Para el “periodista” de la televisión yanacochina, ese que nos da vergüenza tres noches a la semana, el sueño de César Hildebrant con un mundo desnudo, en pelotas, con toda la hipocresía de los poderosos fuera del clóset, en Celendín, se va haciendo realidad. El narcisismo y la descarada traición a su pueblo con el que amanecen estos seres raros y que este individuo derrocha orgulloso en pantallas, es, francamente, digno de un record guinness. Como él, han comenzado a salir sus pares, orondos, mostrando sus ojos rojos y hocicos babeantes, a caminar por las calles y llenar la pantalla chica con su verborrea y propaganda come mierda.
No me refiero a los ricachos que cómodamente esperan se llenen sus arcas; ni a los canes sin dueño que, en las noches, deambulan buscando un poco de comida, sino a los de dos patas. Aquellos para los que el triunfo de la minera es un hecho que está a la vuelta de la esquina. Ellos sonríen con dientes de lobo; convencidos que la preocupación por su panza es digna de un beato, un apostolado; tanto así que si en algún momento los encuentras frente a frente y los miras a los ojos, no se avergüenzan como cualquier ser humano consciente de lo que hace. Al contrario, sueltan su más cínica sonrisa, contentos, porque, para estos títeres de yanacocha, lamer las botas de los verdugos del pueblo es la acción más sublime con la que soñaron. Para contentar a su amo mienten, calumnian e insultan a quienes consideran opositores a sus apetitos: ganar dinero fácil. Son los nuevos Judas que se presentan sin disfraces en el canal que la misma yanacocha solventa y hablan de beneficios a la agricultura en tierras que piensan destruir.
No me refiero a los ricachos que cómodamente esperan se llenen sus arcas; ni a los canes sin dueño que, en las noches, deambulan buscando un poco de comida, sino a los de dos patas. Aquellos para los que el triunfo de la minera es un hecho que está a la vuelta de la esquina. Ellos sonríen con dientes de lobo; convencidos que la preocupación por su panza es digna de un beato, un apostolado; tanto así que si en algún momento los encuentras frente a frente y los miras a los ojos, no se avergüenzan como cualquier ser humano consciente de lo que hace. Al contrario, sueltan su más cínica sonrisa, contentos, porque, para estos títeres de yanacocha, lamer las botas de los verdugos del pueblo es la acción más sublime con la que soñaron. Para contentar a su amo mienten, calumnian e insultan a quienes consideran opositores a sus apetitos: ganar dinero fácil. Son los nuevos Judas que se presentan sin disfraces en el canal que la misma yanacocha solventa y hablan de beneficios a la agricultura en tierras que piensan destruir.
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