En
este espacio preferentemente publicamos temas relacionados con escritores y
artistas de nuestra provincia, Celendín; sin embargo, hacemos hoy una
excepción. Nos referimos a uno de los pintores, cuyas obras representan
aspectos genuinos de la identidad peruana: Pedro Azabache, que a sus 93 años de
edad continúa imperturbable agasajando nuestro espíritu con su maravilloso
arte. (NdR)
Pedro Azabache en su casa, en la campiña de Moche (Trujillo) |
MUESTRA ANTOLÓGICA DE PEDRO AZABACHE
Calle de pueblo con música |
Mi Madre - Moche. |
Al
amplio recinto (jirón Ucayali 391 – Lima) asistieron críticos de arte, escritores,
poetas, estetas, los generosos poseedores de las colecciones particulares de
los cuadros cedidos para la exposición y, en honor a la verdad, poca gente del
pueblo.
Pedro
Azabache nació en el distrito de Moche, Trujillo (La Libertad) el año 1918. Ha
participado en muestras colectivas e individuales en Canadá, Francia,, Bélgica,
Italia, España, EEUU; y en muchas exposiciones en Trujillo, Lima, Andahuaylas y
otras ciudades.
Devoción a San Isidro Labrador. |
El
justo reconocimiento al pintor mochero es abundante; los más distinguidos:
Medalla de Oro de la ciudad de Trujillo (1992), Gran Oficial por el gobierno
peruano (1996), Hombre del año por la Municipalidad de Moche, (2007), Medalla de Honor
por el Congreso de la
República (2008).
El
crítico de arte Eduardo Wuffarden, opina sobre los óleos de Pedro Azabache:
“Pedro
Azabache es, con toda certeza, el decano de los pintores peruanos y el último
representante original de la escuela indigenista liderada por José Sabogal, uno
de los movimientos más influyentes del siglo anterior. Impermeable a las nuevas
corrientes y ajeno a toda influencia foránea, Azabache permanece hoy
sorprendentemente activo y fiel a ese legado, alternando como siempre en el
cultivo de la tierra con el registro pictórico de su entorno. Nunca ha dejado de
habitar en Moche, a las afueras de Trujillo, un pueblo agrícola repleto de
huacas milenarias y atravesado por acequias de regadío, en el cual nació hace
noventa y tres años, donde todos conocen su modesta casa-taller y admiran en
él, con orgullo compartido, al más ilustre de sus vecinos. (…)
Pero
sin duda la familiaridad del pintor con los tipos moches es lo primero que
salta a la vista al recorrer esa galería de personajes lugareños (…) De ahí que
en su obra reciente se perciba un marcado predominio de la memoria sobre la
descripción (…) que suelen erigirse ante nuestra mirada como escenarios de
evocación, donde el pintor intenta captar costumbres y modos de vida
desaparecidos, con evidente añoranza (…)”.
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