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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

jueves, 18 de agosto de 2011

Nazario Chávez Aliaga y la literatura celendina: Agustín Torres Oblitas




Nació en Celendín, el año 1908. Hizo sus primeros estudios en la misma ciudad, y los secundarios en los Colegios de San Ramón de Cajamarca y Guadalupe de Lima. Posteriormente ingresó a las filas del periodismo, colaborando en diarios de la capital y provincias. En 1931 entró a formar parte de la U. P. como traductor e informante. Desde entonces sus crónicas sobre distintos aspectos de la realidad peruana suelen publicarse en los grandes rotativos. Es autor del cuaderno informativo sobre la visita del escritor Nazario Chávez Aliaga a Estados Unidos, en su calidad de Diputado por Cajamarca, a donde viajó por invitación oficial del Presidente de la Cámara de Representantes San Rayburn, en abril de 1952; texto del cuaderno que se publica en este mismo volumen.


CANCIONES Y BAILES POPULARES DEL PERÚ

La Música y el Baile populares en el país nos ofrecen fuente inagotable de observación y estudio sobre el carácter de las poblaciones en sus diversas regiones.

Costa, Sierra y Selva, son divisiones geográficas definidas y concretas; cada una ofrece características propias en cuanto a clima, producción y suelo; empero, con respecto a música y baile populares, se rompe esa diferenciación.

El observador menos avisado, que haya recorrido el país, habrase dado cuenta de cómo puede hacerse otra división, que hay tres zonas definidas, aunque no completamente delimitadas; música y baile de tonalidad y modalidad propias en cada una de ellas; Norte, Centro y Sur, definen con mayor exactitud nuestra clasificación.

Alegría y animación, con sus marineras y tonderos; conformidad y monotonía, en el Centro, con sus huaynos y mulizas; tristezas y sentimentalismo, en el Sur, con sus yaravíes.

Ya hemos dicho, la demarcación de estas regiones no es precisa; su diferenciación no es absoluta; la marinera se canta y baila en todo el Perú, es el baile nacional por excelencia; encuentra mejor interpretación y ejecución en los pueblos norteños, en Lambayeque, en primer término, y, luego, en Piura, La Libertad, Cajamarca, Amazonas y San Martín.

El huayno alcanza mejor expresión en el Centro y Sur; aún más, contra la opinión autorizada de don José María Arguedas, cabe afirmar que el huayno no se baila ni se canta en el norte; en el léxico popular norteño no existe la palabra huayno o wayno, como escriben muchos en el Sur; el huayno es, pues, netamente baile y canto del Centro y Sur; con ligeras variaciones; así, en Junín, verso y música traducen sentimientos pro fundamentos nostálgicos y conformistas.

El huayno “Río Mantaro”, que se canta y baila en todo el Centro, corrobora con fidelidad nuestra aserción:

Cuántas veces he venido
a llorar a tus riberas,
a cantarte ¡ay! Mis penas
de aquel amor que se ha ido.

En mis noches solitarias
con mis besos la arrullaba
y dormida se quedaba
al calor de mis caricias.

Pero un día el destino
se propuso separarnos;
ella tomó su camino
y yo me quedé llorando.

Desde entonces cual un paria
con su imagen en mis ojos,
pisando dardos y abrojos
voy llorando su ausencia.

Amante de estas regiones,
triste paria tributario;
pensando en falsos amores
hallarás tú el martirio.

Las mulizas son todavía más nostálgicas; su doliente monotonía traduce todo el peso de la explotación de que son víctimas los indígenas de Junín, en las minas y en fundiciones con sus humos venenosos, que han llevado a la miseria a millares de campesinos. Los versos de “La Oroína” nos hablan de estos sufrimientos, cuando dice:

Quisiera irme lejos de Oroya
para dejar de sufrir;
¡ay! mi vida se va consumiendo
entre humos e ingratitudes.

Piedra del cerro quisiera ser
para dejar de sentir;
los humos de la fundición
y los engaños de una mujer.

El yaraví, cantar dulce, sentimental y romántico, es creación arequipeña; se canta, no se baila, en todo el Perú; pero en Arequipa alcanza categoría de arte, desde que a la música fueron adaptados los versos del poeta Mariano Melgar; los yaravíes de Melgar son los más difundidos y han quedado consagrados como los más expresivos, a pesar de que los de Manuel del Castillo, discípulo y paisano de Melgar, son de una ternura incomparable.

En todas las canciones populares del Perú encontramos los yaravíes de Melgar; “El Suspiro” es típico y sus versos delicados constituyen un lamento:

¡Ay, triste suspiro mío!
cuando te apartas de mí,
no quisiera más de ti,
que hallarme donde te envío.

Al duelo de mi albedrío
por quien vivo y donde vas
mis memorias le darás
¡ay triste suspiro mío!

Le dirás que estoy aquí
su imagen idolatrando,
y tu ventura envidiando
cuando te apartas de mí.

Triste suspiro aquí
y más triste donde paras,
si donde vas me llevaras
no quisiera más de ti.

Al separarte de mí
¡ay! triste suspiro mío
sólo deseo de ti
hallarme donde te envío.

La marinera, como llevamos dicho, es el baile nacional, en el Norte encuentra su mejor interpretación y ejecución; desde Lambayeque hasta la región Oriental tiene características propias y afines; los lambayecanos son los creadores de casi todas las marineras norteñas, sufriendo ligeras variantes o adaptaciones en los pueblos de la sierra y oriente.

Internarse de la Costa a la Sierra y llegar hasta los pueblos del Oriente, es recorrer toda la gradación de que puede ser susceptible la marinera; en Lambayeque logra su máxima expresión coreográfica y musical; las letras más felices e intencionadas y los mejores cantores y bailadores proceden de ahí; al oír el canto de “El Huaquero”, no hay quien resista a la tentación de bailar la marinera; sus versos, muy conocidos en el Norte, dicen en parte:

Yo soy un huaquero viejo,
que vengo de sacar huaucos
de la huaca más arriba,
de la huaca más abajo.

Yo tenía una mujer
que se llamaba Teodora,
que no dormía con ella
y sonaba la barbacoa.

Huaquero, huaquero
huaquero al amanecer
huaquero, huaquero
huaquero, al anochecer.

Coba, coba y coba al amanecer,
coba, coba y coba al anochecer,
coba, coba y coba al anochecer
y a dormir para mañana.

Las marineras cajamarquijnas son de procedencia lambayecana; en Hualgayoc, Chota y Celendín tienen algunas variaciones; se bailan en tres tiempos: la primera, segunda y tercera o la “chiquita” que viene a ser el momento culminante de la animación, cuando el zapateo llega a su máxima sonoridad y los hombres hacen relucir sus revólveres y disparan al aire.

Celendín tiene además otra particularidad; se oyen todas las marineras nacionales; los celendinos, viajeros obstinados, recorren haciendo su negocio de sombreros en el país de uno a otro confín y recogen en todas las ferias dinero y canciones; por eso los celendinos cantan animadas marineras lambayecanas y las del centro y sur, contagiadas de la melancolía del huayno y el yaraví; pero predomina la marinera de tono alegre, como ésta que dice:

Por las mujeres pierdo la vida,
por las mujeres voy a morir,
por una linda celendinita
que no me supo corresponder.

Celendinita, la flor de mayo
cajamarquina, la flor de abril;
son las limeñas tan traicioneras
como las hojas del perejil.

Cómete la papa y déjame el cuy
guaray que si, guaray que no,
me estás queriendo y dices que no.

En los distritos de Santa Cruz y Bambamarca, en la provincia de Hualgayoc, son famosas las marineras; en los bailes, cuando la animación ha llegado a su punto culminante, las marineras son interminables, constituyendo verdaderos torneos de resistencia entre los bailadores y los músicos y cantores; en Bambamarca, donde casi todos los hombres tocan algún instrumento, especialmente el acordeón, la guitarra y el violín, las fiestas duran varios días sin interrupción; de allí que Bambamarca sea considerado como uno de los pueblos más alegres del país: el forastero es objeto de las más cálidas atenciones de sus pobladores cordiales y francos.

La influencia de la marinera lambayecana llega hasta los departamentos de Amazonas y San Martín; en Chachapoyas, donde se encuentran las gentes más corteses y amables del Perú, la marinera constituye el baile popular. Aún, la “chumaichada”, que es una especie de cuadrilla, que se baila en los mejores salones de la sociedad chachapoyana, se ejecuta con aires de marinera.

En resumen y sin ahondar el tema para determinar causas, podemos establecer que la marinera es la expresión más evidente de la alegría de los pueblos norteños; el huayno, expresión de la tristeza y conformidad de los pueblos del Centro y Sur, y el yaraví  del sentimentalismo sureño: con sus centros creadores y predominantes en Lambayeque, Junín y Arequipa, respectivamente.

De su libro "Cajamarca" Volumen V; páginas  257, 258 y 259 ( Octubre de 1958)

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