Por Mario Peláez
Todavía están frescas y tronando las pisadas de las miles de mujeres que participaron en la marcha NI UNA MENOS. Extraordinaria movilización (que apenas empieza) de la conciencia contra el machismo. En puridad, por la igualdad de géneros.
En la sociedad peruana, el machismo tiene ingredientes muy suyos. Tiene machos alfa de origen: en la Sierra, el gamonal (y su carnal el capataz), en la Costa, el criollazo (el pendejazo, desde el político y el gerente al cobrador de combi). Que juntos patrocinan y festejan consignas como, “mientras más me pegas más te quiero”. Y ambos son afluentes caudalosos del machismo que consolida el liberalismo, que en los hechos solo protegen derechos de los hombres. Pero también las religiones lo potencian con su hegemonía absoluta de puro hombres, desde sus fundadores hasta los diáconos, pasando por los papas. A todo lo cual debe sumarse el militarismo que de facto gobernó el país más de la mitad del tiempo de la vida republicana.
Sin duda el machismo (hijo predilecto de la sociedad patriarcal) es una de las conductas más injustas y cínicas, que galopa en todos los ámbitos de la sociedad. En el hogar al decidir los colores, juegos y juguetes de los hijos. Para los varones el color celeste, pelotas y futbol; para las mujercitas, rosado, muñecas, ollitas, etcetra. Otro tanto en relación a la división de las tareas domésticas y en las iniciativas íntimas, el macho decide cuándo y cómo. Y luego el machismo se agiganta en las calles, oficinas, centros educativos, estadios, Tv, con graves consecuencias biopsicosociales y culturales, incluyendo el feminicidio.
Hay otras formas igualmente violentas, pero que cuentan con aval sacrosanto y pseudocientífico: la prohibición a usar la píldora del día siguiente (AOG), es un buen ejemplo. Ya van 16 años y apenas se ha logrado, vía medida cautelar, su distribución provisional. Faltando las resoluciones del juez y del Tribunal Constitucional. Pura tinterillada. La Organización Mundial de la Salud y la Corte Interamericana de Derechos Humanos ya se han pronunciado a favor de su uso. De allí que en países como Chile, Argentina, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Colombia, entre otros, hace años viene distribuyéndose gratuitamente, JUNTO CON UNA SÓLIDA EDUCACIÓN SEXUAL.
¿Pero por qué en el Perú hay tanta hipocresía?. Por la sujeción del Estado a las cúpulas religiosas. Una de ellas ONGALA, que Cipriani lidera desde el púlpito, y que sostiene, “la mujer que toma la píldora es asesina, es peor que el padre violador”. Sin duda, Cipriani ya tiene un lugar preferente en el VIII círculo del infierno (gracias Dante Alighieri).
No distribuir la AOG constituye una discriminación inadmisible, sobre todo con las mujeres pobres que no tiene los medios económicos para adquirirla. No es posible que el Estado las siga tratando como ciudadanas de tercera (preguntemos sino a las quechuahablantes).
0 comentarios:
Publicar un comentario