ES LA HORA DE DESENREDAR LA CONCIENCIA
La adoración es casi unánime, como si se tratara de una nueva divinidad. Tal es el trato que se dispensa a la tecnología de punta, a su vertiginosa innovación. Allí está el arsenal de la nanotecnología hasta el teléfono móvil (que poco falta para considerarlo como un órgano más del cuerpo…).
Sin duda, la tecnología actual es un extraordinario hito de la inteligencia. Sin embargo es imprescindible tomarle cuentas. Evaluar los costos relacionados con el mismo conocimiento científico y con el quehacer de la conciencia. Pues basándose en la vertiginosa innovación se pretende desmarcarla de la ciencia, de su placenta, a puro practicismo de laboratorio y solo pensando en el utilitarismo del mercado. Obviando que la ciencia siempre avanza comprometiéndose con la calidad de la vida.
Pero son las humanidades, las letras, las que sufren la mayor envestida del pretencioso conocimiento tecnológico. Comenzando por la filosofía, la historia, la literatura, la sociología y el arte. Con todo lo que tiene que ver con los valores, las sensibilidades y solidaridades: con la conciencia reflexiva. Prácticamente ya no existen estos cursos en las escuelas, colegios y universidades. Ahora estas últimas prefieren llamarse universidades tecnológicas. En las propias carreras de letras se viene modificando los contenidos, por conocimientos concretos, de efectos inmediatos, en consonancia con el utilitarismo de la pura tecnología que requieren las corporaciones.
Olvidando que gracias a las humanidades seguimos erguidos. Que gracias a ellas derrotamos a la esclavitud, a la feudalidad y se concretaron las independencias del colonialismo y las revoluciones; y hoy los derechos humanos son un pendón a defender. No son entonces las ciencias duras, la química, la física y las matemáticas las que lideran el proceso de humanización. Qué lúgubre, gris, mediocre y sin horizontes sería la vida sin los grandes luchadores sociales, sin los filósofos y ensayistas; sin los estadistas; sin los poetas novelistas, artistas y músicos (Y valga como pie de página: las palabras vibran, danzan y embellecen en el regazo de las humanidades, para luego alumbrar la poesía)
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