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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

jueves, 27 de febrero de 2014

EL HOMBRE EN LA POESÍA DE VALLEJO (VIII)

Por Ernesto More

(Conferencia pronunciada en las Universidades del Cuzco y Arequipa, el 15 y 29 de octubre de 1954, respectivamente)

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No sé cómo el crítico José María de Romaña García, en la Revista Estudios Americanos, editada en Sevilla, pueda sostener la siguiente tesis: “Siendo inseparables español y católico, no está fuera de lugar nota: la pasión española de Vallejo, que llega hasta a poblar sus delirios últimos, solo casualmente, geográficamente, por una relativa coincidencia de mentalidad social, se centra en la España Roja; pero es evidente que su pasión va recta hacia la España auténtica y eterna”. Este crítico parece ignorar que Vallejo había estado en España infinidad de veces antes de la instauración de la República y jamás, ni personalmente en sus versos, había manifestado una pasión especial por España. Es innegable que esa pasión se prendió en él por vía política, primero, cuando asiste al advenimiento de la República, después de haber estado dos veces en Rusia, y luego, con verdadero frenesí, cuando contemplaba el desgarramiento de España que había de acabar por desangrarlo a él. Es aquí donde el hombre y el poeta se confunden en uno solo. Toda una inmensa capacidad de dolor, su infinita sed de sufrimiento encuentra repentina aplicación. Los poemas contenidos en su obra España aparta de mí este cáliz son los gritos y los alaridos del hombre ante la muerte y la injusticia. No tienen marca de gabinete silencioso: llevan más bien el acento de la calle, de la fábrica, de la trinchera, del pueblo representado en sus grandes facetas creadoras. Señala muy bien Monguió que de “la emoción producida por la guerra de España y por los dos viajes que a la Península hizo César en mil novecientos treinta y siete, procede el choque psíquico que abrió las fuentes vivas de la poesía a su atormentado corazón. Vallejo vio en la resistencia del pueblo español a la agresión de que era objeto, la posibilidad de una victoria de ese pueblo, , tras la cual, rotas sus cadenas, pudiera aplicarse a las tareas de hacer su vida más dichosa, cumpliéndose así en tierra hispánica un comienzo de la realización de la esperanza del poeta: la realización de la dicha en esta tierra, la alegría en el trabajo, la liquidación del dolor de vivir triste y aherrojado”. La enseñanza perdurable que nos deja Vallejo, el fenómeno que no debemos jamás perder de vista, la fuerza milagrosa de su poesía residen en el hecho vivo y ejemplar de su reencuentro con su Musa, a través de la vía política y social. Si queremos honrar a Vallejo, honrarlo vitalmente, debemos reflexionar sobre este fenómeno de infinita trascendencia para un pueblo como el nuestro, presa de un atroz indiferentismo político. No recuerdo quién dijo que el último acto de un hombre ilumina todo el camino recorrido por él. O lo oscurece. Si Vallejo hubiera muerto el año 1927, su poesía podría ser clasificada dentro de los anaqueles dedicados a la poesía pura. Pero después de los Poemas Humanos y de España aparta de mí este cáliz, “extrahumana de la gran fuente del cholo”, según expresión de Gonzalo More en la carta que escribió a su amigo, el Dr. Manuel Jesús Chávez Lazo, amigo, a su vez, de Vallejo. Desde ese momento trascendente, toda la poesía de Vallejo es recorrida por un tremendo sentimiento de justicia y por un inquebrantable afán de sacrificio por el bien social. Es aquí donde está toda la explicación de ese verso famoso: “En suma no poseo para expresar mi vida sino mi muerte” Y la muerte de Vallejo, no fue el fenómeno de la extinción orgánica. No se ha llegado a saber siquiera de qué murió. La muerte en Vallejo, es todo un proceso extrañamente vital, un período en que el poeta a la luz de la oscuridad de lo desconocido, identificó su espíritu con el gran hecho universal de su siglo. “Su cadáver estaba lleno de mundo”. Y lleno de mundo nadie muere.


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