Por Mario Peláez
No hay duda que el arte –ese universo de la imaginación- es el mejor nutriente del espíritu. Como lo serían la religión para el alma. Y mucho más si con el arte se consolida la identidad cultural. Tal es el caso del arte popular en el Perú. Arte que se tutea con la historia. Así, la creación artística no es neutra. Nunca lo ha sido.
Quién no se ha maravillado con la creación artística en cerámica, en platería, en textilería, en mueblería, en orfebrería, en pintura, en bisutería, sombrerería. Por ejemplo, con los retablos ayacuchanos. Los hay de pureza mística (de Dios y su corte), de religiosidad social (fiestas patronales) y de motivos laicos (con evidente motivación social). Pero eso sí en todos hay un denominador común: el colorido mutante y la energía comunal. En el Cusco los niños manuelitos (haciendo alarde de las primeras sonrisas), las vírgenes de cuello largo (¿evidencia emancipadora?), las mamachas (más atentas con los afectos que con las oraciones). En Puno el Santo Cristo de cuero de vaca (con inconfundible gesto épico).
O con las cerámicas de Chulucanas, de Quinua, de Pisac que nada tiene que envidiar a los jarrones chinos y persas. O los cofres de Andahuaylas. O los sombreros celendinos (“Tan andariegos que hasta San Pedro lleva uno puesto”) o las mantas Hualhuas, los textiles chótanos y por supuesto las sin par tinajas de los shipibos.
Pero hay otra experiencia fascinante: Los talleres instalados (y los atelieres) en todos los rincones del país. En ellos se recrea la realidad tomando el pulso a la conciencia. Aquí están animando la historia indios-cholos-amazonas-afros y demás mestizos. Están en cuerpo o alma, Antero Olave, Hilario Mendivil, Santiago Rojas, Andrés Gonzáles, López Antay, Urbano Rojas, Edilberto Mérida y las celendinas de ojos verdes que tejen el mundo en cada sombrero, entre muchos otros.
Así, entonces, el arte popular en el Perú tiene una triple propuesta: embellecer, ser un arte que piensa y el de la utilidad comunal y familiar, constituyéndose en la base cultural de la identidad nacional; y a ella se suma otras creaciones. (Pero cuidado con las trampas ideológicas del multiculturalismo del Tío Sam).
Ahora bien, alguien en su sano juicio, dejaría de sumarse a la emoción y admiración del poeta Antonio Machado y del pintor Pablo Picasso por las creaciones artísticas de los paisanos de Guamán Poma de Ayala y del Inca Garcilaso de la Vega.
No olvidemos. De la creación artística nace la luz, y con ella embellecemos…
(Hasta el próximo domingo, amigo lector).
( * ) Yo no celebro el día de la madre el día domingo porque yo lo celebro todos los días…
0 comentarios:
Publicar un comentario