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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

martes, 26 de marzo de 2013

Narrativa: Walter Lingán, "El espanto enmudeció los sueños" (Fragmento de la novela)

4.

Mira Alberto, hasta ahora se sigue especulando sobre el lugar de tu nacimiento. Para unos naciste en Japón y para otros en La Nación. ¿Y qué importa donde naciste?, me digo yo. Para mí eres un oriundo con pura sangre nipona, de Kawachi. Diciendo dicen las malas lenguas de los entendidos que no tiras bien tu japonés, en cambio tus hermanas dizque lo hablan bien bacán. Cuentan que tu ex germita, Susana, te hablaba en japonés y tú, todo criollazo, le contestabas en castellano de callejón de la rica Vicky. Así es pues, Albertito, creciste en Surco, cuando todo eso era pura chacra, y sabes también lo que es vivir en un lugar como Barrios Altos. Y en ese barrio, sin querer queriendo, aprendiste algunas mañas, sin dudas, el barrio dejó sus huellas, te acriolló un poco, por eso decías que no eras “un caído del palto”. ¿Y quién no en La Victoria, en El Barrio donde yo viví o en Barrios Altos no se acriolla, no se achora para poder sobrevivir? Hay que ser moscas, saberlas todas, pasar piola de acuerdo a las circunstancias, ser vivo, astuto, sapazo, agresivo, saber jugárselas pero suave Camay, con estilo carretita. Pero como te pasaste la vida en medio de un hogar de japonesitos o chinitos, entonces, Albertillo, podemos decir que eres un japonesito o un chinito Made in La Nación.

Es verdad, Alberto, me interesa un rábano que seas chino o japonés, aunque los señoritos de los barrios pitucos que se agruparon en el FREDEMO pusieron el grito en el cielo cuando veían que las encuestas te levantaban de la nada. Así de pronto, de un momento a otro, un desconocido, además japonesito, estaba a punto de llegar a ser presidente. Tu imagen iba creciendo como una tromba, un tsunami, y esto alteró todo el gallinero de la politiquería. Recuerdo aquellos días de fiebre electoral, como locos se pusieron a buscar tu partida de nacimiento, y tú tranquilo chino, con la frialdad del matemático, del buen calculador, sólo torcías tu sonrisa un poquito más. El político más feo que el hambre Chirinos Soto se burlaba de ti diciendo decía no eras peruano de primera generación. El ex dictador Francisco Morales Bermúdez, llamado “el gran demócrata”, también se subió al carro de las preocupaciones y declaró que no era posible que nos gobierne alguien que no tiene los huesos enterrados en La Nación. El karateca Fernando Belaúnde, otro “gran demócrata”, título que se dan entre poderosos y ladrones, y, claro, racista sin medida, dijo: por sus venas no corre ni una gota de sangre peruana. Y tu chinita con su kimono floreado, sus zapatitos sin taco, caminando como las mujeres de El imperio de los sentidos o de Geischa y sonriéndole a La Nación.

El espía imperfecto, Vladimiro Montesinos, era el único sabedor que no eras perucho y esa información la quería negociar con Lituma en los Andes Mario Vargas Llosa, el candidato derechoso, pero no le dieron bola. El pez en el agua estaba más preocupado porque se le escapaba el sueño de ocupar el sillón presidencial de La Nación. Entonces, El espía imperfecto habló contigo, con esa habilidad mafiosa te ofreció borrar todo rastro de tu origen y los papeles de aquella venta fraudulenta de un terreno tuyo. El hombre lo hizo bien, desapareció todo en la nada y sólo quedaron sospechas. Y tú muy orondo ibas en un tractorcito viejo pregonando tu programa basado en la honradez, el trabajo y la tecnología. Y vaya el ejemplo de honradez que has dejado, Albertito. Quién iba a pensar, ni por asomo, que más tarde El espía imperfecto se convertiría en tu socio, en tu sostén. Nadie imaginó que iban a romper la mano a todo el mundo, se convirtieron en siameses, uña y carne en todos los negocios turbios, en el desfalco al empobrecido país de Los Incas.

Entonces, Albertito, mi chinito bailarín, ya no hay nada más que decir, eres peruano y también japonés. Un hijo mitad del Imperio del Sol Naciente y la otra mitad del Imperio del Sol, una nueva creación sui generis. Ja, ja, ja, Albertico, eres un chinito formal ostentando su hechura informal Made in La Nación. No eres, aunque lo quisieras, ni criollo ni japonés, sino más bien tienes de los dos un poco. Solapa nomás, como quien no quiere, aprendiste las mañas de tu barrio de mala vida, infestado de burdeles, bares, billares y otras lindezas. Y dándote aires de palomilla te vanagloriabas de conocer esas calles como la palma de tu mano, saber de sus necesidades, de sus sueños, frustraciones y aspiraciones de la gente que viene de abajo. También fuiste malo en el fútbol, como yo, que ni de arquero servía. Pero para bailarín que te llamen. Por eso te quiere el populacho, pues eres un chinito cumbiambero, bien chichero. A ver, Albertito, muéstrame un pasito del baile del chino. Vamos chinito, no te chupes, enseña pues, como le enseñaste a bailar a tu pata Tudela el ritmo del chinito.

Tu papá fue sastre, aunque llegó a La Nación oficialmente para trabajar en el campo, en una provincia cercana a La Ciudad. Mira que coincidencia, mi viejo empezó trabajando en las chacras de mi abuelo y después se hizo sastre. Se pasaba cose y cose, noche y día, toda la semana sin descanso. Como ves Albertito, somos hijos de sastre, podemos decir que somos hijos desastre. Tu familia abandonó la provincia para irse a La Ciudad, y el sastre japonesito se convirtió en agricultor y comerciante de flores. Al diablo telas y tijeras, costuras y dedales. Buen olfato tenía tu viejo para los negocios. Llenó su parcela que obtuvo en La Ciudad con flores y luego las vendía como pan caliente. Llegó el apogeo. A mi familia le sucedió lo contrario. En La Ciudad mis viejos perdieron todo, sólo nos quedó la esperanza. Como todo el pobrerío aprendimos a vivir de las esperanzas, de los sueños. Muy pronto, la ruina total nos expulsó a la periferia, a una barriada del Cono Norte.

¿Y Quién más patriota que tú, Albertito? Se te ocurrió nacer el mismo día de la patria: el mismísimo 28 de julio. Un día de patriotismo hasta en la sopa. Desfiles. Banderas y estandartes. Escolares en ordenada formación. Bulliciosas y patrióticas melodías de bandas de músicos. Militares y armas mostrando su poderío. Un ejército que ha perdido todas las guerras, pero eficaz, eso sí, en maltratar a una población desarmada. Lo más curioso es, no sé si te has dado cuenta, todas las fiestas patriotas que celebramos son derrotas. Les rendimos honor patriótico a las derrotas de nuestro glorioso ejército. Tú que eres mosca, que fuiste buen estudiante debes saber todo eso. A mí siempre me gustó la lectura pero le supe dedicar su tiempo a la diversión, al baile, al gileo y la vagancia.

En esas lecturas me di cuenta que todas nuestras efemérides patriotas son pleitesías a los fracasos del ejército. Mira, Albertito, perdimos la guerra con Chile, el combate de Angamos, la guerra con el Ecuador y las escaramuzas con Colombia. Las guerras de la independencia contra España las ganaron los ejércitos criollos de Argentina y Venezuela, el ejército peruano se iba a la cola, oliendo los pedos de los triunfadores. El glorioso ejército peruano ha ganado guerras “campales” contra obreros textiles y mineros en huelga, contra campesinos armados de lampas, contra civiles marchando desarmados por las calles o que bloquean carreteras. Los Paladines de la Cuarta Espada les hacían comer tierra allá en Ayacucho, si El pensamiento Gonzalo hubiera sido realmente inteligente en un dos por tres les sacaba el ancho, los comía enteritos. Los militares de La Nación sólo salen victoriosos frente a un pueblo armado de valor en lucha por sus derechos, sin ninguna consideración meten bala en calles y plazas. Algo más, hay que tener en cuenta una cosa, sus altos sueldos los paga el pueblo trabajador, o sea, que si algún día exterminan al pueblo, se quedan sin guita, es como si mataran a la gallina de los huevos de oro. Sin el pueblo trabajador los milicos y los “poderosos” no son nadie, nada.

Así es la vida, Albertito, sin querer queriendo te convertiste en presidente de La Nación. Cuentan que la cuzqueña Madame Carmeli, conocedora de las hierbas medicinales y lectora del futuro, te anunció con mucha antelación lo que iba a ocurrir cuando aún eras un profesor de bajo perfil en la Universidad Agraria. Con puntos y comas esta señora te predijo lo que se vendría, que ocuparías, uno tras otro, un puesto cada vez más importante hasta alcanzar el más significativo de La Nación. Pero ella no te anunció la caída, eso se lo guardó para ella, seguro no quería preocuparte, aunque tú como físico-matemático, sabes que todo lo que sube, baja, es la ley de la gravedad, pues chinito. Eso lo sabes muy bien, pero no contaste con esa eventualidad. Ahí está la falla, mi aborrecido y adorado Albertillo.

Oye, chinillo, sería chévere encontrarnos, uno de estos días, con el otro ex presidente, quiero decir con El Pensamiento Gonzalo. Me gustaría escucharlos conversar sobre sus sueños de poder. Sería bacán una conversación de ex presidentes, el ex presidente de la democracia burguesa y el ex presidente de la República de Nueva Democracia. No me perdería ni una palabra, todo lo anotaría. Con un poco de suerte hasta lo podría publicar. Salvo el poder, todo es ilusión, ese podría ser el título. ¿Qué te parece a ti? ¿Ah? ¿No te gusta? Entonces le podemos poner Diálogo de dos aventureros. ¿Y? ¿No dices nada? Ay, Albertito, parece que las ratas de la prisión te han dejado sin lengua.

Bueno, Albertito, no podemos hacer nada, estamos jodidos en esta cárcel. ¿Crees que el Chapulín colorado podrá salvarnos? Otra vez se nos hizo tarde. Es que hay tanto que contarnos. ¿Si o no, mi chinito bailarín? Aunque el único que habla soy yo. En fin, debo irme no vayan a pensar que eres mi amigo. Hasta la próxima mi querido moncherí. Además hoy viene mamá y aún debo peinarme y ponerme mi nuevo chachá. Adiós sabandijita mafiosa.

Fuente: Facebook del autor.

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