Arturo Bolívar Barreto
El racismo siempre ha servido para justificar el interés de los grupos
privilegiados o el poder dominante. Lo que la DBA (derecha bruta y achorada) no
perdona en Magaly es a la artista que afirma su identidad con evidentes
razonamientos y actitudes progresistas. No es un racismo gratuito. Si lo fuera,
el poder empresarial y la casta privilegiada no fuera tan halagadora con el
“chinito” Fujimori. Los denuestos racistas y las ollas vacías que las viejas
pitucas hicieron resonar contra “ese oriental” cuando era candidato y opositor
a Mario Vargas Llosa, solo duraron lo que duró la demagogia astuta del “chinito”
y se hizo alumno aplicado de las recetas de Washington, de los privilegios
desbordados al capital y se convirtió en
implacable sostenedor del “orden”. Entonces comenzaron a amarlo sin
importarle lo “amarillo” que fuera. Ahora son fujimoristas impenitentes, añoran
la fujimorización de la sociedad, ese estado donde sus privilegios se preservan
mejor y se multiplican. Y lo aman más que a Vargas Llosa. También le es potable
después de todo el “cholito Toledo”. En
lo que respecta a la farándula nunca
sufrieron tamaño encono y rabieta ni el cholo Tulio Loza ni el “negro”
Ferrando, aquellos maestros del humor ligero y del oportunismo político. El
pecado de Magaly Solier es no haberse alineado, al menos no del todo, con el
mundillo mediocre del espectáculo
limeño, cuyos representantes son repetidores acríticos del status quo y viven
aterrados del “mal ejemplo” de Venezuela o Bolivia. Artista mucho más libre que
además se da el lujo, con esa postura, de tener el éxito internacional y ese reconocimiento
a su talento que ellos no tienen, a pesar del “glamour” que pretenden.
El riesgo de considerar estos ataques racistas solo desde la perspectiva
de un odio o intolerancia contra lo andino o lo cholo en general, es que lleve
a una condena ética, moral o psicológica, que implicaría solo el cambio de
actitud y de conducta de gente ignorante. Pero esta gente ignorante lo que
defiende en última instancia son sus privilegios sociales y el establishment
que ven amenazados con posturas ideológicas (y peligrosas) de artistas
reconocidos como Magaly. Es el mismo peligro de distorsión que corren las
posturas del feminismo o de las minorías gays cuando son divorciadas (y
divorciadas interesadamente) del fondo social autoritario y capitalista que es
el que reproduce toda suerte de marginación y discriminación.
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