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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

lunes, 20 de enero de 2014

EL HOMBRE EN LA POESÍA DE VALLEJO (V)

Por Ernesto More


(Conferencia pronunciada en las Universidades del Cuzco y Arequipa, el 15 y 29 de octubre de 1954, respectivamente)

(…)


Para Jean Cassou, el poeta  es el que logra la indivisibilidad delo individuo. Para  Jean Cocteau, el poeta es el que hace día de su nombre. Para Rilke, según me parece recordar, es el que vierte siempre las imágenes de su niñez. Estas tres definiciones del poeta convienen con justeza admirable para definir lo que fue Vallejo como poeta. En verdad, muy pocos como él, lograron, no solamente la integración del individuo, sino la totalidad del Hombre. Recuédase aquel verso: “padre y hombre, marido y hombre, ferroviario y hombre”. Para él no hay nada sin el hombre. Y no sólo logra esa integración mediante sus poesías, sino mediante la identificación de su vida con su poesía. El fuerte e irresistible encanto que ejercía su persona sobre los que le acompañaban, queda explicado por el hecho de que, viviendo simplemente, les hacía vivir  a todos  la poesía. Sin necesidad de hablar de poesía. Vallejo era un permanente  trovador de vivencias. No necesitaba de la lira ni del laud, ni del canto para inspirar estados de alma. Su vida era poesía. Un vaso de vino, un pedazo  de pan, un parco resplandor en la chimenea, un par de francos para tomar un aperitivo en la terraza de un café , un mínimo en  la vida, el brote de los árboles en la primavera de París, el aprestarse contra su zorrilla ( o sea   su amiguita) en los boulevares, una bujía enchufada en el gollete de una botella vacía y despidiendo una leve luz de los ámbitos del inmenso atelier, el recuerdo de ciertas escenas de sui niñez, de su madre, de sus hermanos, de sus amigos lejanos, nada más que eso para que Vallejo supiera ambientar vitalmente una sesión con sus amigos. Vallejo se daba íntegro en la conversación. Era indígenamente parco   en palabras, pero andinamente expresivo en sus  locuciones. Le gustaba sintetizar y resumir y no era muy afecto a la discusión, sino al cambio de ideas. Es curioso que nadie supiera insuflar en los demás tanta vida como este hombre que convivía fraternalmente con la muerte. Después de estar “con su muerte querida”, Vallejo volcaba su alegría en el corro de sus amigos. Y la volcaba mortalmente, sin ahorrar un solo   hueso. Ahora bien, esos   sus coloquios con la muerte, con “su” muerte, ¿hacen de él un poeta místico, cristiano, católico? ¿Es un místico Vallejo por haber  sabido  concentrar  en su poesía el dolor humano? ¿Es místico, cristiano y católico, por haber frecuentemente  en sus poemas las palabras dios, Cristo, Jesús, Jordán, Hostia, Epifanía, Cruz, madero, Nochebuena, Viernes Santo, Obispo, etc.?  Para  el crítico  Joisé María de Romaña Gracía, a Vallejo “se le impone su herencia católica”. También apunta el mismo crítico como dato  interesante que Vallejo era un espontáneo lector del Antiguo Testamento y del Evangelio. Agrega que su regusto bíblico llega hasta su técnica: dísticos, paralelismos, letanías, contrabalanceos. Recuérdese La Rueda del Hambriento, Altura y Palos, Trapiés  entre dos Estrellas, Redoble Fúnebre a los escombros  de Durango, Epístola a los Transeúntes, Salutación Agélica, Nómina de Huesos. El crítico  apunta suave  y tímidamente la religiosidad  de Vallejo, aunque no se atreve a formular un juicio definitivo. Todo esto no denotaañade sin embargo, una gran formación religiosa que se echará de menos en casi toda su obra. “Esta falta de formación se traducirá en la falta de poética religiosa en muchos aspectos”… No se  puede  negar  que Vallejo, como todos  los que han sido educados desde niños en el Perú, tiene en su poesía huellas profundas  no sólo del léxico, sino de la fantasía religiosa. No se puede negar que tiene un  patético acento isaíico y hasta apocalíptico. Sin embargo, está muy lejos de ser un poeta místico. Primero, porque  ha aceptado el dolor no como pasaporte para el cielo, sino     como medio para hacer resaltar en un claroscuro formidable la precaria condición humana . Y luego, acepta el dolor, porque es lo único que le queda en propiedad que no excita codicias  ni  se basa la injusticia. Y se aferra a él con todas sus fuerzas, revolucionariamente. Es un  acaparador del dolor. Si cabe  algún  deísmo en Vallejo, es a través del dolor. Para Vallejo, sólo merece ser Dios el que ha sufrido, pero Dios no ha conocido el sufrimiento.


Dios mío, si tú hubieras sido hombre
Hoy supieras ser Dios;
Pero tú, que estuviste siempre bien,
No sientes nada de tu creación.
Y el hombre si te sufre: el Dios es él.


Fotografía del Blog: http://hablasonialuz.wordpress.com/

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