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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

miércoles, 9 de octubre de 2013

Magaly Solier, racismo y política

Arturo Bolívar Barreto

  
El racismo siempre ha servido para justificar el interés de los grupos privilegiados o el poder dominante. Lo que la DBA (derecha bruta y achorada) no perdona en Magaly es a la artista que afirma su identidad con evidentes razonamientos y actitudes progresistas. No es un racismo gratuito. Si lo fuera, el poder empresarial y la casta privilegiada no fuera tan halagadora con el “chinito” Fujimori. Los denuestos racistas y las ollas vacías que las viejas pitucas hicieron resonar contra “ese oriental” cuando era candidato y opositor a Mario Vargas Llosa, solo duraron lo que duró la demagogia astuta del “chinito” y se hizo alumno aplicado de las recetas de Washington, de los privilegios desbordados al capital y se convirtió en  implacable sostenedor del “orden”. Entonces comenzaron a amarlo sin importarle lo “amarillo” que fuera. Ahora son fujimoristas impenitentes, añoran la fujimorización de la sociedad, ese estado donde sus privilegios se preservan mejor y se multiplican. Y lo aman más que a Vargas Llosa. También le es potable después de todo el “cholito Toledo”.  En lo que respecta a la  farándula nunca sufrieron tamaño encono y rabieta ni el cholo Tulio Loza ni el “negro” Ferrando, aquellos maestros del humor ligero y del oportunismo político. El pecado de Magaly Solier es no haberse alineado, al menos no del todo, con el mundillo mediocre  del espectáculo limeño, cuyos representantes son repetidores acríticos del status quo y viven aterrados del “mal ejemplo” de Venezuela o Bolivia. Artista mucho más libre que además se da el lujo, con esa postura, de tener el éxito internacional y ese reconocimiento a su talento que ellos no tienen, a pesar del “glamour” que pretenden.  


   El riesgo de considerar estos ataques racistas solo desde la perspectiva de un odio o intolerancia contra lo andino o lo cholo en general, es que lleve a una condena ética, moral o psicológica, que implicaría solo el cambio de actitud y de conducta de gente ignorante. Pero esta gente ignorante lo que defiende en última instancia son sus privilegios sociales y el establishment que ven amenazados con posturas ideológicas (y peligrosas) de artistas reconocidos como Magaly. Es el mismo peligro de distorsión que corren las posturas del feminismo o de las minorías gays cuando son divorciadas (y divorciadas interesadamente) del fondo social autoritario y capitalista que es el que reproduce toda suerte de marginación y discriminación.

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