Por O. Aliaga
Siempre
que se presenta la coyuntura electoral, como una sombra no deseada, surge en mi
mente una experiencia que viví cuando era niño.- Ante la proximidad de las
elecciones regionales y municipales quiero escribirla para compartirla con los
electores sucrenses, constelación donde creo tener estimables lectores y
maquiavélicos detractores, estos últimos, felizmente, se cuentan con los dedos
de la mano.
Aquel
año la propaganda electoral fue intensa, los carteles de colores sicodélicos
destacaban con prodigalidad las virtudes del candidato a ocupar el sillón
municipal del pueblo.
El
día señalado para las “votaciones”, mi padre no salió de casa, recalcitrante se
cerró en sus trece negándose a sufragar bajo la premisa de que “era honrado y
no podía votar por ningún ladrón”.
Las
elecciones, pienso, que se desarrollaron con normalidad, las horas avanzaban,
el sol caía y la tarde moría; de pronto tres golpes en la puerta de la casa nos
sacó del marasmo en que vivíamos, al abrir la puerta mi madre se topó con la
pareja (dos guardia civiles hoy policía nacional), éstos, prepotentes,
indagaron por mi padre que se presentó. Lo tomaron del brazo y, a viva fuerza,
se lo llevaron hasta el centro escolar para que cumpliera con su deber, es
decir para que votara por el nuevo mandón.
Con
el escaso conocimiento que hoy tengo sobre las elecciones, presumo que mi padre
no conocía la forma de votar, desconocía del voto viciado y del voto en blanco,
opciones por las que bien pudo optar y
así ahorrarnos ese crispante y espantoso momento.
Los
causantes de ese trago amargo fueron, sin duda, las autoridades del Jurado
electoral que se limitaron a comunicar bajo amenaza a los ciudadanos para que
acudieran a votar.
Actualmente
los métodos de amedrentamiento no han cambiado, aunque las estrategias para
conminar a los ciudadanos hayan variado, son los mismos: el votante va a las
urnas bombardeado por la excesiva propaganda ejercida al unísono por el Jurado
Nacional de Elecciones, la ONPE
y el RENIEC.
Los
candidatos también se valen de la propaganda mediática para llegar al elector,
finalmente el elector más que convencido, vencido por la propaganda acude a
votar por el candidato menos indicado.
Las
autoridades eleccionarias, conjuntamente con los candidatos, instrumentos
nefandos del sistema imperante, con absurdos y amenazas represivas llaman a
votar al pueblo que lev pillan su voto manteniéndolo marginado y humillado.
En
el pueblo de Sucre los candidatos, con algunas honrosas excepciones, se
presentan sin más deseos que las impuras intenciones de enriquecerse en la teta
municipal.
Si,
como dice la democracia, el pueblo es el soberano, entonces se debe educar a
ese soberano para que sea libre y libre pueda ejercer sus derechos comiciales;
el soberano debe entender que entre el voto sentimental y el voto de las ideas
hay una abismal diferencia, hay que educarlo para que sepa diferenciar entre
alternancia y alternativa.
En
fin educar al soberano y decirle que el voto instintivo y el instinto de clase
son subjetivos y espontáneos, la posición de clase es objetiva y racional.
Nos
inclinamos porque, llegada la hora, el pueblo sepa elegir y que tenga en cuenta
lo que decía Platón: “la culpa de que los incapaces lleguen al gobierno la
tienen los capaces por su indiferencia”.
1 comentarios:
lo escrito anterior sedá hasta ahora, claro que no van policias a llevarte si no que te llevan amenazado , porque pagar una generosa multa por no votar a nadie nos conviene, entonces por este temor hayque votar muchas veces inconcientemente, no quiero ser descriminativo pero el voto de una persona de baja cultura educativa tiene la misma validez que de otra persona altamente educada.
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