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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

miércoles, 18 de diciembre de 2013

JEREZ, EN LA HISTORIA DE CELENDÍN (*)



Por: Tito Zegarra Marín

Breve y singular  nombre, Jerez, con el que se conoce a un pequeño pueblo altoandino ubicado en el distrito Huasmín, provincia Celendín, otrora, sede  de la hacienda de ese nombre, una de las más grandes e importantes de esta provincia. Pero,  el término Jerez    también alude  a  una floreciente ciudad española y a la marca de  reconocidos vinos, de allí procedentes. 

Cuando los españoles tomaron posesión del reino de los incas y se distribuyeron tierras que no les pertenecieron, adjudicaron a uno de esos aventureros  de apellido Jerez (de allí el nombre), esa inmensa hacienda (encomienda en lo formal). Fuentes escritas, caso el Informe de 1785, da cuenta que llegó a ser parte de la estancia  de Yanayacu y, hacia 1814, en pleno coloniaje todavía, formó parte de Sorochuco. Así mismo, y de acuerdo a la primitiva demarcación eclesiástica de Cajamarca, dicha hacienda  formaba parte  de la 14ª. Doctrina, dependiendo de Celendín que era cabeza de dicha doctrina. En 1862, al pasar Celendín a la categoría de provincia, la ley determinó que Jerez pertenecería a ella.  


A comienzos del siglo pasado,  la mencionada hacienda aparece como propiedad de Pedro de Orbegoso, quien  la vende a Victorino Agusti y Carmen Cabada; estos últimos, poco después, lo transfieren a sus progenitoras: hermanas Clara y Amanda Agustí. Más adelante, un sector de esta extensa propiedad  fue arrendado a  Mario Miranda, que intentó sin éxito  quedarse como dueño;  otro sector, cae en manos de Víctor Rabanal, a raíz de  las nupcias que contrae  con Clara Agusti,  sus descendientes Guido y Juan Rabanal, continuaron  como propietarios hasta los años 70, en que es afectada por la reforma agraria. Pero para ese entonces, ya había sufrido algunas desmembraciones: las extensas pampas de Jadibamba  llegaron a  manos de  Juan Publisevich y de comuneros de Chota y Bambamarca que ocuparon algunos lotes, respaldados por la injerencia  política. 

Por su magnitud territorial y algunos hechos de trascendencia histórica, la antigua hacienda  Jerez requiere ser revalorada: destacar la cría intensiva de ganado ovino, las toneladas de lana de oveja que se esquilaron, el duro sistema de obrajes que como consecuencia  se implantó  y los pañetes de lana  que de allí salieron para el vestuario del ejército libertador. También,  haber sido  el único lugar de la zona al que llegaron esclavos de raza negra  y donde  se realizaron las primeras corridas de toros. En la antigua capilla de la casa hacienda, aún permanece parte importante del hermoso retablo de bronce fundido.   
   
El Dr. Carlos Burga Larrea y moradores antiguos de esta hacienda,  caso del profesor Alamiro Vásquez Villanueva y la familia  Prado Quijano, informan que la hacienda, siendo tan grande, limitó por el norte con Pallán y Chala; por el oeste con Llaucán y Chanta; por el sur con Combayo y Sorochuco y por el este con Namo y Sendamal: en varios de esos espacios se instauró el servicio del yanaconaje, que perduró hasta mediados del siglo pasado. Formaron parte de dicha  comprensión,  entre otros, las importantes lagunas Azul, Namococha y Cortada, y los ríos Jadibamba, Sendamal  y Quengorío; tan igual, como dos recursos hídricos privilegiados: las encantadoras cataratas El Cornelio  surtidas por aguas del Jadibamba y las termales de La Viña, a orillas del río Sendamal.

Actualmente, Jerez, ocupa una fresca planicie andina. Vive de la agricultura,  ganadería y de la pluriactividad de sus pobladores. Cuenta con casi todos los servicios básicos y da señales de ser un pueblo que brega por su crecimiento, con ganas de convertirse en distrito. Allí, aún hay gotas de sangre de los Agusti (caso del actual alcalde José Marín Agusti),  también de la familia Prado, cuyas raíces van ligadas a la administración de esa gran hacienda. La historia de Celendín se nutre, en mucho,  de  ella  y su pasado. 

(*) Artìculo publicado  el martes 17 de diciembre en Panorama Cajamarquino.

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