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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

domingo, 16 de julio de 2017

(Conciencia Crítica: Suplemento Literario) EL NUEVO PARIENTE…

 Por Mario Peláez

Hacía intenso frio en la ciudad, mucho más en el auditorio por el lenguaje lleno de abstracciones y oraciones asépticas que iban y venían y tronaban. Marcelo Velxis, escritor, tenía puesto un abrigo de color negro y una bufanda gris, su rostro cariacontecido expresaba puntualmente su ánimo, apenas participaba en el conversatorio.

Tanto las premisas como las conclusiones son concatenaciones de símbolos dibujados en el aire que buscan afanosos materializarse en las redes neuronales del cerebro afirmaba el neurofisiologó mexicano Andrés Molero, acompañándose de un perezoso lenguaje corporal Sí, agregó, las neuronas nunca dejan de romper viejas articulaciones y desarrollan otras nuevas.

A Velxis le llegaban las palabras como sensaciones en cámara lenta, sordas y afiebradas, que disputaban un lugar en su cerebro con apremiantes preguntas y tristezas, relacionadas a la “violación” y embarazo de su menor hija. Malestar que crecía por el oportunismo con que se consumaron los hechos; y peor -se dijo- si frustraban sus estudios.

No sé si estemos preparados emocionalmente para darle la bienvenida dijo el físico Jean Melsin, su voz aflautada convertía el sonido de la z en sonido de la f; tenía el entrecejo al acecho y disertaba con teatralidad tengan en cuenta que en esta etapa la criatura depende totalmente de nosotros, su independencia depende del algoritmo, de la innovación exponencial de la inteligencia artificial.

En el cerebro del escritor Velxis germinaban sentimientos contradictorios, “con casi seis meses de embarazo se dijo enojado cómo es posible no darnos cuenta, peor su madre; y entonces recordó los comentarios de ella, sobre lo bien que le asentaba a Mercedita esos kilitos de más. Tamaña estupidez, murmuró.

Ahora sin más postergación se debe elaborar una regulación precisó el antropólogo forense de rostro ascético antes de que sea tarde, antes de que escape al control humano; y debe elaborarse considerando que el pensamiento es únicamente actividad neuronal, donde la lógica apenas tiene presencia. De allí que el ordenador, engreída criatura de la inteligencia artificial, esté programado para actuar como una red de neuronas cerebrales. Y que genéticamente solo requiere del clic…

De pronto, el escritor Velxis decidió preguntar si en el campo de la inteligencia artificial ya podría hablarse de autoaprendizaje, pero sintió que vibraba el móvil, miró la pequeña pantalla y dejó que siga vibrando. Era su esposa. Él sabía lo que diría: “no olvides tu responsabilidad de padre, la edad de Mercedita, de apenas 16 años, y que Carlos Fuentes, violador y compañero de estudios había cumplido 18 años, entonces pasible de ser castigado por los tribunales, además dejaron de ser enamoraditos hace tiempo”…

No perdamos de vista advirtió el biólogo el vertiginoso avance de la inteligencia artificial en Alemania y Estados Unidos. El nuevo pariente, el señor, don Robot, el nuevo homo sapiens que a la fecha goza de autonomía; aunque todavía requiere de nosotros para tareas más complejas.

Ahora el escritor lucía menos inquieto, y asentía con la cabeza las palabras del biólogo. Se sentía soberano de sus sentimientos y decisiones. El sufrimiento meditó es circunstancial, en cambio los afectos son perdurables.

Por la forma de estar sentado y la cabeza metida entre los hombros se pensó que el físico dormía. Todo lo contrario, irrumpió a viva voz asegurando que la criatura ya estaba tocando las puertas de los hogares y centros laborales.

El nuevo pariente, como bien le llama el ilustre doctor Ferri, ha llegado a liderar, y decidir por sí mismo, sin necesidad de programarlo.

El frio se había replegado, quién sabe, buscando entristecer otros escenarios.

Motivado por algún rezagado sentimiento, el espíritu del escritor Velxis se activó. Imágenes y sentimientos desfilaban presurosos. Recordó los versos de Octavio Paz, “una muchacha y un muchacho/ comen naranjas, cambian besos/ como las nubes cambian sus espumas”. Vió llegar a Mercedita al mundo, estrenando su llanto, con el pulgar en la boca. Y tuvo tiempo para meditar que somos perdedores, y solo lo sabemos cuándo envejecemos; felizmente contamos reflexionó con un antídoto, nuestra inmortal sonrisa de cuando éramos niños; pero no recordó quién aseveró que “el niño es el padre del hombre”.

Al fondo, como desterrado, fumaba con fruición el periodista invitado del diario “El País” de España, Edwim Feijó, vestía extravagante y lejos de él algún aire beatífico.

Se puso de pie, y con envidiable ironía, sostuvo que no pasaría mucho tiempo para que los comportamientos se inviertan, y los robots nos den la bienvenida. Por de pronto dijo eufórico no la pasan mal: no sufren enfermedades ni dolores, al diablo con el cáncer; no tienen pesares por la perversión del medio ambiente y los derechos humanos, el amor y el erotismo son arcaicas relaciones de la posmodernidad. ¿No ven ustedes en los robots a nosotros? preguntó acompañándose de una pícara mueca. No agregó, finalmente no hay en mis palabras pesimismo antropológico. El destino de nuestra especie no es cierto, sino incierto. Así los hechos el robot puede ser el macho alfa, con su decálogo bajo el brazo, y la comunicación reducida a interacciones digitales.

El escritor Velxis hizo una pausa mental, al sentir que una querencia avivaba su espíritu, y sonriendo, como cuando era niño, deletreó un nombre...

En sus ojos asomó un brillo coqueto y tierno, que a lo mejor buscaba, la eternidad en ese instante… (Hasta el próximo domingo, amigo lector)

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