Prosas y bien vestidos (tienen toda la razón del mundo) se los ve a la promoción “San Isidro Labrador” coordinar sus acciones, no muy jóvenes los que cumplían sus Bodas de Plata ¿eh? Por ahí pasa un buen amigo, ¡Carambas, qué chic!.. “Colegiooo, atencióóóóóónnnnn”, se escuchó al brigadier…los brindis seguramente habrán seguido hasta el día siguiente, no estuve…qué pena, mi cuerpo no pudo más. Felicitaciones a la promoción, a todos (a usted también señor Alcalde), se vio organización y sigue vivo ese compañerismo colegial, de las palomilladas y las “pendejadas”…Chin-chin.
Para despedirme quisiera hablar del Síndrome de abstinencia que arriba expongo. Ahora comprendo el por qué de los alcohólicos de ser reacios a dejar el embriagadora y adictiva bebida. No sólo a mi eh, el decir; “Basta, hoy se acabó la borrachera” produce en nuestro organismo la más cruel de las torturas. El corazón se acelera y el miedo escondido a que se detenga es insufrible; el Sistema Nervioso y la cabeza tintineando hasta la desesperación, esperando el momento de convertirnos en orates; ni hablar del Sistema Digestivo…totalmente herido, sangrando; manos temblorosas, calambres por todos los resquicios musculares; y un sentimiento de culpa capaz de tumbarnos con un buen libro en una pradera verde, debajo del sauce llorón, queriendo morir. Mayo es un buen mes para morir…, recordar, amar y sufrir.
Y faltan las corridas…
Recién en estos días, el organismo como que se siente recuperado de tanta farra y desenfreno incontenibles por cuatro días consecutivos, “sin sacarlo”, “de boleto”, antes mucho, el síndrome de abstinencia a lo que nos sometemos por nuestro propio gusto después de los días de juerga, es terrible, sencillamente apocalíptico. De eso hablaremos al final.
En algunas Witotadas anteriores he hablado mucho de la familiaridad existente en Sucre. De alguna manera casi todos provenimos de una sola familia, así que no es nada raro escuchar saludarse casi a todos con un “primo(a)”, “tío(a)”. Cuando uno sale esos días a caminar, siempre se va a encontrar con uno de ellos que es simpatizante de lo baquiano y para reencontrarse, qué mejor que un par de espirituosas, y, que sigan muchas más. Y no son dos o tres, a veces se llega a la docena de amigos, primos, sobrinos, tíos que se encuentran en una reunión muy de mañana….alargándose peligrosamente hasta altas horas de la madrugada siguiente. Sabes con quiénes y dónde comienzas a brindar, pero es difícil que te acuerdes con quién y dónde estuviste, los nubarrones oscuros de la mente apenas recuerdan, de lo que si estás seguro, es que lo has pasado sensacional.
Los días se suceden de manera parecida y vertiginosa, las mismas calles, el sol serrano calentando las molleras, así salimos otra vez; bañados, cambiados, con lentes oscuros, un poco de colonia, chicles para el tufillo mañanero (y que siga la jarana). Encontrándonos con aquellos que salen al igual que nosotros en busca de amistad, de recuerdos, de un abrazo amigo…de alguna noviecita, aunque sólo sea para mirarla de lejos pasar, y volver a recordar. Las reuniones baquianas son pan de cada día, todas las cantinitas están llenas de conocidos, si sales a “achicar la bomba” porque no tienen baño, al pasar por la cantina del costado sale alguien a invitarte a tomar un cañazo, una cerveza, un whisky, o, simplemente un cigarrillo. A las finales es un gran abrazo de todos, no hay rico, pobre, testarudo, sabio, chico, grande, enternado o con un simple , sólo hay el sosiego y el remanso de estar con los amigos. A todos los que estuvieron reunidos conmigo, ese abrazo fraterno de agradecimiento, por regalarme un poco de su tiempo.
La noche de la víspera, los mayordomos se lucieron, el cielo claro y estrellado del Huauco se iluminó por algunas horas a base de bombardas, castillos, cataratas… (Sí los recuerdo, a pesar de que algunos digan, “dónde habrá estado encantinado el Negro y dizque ya vio los castillos”), aunque no lo crean, son varios años que los estoy viendo. Alguien por ahí comentaba, medio en broma y en serio (algún envidioso debe haber sido), “…cómo no van a estar tan lindazos los castillos, si han sido cuatrocientos mayordomos, a ciento cincuenta lucas cada uno, antes debería ser mejor”, a lo que argüí, “si lo hacen más bonito, queda feo”. Puedo asegurar que estuvieron a la altura del Patrón. El tema del por qué se tira tanto dinero al aire, es otro tema, los acuciosos investigadores se encargaran de eso…a mi me queda la satisfacción de haberlos visto.
El quince, día central. El pueblo entero se engalana, hoy saldrá San Isidro por sus calles cargado en andas. Después de un año de encierro, saldrá a expiar a los pecadores, a aquellos que le han perdido el respeto. Todos bajan la cabeza a su paso, o, lo levantas para mirar su rostro adusto y decirle: “quiero paz Viejo, nada más”. Los más costosos ternos salen del baúl, oliendo un poco a naftalina; los chuzos brillando; las colonias se confunden con el olorcillo característico de las chelas de la madrugada; la banda de músicos traídos para la ocasión sudan como demonios por el sol abrasador (en especial el del bombo y el de la tuba); las damas muy elegantes soportando a duras penas los tacos altos…el Patrón sigue su paseo, observando todo y a todos. Dicen que el anda pesa mucho, sonreí al escuchar un comentario, “ahhh burro para pesar el anda”, los que cargan deben sufrir mucho, creo que es suficiente para purgar los pecados…hasta que llega a su morada a las cuatro de la tarde. Y siguen los ágapes, los brindis, los recuerdos…hasta los insultos a las autoridades que “no hacen nada por su pueblo”.
Llega la noche, se acaban las fiestas, el último baile en el Palacio Municipal…los visitantes van llegando de a pocos a la Plaza de Armas. El local está a punto de explotar, los bailarines se lucen, la orquesta hace lo imposible y posible para que la gente se divierta bailoteando hasta el cansancio. Las cajas de cerveza corren cual agua de La Quintilla, a borbotones. Los bailes modernos (reguetón, rap…) es pedida por los jóvenes a la orquesta del tabladillo, felizmente la gente mayor es mayoría y las cumbias y salsas entran a tallar, los muchachitos pueden esperar, ¡Qué carambas!...pocas peleas, el ímpetu de los mancebos se calma por el buen comportamiento de los veteranos, y, de los serios y extraños policías mandados por la superioridad para reforzar el escaso y recio (por Vigo) personal de la Comisaría de Sucre. No hace frío, hay más de quinientas personas en el local, aunado a las espirituosas y el humo de los cigarrillos…el ambiente hierve…
Dieciséis de Mayo, diez de la mañana. La plana mayor del Colegio San José, vestidos con elegancia y uniformidad, dan la bienvenida a los ex alumnos y visitantes, que llegan con toda la resaca del mundo (con el sol alto salieron hace tres horas); al aniversario número cuarenta y seis (ya está tío el colegio, pero muchachito frente al viejo San Ramón). Prosas y bien vestidos (tienen toda la razón del mundo) se los ve a la promoción “San Isidro Labrador” coordinar sus acciones, no muy jóvenes los que cumplían sus Bodas de Plata ¿eh? Por ahí pasa un buen amigo, ¡Carambas, qué chic!.. “Colegiooo, atencióóóóóónnnnn”, se escuchó al brigadier…los brindis seguramente habrán seguido hasta el día siguiente, no estuve…qué pena, mi cuerpo no pudo más. Felicitaciones a la promoción, a todos (a usted también señor Alcalde), se vio organización y sigue vivo ese compañerismo colegial, de las palomilladas y las “pendejadas”…Chin-chin.
Para despedirme quisiera hablar del Síndrome de abstinencia que arriba expongo. Ahora comprendo el por qué de los alcohólicos de ser reacios a dejar el embriagadora y adictiva bebida. No sólo a mi eh, el decir; “Basta, hoy se acabó la borrachera” produce en nuestro organismo la más cruel de las torturas. El corazón se acelera y el miedo escondido a que se detenga es insufrible; el Sistema Nervioso y la cabeza tintineando hasta la desesperación, esperando el momento de convertirnos en orates; ni hablar del Sistema Digestivo…totalmente herido, sangrando; manos temblorosas, calambres por todos los resquicios musculares; y un sentimiento de culpa capaz de tumbarnos con un buen libro en una pradera verde, debajo del sauce llorón, queriendo morir. Mayo es un buen mes para morir…, recordar, amar y sufrir.
Y faltan las corridas…
1 comentarios:
Elmer me da mucho gusto encontrate aquí y sobre todo que publiquen tus witotadas..... te felicito ya tienes otra ventana ;) Besitos Elmer con cariño....
Sip faltan las corridas que espero ya estés escribiendo un abrazo =)
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