Humildemente se acerca mi palabra a
esta hora, humildemente se inclina sobre su tumba querida, sobre la cual se mantiene aún
fresca la tierra y algunos pétalos de hortensias se mueven en lúgubre movimiento
por efectos del viento que corre por entre los monumentos funerarios.
Imposible querer mantener la calma, pretender
la serenidad, o que la palabra no se quiebre al referirnos a Milton Odilón a quien
le lloramos juntos: Fue el amigo total, amigo de todos.
La noticia cierta e irreparable me
sorprendió grandemente; confieso que al enterarme de tu muerte sentí un
tremendo dolor, como si hubiera muerto una parte de mi cuerpo; empero sentí
también pesar y recriminación por mi negligencia, por negligente no fui a verte
al hospital, aunque no te gustaba las visitas, ese remordimiento me costara
olvidarlo.
Este sucrense locuaz de talla pequeña,
de rostro alegre y boca llena de risa vino a este mundo con un sino: ser
maestro y la pedagogía la cumplió con apostolado no como otros que son
rudimentos de profesores.
De su calidad profesional y entrega a
sus alumnos doy testimonio y puedo aseverar que de su mística profesional fui
admirador y me serví.
Hombre guía, meticuloso, cuidadoso y
muy cauteloso, así lo entendí siempre cuando me alcanzaba un libro con una
hoja, a modo de sobre todo, para que no se ensuciara o estropeará.
Me vincule a él cuando tenía 17 años y
fue el primer amigo consejero, en breve esa amistad fue creciendo construyéndose
en base a una mutua afición por los libros. Cariñoso y agradecido guardo muchas
vivencias, esos recuerdos están gravados en mí mente con una claridad diamantina que
solo tiene lo inolvidable.
No terminaba aun sus estudios en el
Instituto Pedagógico de Celendín y ya era respetado como un maestro, sus
compañeros de aula lo llamaron el gordito, cuando hablaba sabia subrayar las
palabras con gestos expresivos y a veces acerbos.
Amigo de todos, amigo siempre amigo,
en su corazón abierto no dejaba nunca cruzar los disgustos y los
distanciamientos momentáneos; era tal su generosidad y su nobleza que parecía
animado por la pasión de ignorar los pequeños defectos y la acre animosidad.
Tuvo un maravilloso don de la amistad, en su compañía no era posible por días,
caer en mezquindad.
Su predilección por conservar cosas lo
llevo apiñar antigüedades en su casa, suficientemente amplia y que albergaba a
su hogar, holgado, libre de urgencias.
Esa casa ubicada en la intersección de
las calles Simón Bolívar y Cajamarca era alegre, profundamente humana y
católica dominada por la figura vivaz y siempre creadora de su padre a quien el
pueblo gusto en llamarle “Sancho” o “Pepito”, hombre bonachón, carismático y
laborioso, y de su madre no menos creativa, doña Efigenia Sánchez, modista
admirada por la confección de vestidos con pedrería y encajes.
El destino tuvo la gentileza que este
pequeño hombre misterioso, taciturno, anacoreta e impredecible no solamente
tuviera la aureola orgullosa del título de maestro, también le prodigo dotes de
artista, fue pintor y tiene en su colección varias acuarelas, en el campo de la
letras pergeñó alguno poemas y cultivo con verdadero placer la música; las
notas de las Vírgenes del Sol y el Cóndor Pasa revolotearan en su tumba; la
tradición de su pueblo lo hizo amante de sus costumbres y compositor.
A pesar de sus muchas habilidades
artísticas nunca presumió, ni pretendió la gloria del campeón, se distinguió
por su perfil bajo.
El éxito le abrió los brazos al ser
declarado ganador del concurso municipal al mejor trabajo sobre el Escudo de
Sucre.
En la edad madura se entrego con santa
paciencia y sacra impaciencia a la formación de lo que llamo azas jubilosamente
su museo.
En ese anticuario se encuentran piezas
arqueológicas, famosas fotografiaos de antiguos personajes y de la tradición
sucrense, pertenencias de antiguos huanuqueños y piezas raras rescatadas por el
malogrado Milton.
Los que han visitado el museo
coincidirán que ese anticuario es un viaje, en retrospectiva por los anales de
Sucre antiguo.
El 2014 es intervenido quirúrgicamente de una
enfermedad mortal, después de esa intervención médica el mal amainó su voraz
avance, reviviendo en el mes de enero del 2015 y no cedió hasta llevarlo a la
muerte, callando su voz y dejando sin latido su corazón.
Su desaparición física es una perdida
insondable para la cultura del pueblo.
El amigo total, el amigo de todos se
fue para no volver; hoy sé cuanto le debo y solo ignoro si lograré reafirmar mi
gratitud mediante la palabra, lo que esta claro es que los muertos inolvidables
son para nosotros totalmente vivientes, con esta ultima aserción pido gloria y
respeto por la obra de Milton Odilón.
Lima, febrero 2015.
O.A
Fotografía: Blog Sucremus
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