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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

lunes, 9 de mayo de 2011

Historias reales y..., de la otras: LOS LIBROS BAJO LA SUELA DEL GOBERNADOR



Nos complace que continuamente se incremente el número de lectores del blog CHUNGO Y BATAN; esto se refleja -entre otras cosas-  en las solicitudes que recibimos expresando el deseo de publicar en este medio.
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Una sola condición ponemos para ello. la temática, un aceptable manejo del lenguaje y una perspectiva de crítica y cuestionamiento al status quo. El lector Amadeo Villanueva nos ha enviado varios relatos para su publicación; iniciamos hoy con el relato que acto seguido va.


LOS LIBROS BAJO LA SUELA DEL GOBERNADOR 


Amadeo Villanueva
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Néstor decidió acudir por primera vez a los predios del Despacho Privado, allí se desarrollaba una Feria de libros. Hacía mucho tiempo que Néstor, un terco practicante de relecturas de los pocos libros que tenía en su casa, no asistía a una exposición venta, pues los elevados costos no le permitían comprar y su frustración era ya crónica. Pero esta vez le invadió la curiosidad.

El sol ya anunciaba el crepúsculo. Primero, el asiduo relector formó la cola en la vereda  donde dos policías escrutaban bolsos, carteras, maletines, mochilas. Cuando Néstor pasó esa barrera de la vergüenza, sintió alivio; le indicaron caminar hacia la puerta del patio, allí los visitantes debían someterse a una segunda revisión y exponerse a un detector de metales. Una exagerada presencia de policías vestidos de civil apostados en toda el área de la Feria libresca hacían que Néstor experimentara suma incomodidad por las miradas inquisitorias, que se añadía a la –razonable- de los propietarios de los puestos de libros.

Al centro del patio, inmóviles, soportando la calentura del sol muriente, un batallón de los Húsares y la banda militar de músicos. Seis de la tarde; desde una puerta lateral, apresurados fotógrafos, camarógrafos y periodistas salen en estampida para ubicarse lo más cerca posible ante el trío que aparece en la puerta principal del Despacho Privado, y cubrir el acto cotidiano. Alado Moflete, el hombre inflado por sus delitos prescritos que dice gobernarnos, está flanqueado por Antón Garza Bella e Ismaylungo Buenavida, sus cumplidores secretarios; este último poderoso dueño de minas exterminavidas. Los tres miran forzadamente desde lo alto de las gradas a los visitantes hurgadores de libros. Un militar uniformado consulta el deseo de Su Majestad, Alado Moflete vozarrón  dice: “un corrido”. La banda toca para agradar al que persiste gobernarnos, quien a tres meses de que acaben sus privilegios y caprichos enfermizos, naufraga en absoluta soledad.

Al término de la melodía, “Muchas gracias” dice Alado y los tres dan mecanizada media vuelta; un ridículo aplauso se apaga en uno de los costados de las gradas.

Los pocos lectores visitantes reanudan sus búsquedas, la banda toca una marinera, y luego una marcha marcial para el desplazamiento del batallón; con las botas altas, uniforme rojizo azulado y los fusiles al hombro marchan soldados bajitos, cobrizos, cetrinos, piel y alma de pueblo, y se pierden por una alejada puerta del Despacho Privado.

Las miradas de desconfianza de los policías enternados no cesan de agredir, extenuados empleados de los puestos de libros ponen la cara de misericordia, y Néstor se encomienda al alma de sus difuntos para que nunca se repita una Feria de libros allí, en los limbos contaminados por el poder en el Despacho Privado.

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