Vistas de página en total

"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

viernes, 29 de marzo de 2013

Chávez Frías

Por Slajov Zizek
 

Debo confesar que casi siempre no me gustaba lo que Hugo Chávez estaba haciendo, especialmente en los últimos años de su gobierno. No me refiero, desde luego, a las ridículas acusaciones de dictadura (¡a las personas que lanzan estas acusaciones habría que enviarlas un par de años a una verdadera dictadura stalinista!). Pero sí, hizo muchas cosas disparatadas. En política exterior, no puede excusarse su amistad con Lukashenko y Ahmadinejad; en política económica, hay toda una serie de medidas pobremente improvisadas que, en vez de resolver realmente los problemas, consistieron más bien en encubrirlos con la mera inyección de dinero; hubo, además, maltrato a prisioneros políticos, lo cual le mereció a Chávez la impugnación de parte del mismo Noam Chomsky; hubo, para terminar, medidas culturales francamente ridículas, como la prohibición de Los Simpson en la televisión.

Pero todo esto palidece por su insignificancia si se compara con el proyecto fundamental que Chávez llevó a cabo. Todos sabemos que, en el capitalismo global de hoy en día con su espectacular pero desigual desarrollo, hay cada vez más y más gente que es excluida sistemáticamente de la participación activa en la vida social y política. El crecimiento explosivo de barrios pobres en las últimas décadas, especialmente en las megápolis del tercer mundo hasta las favelas de la Ciudad de México y otras capitales latinoamericanas y de África (Lagos, Chad), India, China, Las Filipinas e Indonesia, es quizá el evento geopolítico crucial de nuestra época. Dado que muy pronto (o tal vez, porque los censos del tercer mundo suelen ser imprecisos, esto ya sucedió) la población urbana del planeta sobrepasará pronto la población rural, y dado que los habitantes de barrios pobres compondrán la mayoría de la población urbana, puede afirmarse que no se trata en absoluto de un fenómeno marginal.

Estos inmensos grupos de excluidos son, por supuesto, el objeto principal del cuidado humanitario y de la caridad de las élites liberales (téngase en mente tan sólo imágenes emblemáticas como la de Bill Gates abrazando a un niño lisiado de la India. Se nos pide constantemente que olvidemos nuestras diferencias ideológicas para hacer algo al respecto), e incluso cuando vamos a Starbucks para tomarnos una taza de café, se nos recuerda que ya estamos haciendo algo, porque parte del precio que pagamos será destinado a obras de caridad para los niños de Guatemala, o lo que fuere.

Pero Chávez supo bien que esto no era suficiente. Vio, así, los contornos de un nuevo Apartheid en el horizonte. Vio lo que alguna vez fue la lucha de clases emergiendo de nuevo y disfrazándose en divisiones nuevas y aun más fuertes. E hizo algo al respecto. Fue el primero, no sólo en cuidar de los pobres y en hablar a favor de ellos en el viejo estilo del populismo peronista, sino en seriamente poner toda su energía para despertarlos y movilizarlos en tanto agentes políticamente activos y autónomos. Se dio cuenta de que, en ausencia de su inclusión, nuestras sociedades se acercarían cada vez más a un estado de guerra civil permanente. Recuérdese la línea inmortal de El ciudadano Kane de Orson Welles, cuando Kane, acusado de hablar a favor de los desamparados en contra de su propia clase social, dio la siguiente respuesta: “Si no defiendo los intereses de los desfavorecidos, alguien más lo hará; quizá alguien sin dinero y sin propiedad, y eso sería realmente malo”. Este ‘alguien más’ fue Chávez.

Así que mientras seguimos escuchando la cháchara acerca del ‘ambiguo legado’ de Chávez, acerca de cómo ‘dividió la nación’, al exponerlo a una crítica que vale la pena hacer, no debemos olvidar de qué se trató su proyecto. Se trató de la gente, del gobierno de, para y a favor de la gente. Todo el caos causado se trató de ese caos implicado en la dificultad de realizar un gobierno de ese tipo. Con toda su retórica teatral, en esto Chávez fue sincero: realmente eso fue lo que quiso hacer. Sus fracasos fueron también los nuestros.

He escuchado que hay una enfermedad cuando el corazón como órgano crece simplemente demasiado y deja de funcionar apropiadamente, incapaz de bombear sangre a las venas en toda su amplitud. Quizá Chávez murió realmente por tener el corazón demasiado grande.
Fuente: Enviado por nuestro amigo A. C.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Chungo y batán Copyright © 2011 | Template created by O Pregador | Powered by Blogger