Raúl Wiener
¿Quién le dio la autoridad a Óscar Valdés para declarar que la “Gran Transformación” era imposible, no porque no hubiera mayoría suficiente como decía Ollanta sino porque era un experimento inaceptable como otros que se hicieron en el remoto pasado, allá por la década del 70; y que el gobierno de Ollanta era en realidad una reencarnación del pragmatismo de Fujimori, pero sin golpe de Estado?
LA PRIMERA impresión podría ser, por supuesto, que el Presidente le dio cuerda para decir lo que se va configurando como su nueva lectura de la realidad y de las relaciones políticas.
LA PRIMERA impresión podría ser, por supuesto, que el Presidente le dio cuerda para decir lo que se va configurando como su nueva lectura de la realidad y de las relaciones políticas.
O sea que el primer ministro estaría hablando por Ollanta, que no se ha tomado el trabajo de desmentirlo a pesar de la gravedad de algunas de sus afirmaciones. Pero mientras Valdés se despachaba en Lima, Humala llegaba a Venezuela y, según dice, le regalaba a Chávez un libro sobre el Perú de Velasco.
¿Qué podía significar todo esto?, ¿tan contradictorio puede ser el pensamiento de una persona como para encargar a su segundo echar barro sobre una de las fuentes de sus principios originales, y seguir presentándose internacionalmente como un heredero del velasquismo?
Así que cabe otra manera de entender al premier Conga y es que ya se ha empezado a sentir lo suficientemente fuerte como para decir lo que le parezca y aparecer como la voz de un gobierno en el que el Presidente y los demás ministros se mantienen en silencio.
Después de todo, lo que pasó con el gabinete Lerner fue que en el vacío de definiciones presidenciales emergieron las disputas de interpretación entre Giesecke y Herrera, y entre Castilla y Burneo. Y el presidente nunca desmintió a nadie, hasta que mandó a casa a parte de los opinantes.
Valdés sabe que arriesga, que en algún momento su pragmatismo y su negativa a cualquier cambio resulte un factor de crisis para Ollanta Humala, pero por ahora sabe que es necesario para proyectar la imagen de dureza que el gobierno necesita para enfrentar el caso de Cajamarca y los conflictos que se vienen este año.
Que Valdés no es ningún tonto, es decir que sabe lo que hace, lo demuestran sus declaraciones que bien entendidas quieren decir que él votó naranja para que volvieran los tiempos del “buen gobierno”, con la seguridad además que para Keiko estaba vedado el camino de un nuevo golpe de Estado.
En eso además sabe que fue acompañado por lo menos por Castilla, Cornejo, Villena y Merino, y que todos ellos, pragmáticos al fin, concluyeron que si el ganador era otro había que operar sobre él antes que se le ocurra cualquier experimento.
La velocidad con la que este grupo se apoderó del gobierno y hasta del discurso oficial ha sido vertiginosa y debe haberlos sorprendido.
La maniobra de Conga, que todo indica que fue planeada para enfrentar a Ollanta con sus bases, produjo una recomposición política hacia una hegemonía derechista, tecnocrática y autoritaria. Ollanta debe haberse dicho para él mismo que no le quedaba otra alternativa.
Ahora la operación de penetración en el gobierno nacionalista ya no solo consiste en separarlo del pueblo, de su entorno más íntimo y de su familia; ahora vienen contra la parte espiritual conformada por sus creencias más íntimas.
El Presidente que juró por el espíritu de una constitución que no está vigente haciendo creer al mundo que era antes que cualquier otra cosa un hombre de principios, parece estar meditando en estos momentos qué puede hacer con un primer ministro que proclama a los cuatro vientos que Ollanta no tiene principios porque es tan pragmático como el presidente contra el que insurgió militarmente el año 2000.
¿Qué podía significar todo esto?, ¿tan contradictorio puede ser el pensamiento de una persona como para encargar a su segundo echar barro sobre una de las fuentes de sus principios originales, y seguir presentándose internacionalmente como un heredero del velasquismo?
Así que cabe otra manera de entender al premier Conga y es que ya se ha empezado a sentir lo suficientemente fuerte como para decir lo que le parezca y aparecer como la voz de un gobierno en el que el Presidente y los demás ministros se mantienen en silencio.
Después de todo, lo que pasó con el gabinete Lerner fue que en el vacío de definiciones presidenciales emergieron las disputas de interpretación entre Giesecke y Herrera, y entre Castilla y Burneo. Y el presidente nunca desmintió a nadie, hasta que mandó a casa a parte de los opinantes.
Valdés sabe que arriesga, que en algún momento su pragmatismo y su negativa a cualquier cambio resulte un factor de crisis para Ollanta Humala, pero por ahora sabe que es necesario para proyectar la imagen de dureza que el gobierno necesita para enfrentar el caso de Cajamarca y los conflictos que se vienen este año.
Que Valdés no es ningún tonto, es decir que sabe lo que hace, lo demuestran sus declaraciones que bien entendidas quieren decir que él votó naranja para que volvieran los tiempos del “buen gobierno”, con la seguridad además que para Keiko estaba vedado el camino de un nuevo golpe de Estado.
En eso además sabe que fue acompañado por lo menos por Castilla, Cornejo, Villena y Merino, y que todos ellos, pragmáticos al fin, concluyeron que si el ganador era otro había que operar sobre él antes que se le ocurra cualquier experimento.
La velocidad con la que este grupo se apoderó del gobierno y hasta del discurso oficial ha sido vertiginosa y debe haberlos sorprendido.
La maniobra de Conga, que todo indica que fue planeada para enfrentar a Ollanta con sus bases, produjo una recomposición política hacia una hegemonía derechista, tecnocrática y autoritaria. Ollanta debe haberse dicho para él mismo que no le quedaba otra alternativa.
Ahora la operación de penetración en el gobierno nacionalista ya no solo consiste en separarlo del pueblo, de su entorno más íntimo y de su familia; ahora vienen contra la parte espiritual conformada por sus creencias más íntimas.
El Presidente que juró por el espíritu de una constitución que no está vigente haciendo creer al mundo que era antes que cualquier otra cosa un hombre de principios, parece estar meditando en estos momentos qué puede hacer con un primer ministro que proclama a los cuatro vientos que Ollanta no tiene principios porque es tan pragmático como el presidente contra el que insurgió militarmente el año 2000.
Fuente: Diario La Primera, martes10 de enero 20112.
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