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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Historias reales y..., de la otras: Chanchita "El venadero"


Dedicado a Humberto Villegas Chávez, 
el más grande cazador de todos los tiempos en Sucre
Por Macaredo
El día es agobiante, el sol complacido en derretirse en finísimas  cascadas de rayos, magullan a los habitantes de esta tierra, solamente las lagartijas se burlan de él y se entretienen saltando de piedra en piedra con movimientos muy perezosos.
Chanchita, sube lentamente la cuesta del Maño, es mediodía, recién acaba de almorzar y en compañía de su fiel Olivo, asciende la cuesta con destino a las alturas de Santa Rosa o a donde haya posibilidades de encontrar un venado.
Chanchita, un hombre fuerte, de unos noventa kilos de peso, un metro ochenta de alto, tez morena y quemado por la naturaleza y el rigor del tiempo, espaldas muy anchas, piernas como pilares y brazos rollizos por acción del pico y la lampa; viste un pantalón de dril y una camisa de franela, sin poncho ni otro aditivo al cuerpo y sobre su enorme cabeza, un sombrero de paja toquilla que cubre del sol a la crespa cabellera.
Olivo, un perro chusco, que tiene de galgo, pastor y de cualquier otro perro sin raza, pero de hocico puntiagudo, patas altas y largas, pecho ancho, el rabo tendido hacia arriba, formando una especie de círculo y sobre todo las orejas que quieren inclinarse hacia arriba, pero las puntas caen hacia abajo, el color; plomo cenizo manchado de negro y de pelo muy pegado a la piel.
Con su escopeta sobre el hombro y su alforja de coca, cigarros y su botella de aguardiente, como único fiambre, Chanchita, sube y sube la cuesta, pensando que en la guarcuna de la Chava no hay carne de venado ya que este alimento les hace falta para sus esquistos potajes. De trecho en trecho se para a descansar como a cebar su bolo de coca, y Olivo se posa a la sombra de su dueño, cabizbajo y acezando con la lengua afuera.
Chanchita se encuentra en un cerro, entre San Pedro y Santa Rosa, llamado Shishilpunta, sentado en un poyo de paja, coquea apetitosamente, fumando su Inca y echándose dos copones del agradable guashpay al buche. Olivo duerme perezosamente al lado de su amo bajo la mata de un topoquero, mientras, el cazador con su mirada observa metro a metro, lugar por lugar, cada quebrada, cada montículo, cada rangra de piedras, cada cueva o cualquier sitio donde puede estar escondido un venado, no ve nada, más al pie de donde se encuentra hay una montaña grande que comienza en las alturas de Coñor y termina en el mismo río de Cajapotrero y allí fija su mirada Chanchita  y dice, allí está el gamo. Lentamente mira a Olivo  e inmediatamente le ordena: vete allá.
-    El perro como un rayo se para y mira.
-    Vete, vete al alisal, seguro que está allí ordena su amo.
Olivo, mira a su dueño, mueve la cola y espera la siguiente orden.
-    Sácalo del monte y le das vuelta hacia acá, a donde estoy, no vayas a fallar.
El perro dando unos saltos felino se interna en el arrabal, toma las precauciones que su dueño le enseñó, y con el hocico al suelo, zigzaguea por la montaña en busca de su presa.
Mientras esto sucede, Chanchita, sigue consumiendo su peculiar fiambre y con sus pensamientos de siempre, así pasa la mayor parte del tiempo llegando el atardecer.

Guau, guau, guau, se escucha muy de cerca.
                                   -    ¡Carajo!, el gamo, grita chanchita.
Olivo, perro con experiencia de muchas cacerías, saca del zarzal al pullohuacra, en un avance raudal hacia la cumbre, con el rabo blanco como bandera, el salvaje quiere salir del peligro, pero no puede porque Chanchita tira a un lado alforja y sombrero y agarrando la calibre 16 se lanza al ataque y con un solo disparo derriba al montaraz  e inmediatamente monta sobre éste para rematarlo, echa mano a su machete, pero no lo encuentra en su cintura, murmurando dice: carajo me olvidé en mi casa y piensa rematarlo con un nuevo tiro en la cabeza, pero tampoco pudo porque no tiene más cartuchos y el bruto animal herido en la paletilla hace esfuerzos para salvarse del peligro, como bala y gime, más la cabeza la mueve de un lugar a otro. Y ya está cansando a Chanchita, pero gracias a Olivo el gamo no escapa porque el perro lo tiene sujetado con su fuertísima mandíbula. Lo único que le ocurre al cazador es manearlo y llevarlo vivo a su casa, pero se da cuenta que no había traído soga,  entonces, saca su correa de la cintura, manea al venado e inmoviliza al salvaje.
Se sienta a descansar al lado de su presa, ceba su bolo de coca, envuelve su guajango en un pedazo de papel de periódico y se tira a la garganta dos buenos tragos de guashpay, mientras descansa planea el regreso y piensa: si me voy por donde he venido, seguro que Noel Rojas me va a ver y pedir una pierna, para evitar esto mejor me voy por otro camino. Libre del agotamiento, carga sus pertrechos y sobre el hombro su valioso trofeo, regresa a su casa con su animal herido por un camino diferente al que vino, hace el recorrido por el camino de Liclicpampa a Vaquero y por éste a la Quintilla y al Huauco.
Quintilla, quebrada en donde nace el manantial que sacia la sed de la campiña huauqueña, además lugar por donde pasa el camino a los diferentes pueblos de las alturas de Cajamarca. Este paraje conformado  por la unión en forma angular de los cerros Lanchepata y Huishquimuna que en cuyas laderas hay abundante vegetación andina, formando pequeños bosques, coronada por enormes peñas que parecen gigantescas pizarras que van desde la hondonada hasta la cima. De este lugar se divisa la verde campiña de este distrito, a cuyo costado está enclavada la ciudad de Sucre, antes Huauco, ciudad centenaria de valiosos antepasados, más una riqueza incalculable.
Chanchita agotado por el trajín y el peso de su víctima descarga su pesado equipaje para descansar un poco e inmediatamente se dirige al refrescante manantial para saciar su sed, toma a tragos agigantados en su potocho que le sirve de vaso o jarro y después de esto se sienta junta a una peña que está en el camino junto al ojo de agua, consume lo último de su fiambre o sea coca, cigarros y aguardiente. Olivo hace lo mismo, saciar su sed y descansar al pie de una roca distante al dueño, quedándose  inmediatamente dormido.
Chanchita nota que ya era muy tarde y que está anocheciendo y solamente le faltaba media hora para llegar a su casa, la tarde se torna fría y triste y de repente una nube espesa cubre este paraje. Mira a la peña  y ve que de ésta se abre una puerta muy semejante a la puerta de la iglesia del pueblo, de cedro puro, charolado, enchapado de plata y con aldabas y picaportes de oro; esta puerta da acceso a dos corredores totalmente opuestos.
 El cazador sin saber cómo resulta en esta caverna con la puerta totalmente cerrada, sin saber cómo salir. El venado, su alforja y su escopeta a su lado. Tiritando de frío y sin saber qué hacer, Chanchita observa detenidamente as su alrededor. El primer corredor es demasiado frío y tétrico que comienza con una luz tenue y se prolonga con una penumbra para dar paso a una obscuridad total, produciendo un miedo incontrolable. De la profundidad de este lugar llega alaridos lastimeros que hacen que se hiele todos los huesos y Chanchita se queda pasmado, diciendo:
                                           -    ¡Carajo!, ¿dónde estoy?
                                           -    ¿Qué lugar es este?
                                           -    ¿Es un sueño? No, no, esto es real.
En este momento, de la obscuridad se escucha murmullos y palabras inentendibles que avanzan hacia Chanchita, acercándose más y más hasta ver en la penumbra a un grupo de seres extraños que no tienen definición exacta, quienes lanzaban gruñidos con palabras raras y sonidos de diversos animales.
Chanchita más muerto que vivo  ceba su bolo de coca para darse valor, además prende un gujango y se embucha dos tragos de su guashpay. De repente llega el tumulto de seres extraños, todos vestidos de negro y encabezada por una mujer que vocifera y grita amenazadoramente al intruso, llevan en sus manos diversas armas punzocortantes hechas de cuernos de venado y de huesos de otros animales. El cazador retrocede unos pasos de lo que aprovecha la mujer para correr y encararse con éste y le dice:
-    Maldito, tú lo mataste a mi ovejita.

El tumulto corre a agredir a Chanchita, mas el cazador para defenderse escupe con un salivazo de coca a los agresores y les dice: - ¡Fuera de aquí, demonios!- preguntando además:
                                            -    ¿Quién eres tú?
                                            -    Yo soy Natalia, contesta la mujer.
                                            -    ¿La de la Laguna?, replica Chanchita.
                                            -    Sí, dueña de estos confines responde Natalia.
                                            -    ¿Vives aquí?, vuelve a preguntar el cazador
                                            -    Sí porque soy la reina de estas cavernas.
Dicho esto la mujer se agacha para acariciar al venado herido que seguía atado al lado de su captor.
Chanchita se sorprende más al ver a estos extraños personajes que tienen una figura rara, es una mezcla de humano con otros animales, poseen una cara de mono con orejas de caballo, corona la cabeza dos imponentes cuernos de venado, todo forrado con cerdas; el cuello es de pavo, con unos furúnculos abultados; el tronco, la de un oso; los brazos, patas de cabra con dedos de gallinas y uñas de águila, las extremidades inferiores, dos patas de mula con pezuñas de vaca y a sus posaderas lo adornan un frondoso rabo de zorro y todo su cuerpo forrado con cerdas, plumas y lana, de un color negro marrón.
Natalia se acerca al gamo, lo acaricia  y le dice:
                                              -    Yo te dije: no salgas y tú no me hiciste caso; ya ves, señalando al cazador, este maldito te hirió y mató a muchos de tus hermanos.
Chanchita sin saber que hacer observa esta escena y como uno de ellos se acerca a Natalia con un mate de hueso conteniendo una pócima pestilente, con este brebaje cura al animal, quien balaba de dolor.
El tumulto entra en una clase de disputa con el intruso, mientras insultan y agreden al cazador, éste se defiende con escupitajos de coca, humo de cigarro y chorros  de aguardiente.
En el ángulo opuesto está el segundo corredor y a diferencia del otro, está completamente iluminado, cubierto por telas y cortinas a colores vivos que parecen el altar mayor de la iglesia del pueblo en su festividad patronal; de este lugar salen varias mujeres tan hermosas y bellas que pueden alocar a cualquier mortal; todas ellas vestidas ligeramente, menean sus contorneados cuerpos y con gestos coquetones, llaman a Chanchita.
                                             -    ¡Ven, ven, ven acá!, aquí estarás más seguro.
Chanchita da dos pasos en esa dirección, pero escucha una voz melodiosa que le dice.
                                              -    Si quieres venir, bota tu coca
Quiere botar su bolo de coca e irse, pero piensa y dice: - ¿Dónde estoy?, ¿Qué hago aquí?, además mi coca, cigarros y guashpay se acaba y no tengo para seguir defendiéndome, y ¿cómo salir? De repente se da cuenta que no está Olivo junto a él y llama:
                                             -  ¡Olivo!, ¡Olivo!, to, to, to, to.
                                             -   ¡Olivo!, Chanchita silba: jy, jy, jy, jy.
Inmediatamente escucha que desde fuera de la peña, el perro aúlla y ladra.
                                            -    ¡Aquí, Olivo, to, to, to, to, to!
La puerta de la peña se abre y chanchita de un salto sale y sin saber cómo se encuentra sentado junto a sus pertrechas al lado de la peña mientras Olivo, lame y acaricia a su dueño dando saltos y ladridos de contento.
Ya esta rayando la aurora y tiritando de frío ve que su presa ya no está, sólo su correa en el suelo; agarra su equipaje y enrumba a su casa.  Llega triste y desconsolado.

¿Hombre, dónde te has metido?, le dice su mujer y él le contesta: ya no volveré a cazar.
Ahora, su infalible escopeta  se oxida en un rincón de su casa y el perro dormita envejecido en el quicio de su cocina, llegando la noticia de que hay muchos venados en las alturas.
Glosario:

Guarcuna                 : Cordel donde se cuelga ropa u otro producto.
Gushpay                  : Aguardiente, licor de caña de azúcar.
Rangra                    : Peñasco inaccesible en una montaña rocosa.
Pullohuacra             : Venado con la cornamenta forrada de pelos.
Cartuchos               : Balas o proyectiles de las escopetas.
Manea                    : Atar las patas de los animales con una soga o cordel.
Guajango               : Cigarro hecho a base de tabaco  envuelto en papel  de periódico.
Potocho                  : Sombre de paja de toquilla.
Rayando la aurora: Amanecer.
Tiritar                      : Sacudirse de frío.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Recomiendo a quienes escriban, lo hagan, con sentido educativo. En éste caso puede ser la protección al medio ambiente y no al contrario. Por culpa de venaderos como el tal "chanchita", personaje real de este cuento, lo dedusco por la dedicatoria, se han extinguido los venados en varios lugares de la sierra norte de cajamarca y consecuentemente otras especies como el puma.

Claro, parte del argumento de éste cuento, de seguro, es ficción o no es verdad; así como lamentablemente, no es verdad su final, ya que en las alturas de Sucre ya no quedan venados. Éso es lo que me han informado, hace poquito, fuentes dignas de crédito: Los mismos ex venaderos o cazadores autojubilados.

Alcides Rojas Yupanqui.

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