"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!" José María Arguedas
sábado, 3 de julio de 2010
Historias reales... y de las otras: El boquichico
Por Yiveth Ana María Salas Paredes(*) .
Mis
vacaciones de fin de año no las gozo tanto como las otras vacaciones de medio
año. El papá de mi papá siempre me espera a fines de julio. Él está muy
viejecito, pero siempre muy cariñoso; vive en su fundo a orillas del río
Marañón, ahí vive tranquilo; hay variedad de frutas, aunque hace mucho calor; y
en el día nos cuidamos de los mosquitos; por las noches, de los zancudos. A las
seis de la tarde cerramos las puertas de los dormitorios: los zancudos se
quedan afuera. Escuchamos que zumban, pero no pueden entrar, pues, las ventanas
están cubiertas con tela metálica. Hay abundante agua, tanto en el Marañón como
en la quebrada. Todos los días me baño y nado en las quietas pozas de la
quebrada o en el río. En los meses de julio y agosto, el agua es muy limpia,
cristalina, de color azul verdoso. Es tan limpia que podemos ver los peces del
río cuando retozan en la orilla.
.
Es
impresionante escuchar el raro canto de las aves, el ruido de otros animales de
los árboles, el bullicio del loro dañino, el golpe del pájaro carpintero
agujereando su madera, el concierto de gallinas, pavos y patos exigiendo su
comida, la vaca llamando a su cría, el ruido de machetes en la faena de los
peones. .
Un
día el abuelito dijo a mis tíos:”Ya hemos comido carne de res, chancho,
gallina, pavo, cuyes… Me gustaría comer un boquichico. Lleven la escopeta,
ojalá caiga un boquichico. Uno bueno está saliendo a la orilla”. El tío César
cogió el arma… se fue al río. Yo lo seguí con cierto temor, pero con gran
interés por ver lo que hacía con la escopeta. Subió a un árbol; de allí vio al
hermoso pez. Yo también lo vi un instante, pero tuve que retirarme para que no
se asustara. Era un pez grande, blanco y de lomo negrusco, de ojos amarillos,
inquietos, escamas plateadas, sin dientes, de boca redonda como pico de
botella: su nombre es boquichico. Parecía feliz; de rato en rato miraba hacia
arriba como tratando de ubicarnos y decirnos algo. A veces se quedaba inmóvil,
sólo sus aletitas vibraban como adivinando algo. Y de pronto sonó un disparo.
El boquichico saltó, se quedó dormido para siempre mostrando su panza
blanquísima. Lo cogimos y lo llevamos a casa. Pesó cinco kilos. Nunca antes
comí un pez tan delicioso. .
Fue
esa grata experiencia en mis vacaciones preferidas. Nunca las olvidaré. Sin
embargo, voy pensando sobre la vida de los animales en el agua. Y tampoco
olvidaré aquella mirada del boquichico desde el fondo del río. Parecía
decirnos: “¡Cómo anhelo que los hombres vivan también en la claridad del
agua!”. .
(*)
Cajamarca, 1987. El año 1996 gana el Primer Premio Nacional “El Escolar” del
diario “Expreso” con su cuento “El boquichico”.
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