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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

martes, 1 de abril de 2014

Poesía: Ruben Urbizagástegui Alvarado, Virunhuaira


CONTRACARATULA

En las mejor tradición de la poesía de vertiente andina, profundamente arraigada en la tierra, el paisaje y, por supuesto, en la hondura y rebeldía de la gente sencilla. Ruben Urbizagástegui Alvarado nos entrega en Virunhuaira, un auténtico elogio de su raíz, un canto a los componentes naturales y humanos de su origen. Poesía de la imagen que surge de la observación absorta de los detalles (Te corto las alas y danzas en mi sombrero), de la indignación pausada pero profunda (Desperdigados entre los huertos como cántaros rotos se desparramaron los huesos de los muertos), de sorpresa ante la belleza natural (Las flores blanquinegras de la habas parecen banderas meciéndose sobre la cresta de los vientos), del rastro de la historia que subsiste (Entre la niblina diviso calles de piedra, casas de piedra, canales de piedra, mariposas de piedra, palomas de piedra), en fin, poesía de una sobrecogedora ternura que instala del mejor modo a Urbizagástegui en esa gran columna de creadores que como Carlos Oquendo de Amat, José María Arguedas, Mario Florián, Julio Nelson y muchos más, expresaron de la manera más elevada el amor y aghesión al pueblo, a sus desgarros y alegrías, a sus sueños incanjeables.


Jorge Luis Roncal 


SI VAS A VIRUNHUAIRA, 

viajero, sal a la carretera norte. Llega a Fiori y busca la agencia «Andía». Compra tu pasaje allí y espera la salida.

 Pesa tu equipaje, tu costal de arroz, sal, azúcar, fideos, pan y baratijas para la familia y los amigos. Eso es lo normal y no te asustes viajero. Allí comienza tu salida. Picaroneros, emolienteros, sandwicheros, y uno que otro vendedor de baratijas pulularán por los alrededores. Ya de salida pasarás Los Robles y a los costados Comas, Chacracerro, Los Cipreses, Puentepiedra. La gente como escarabajos cuesta arriba rodando lo que encuentran para sobrevivir. Obsérvalos en las márgenes y elevados cerros de la sucia y podrida Lima. Pasando Ancón hay un puesto de la Guardia Civil. Cuídate viajero pues allí te robarán. El Guardia Civil te pedirá tu libreta electoral, militar, tributaria, partida de nacimiento, certificado domiciliario, pasaporte, atestado ideológico o lo que sea. Y si por acaso posees todos esos documentos, te dirán que están circulando billetes falsos y te pedirán todo el dinero que llevas. Abre bien los ojos viajero, pues el policía cambiará tus billetes legales por los falsos que decomisaron a otros incautos como tú. Así tú pasarás los falsos, los harás circular y los policías se quedarán con los billetes legales y engordarán. Si reclamas te dirán que eso es tu cupo de guerra por pasar vía Ancón, te acusarán de senderista o inventarán cualquier otra disculpa para encarcelarte. Ojo viajero, no olvides que no hay policía civil, republicano, de investigaciones o del ejército honesto. No hay uno siquiera. Tienes que ser corrupto para juntarte a una institución corrupta, ¿comprendes? Abre bien los ojos, pues pasando Pasamayo verás cómo el mar se abre en lontananza y el valle parece dormir sobre la pampa de Huarmey, Chancay, Huacho y llegarás a Barranca. Descansa allí pues ahora comienza realmente el viaje. Tómate un café con leche, compra un chancay, alfajores y espera el camión que debe subirte a Virunhuaira. Aparecerá de repente y en menos de una hora estará lleno de campesinos y comuneros conocidos del Valle del Pativilca. Súbete a ese camión y espera. No olvides de comprar algunos panes dulces y alfajores huachanos y una que otra Concordia. Cuando el camión salga estará lleno de gente hasta el techo. Algunos irán colgados de los lados. Así pasaremos el puente de Pativilca y ya se verá el río, ese río negro de aguas oscuras y bulliciosas es el Pativilca. Siguiendo su corriente río arriba llegaremos a Virunhuaira. Pero espera viajero, aún nos toca pasar Huayto, una hacienda de grandes cañaverales. Cuídate de las quemadas pues cuando menos esperas ya estarás negro por el humo. Pero ahora ya sentirás la protección y cariño de los comuneros que están sobre el camión. Oirás las historias más absurdas sobre las quemadas pero recuerda que la realidad es más fantástica que la literatura. Presta atención viajero pues las historias que escuches se repetirán en cualquier camino de cualquier país latinoamericano. Solo cambia la geografía. La historia es la misma. Río arriba del Pativilca pasarás por innumerables haciendas cañeras llenas de comuneros de las más diferentes comunidades de la región. Encontrarás comuneros de Acos, Mangas, Llipa, Quillapata, Apas, Cochas, Gorgor, Rajanya, Huancapón, Manás. Tristes golondrinos soñando volver al nido. Los distinguirás por el color de los vestidos de sus mujeres y la horna de sus sombreros. Comuneros al fin te preguntarán si conoces a don Julián de Ancos, a don Pedro de Quinllán. Y uno que otro te alcanzará una carta, una nota apresuradamente escrita. Tristes se quedarán si contestas que no. Si contestas que sí con los ojos brillantes te dirán que Carmen Rosa, Rosandro o Nolasco les envía un saludo. Así que miénteles viajero, diles que sí, que verás a don Julián de Ancos y a don Pedro de Quinllán y que les darás sus saludos. Dales esa esperanza viajero que de esperanzas nadie se muere. Y sigue subiendo río arriba llegarás a Cahua. Aquí el camión hará una parada para el almuerzo. Compra mangos y manzanas. No hay mangos más dulces ni manzanas más tiernas que las de Cahua. Compra también algunas paltas, a los comuneros les gustan las frutas que no producen. De nuevo cuídate de la policía. Recuerda, no hay policías honestos. Y sube. Pasando Carhuán los melocotoneros comenzarán a brillar. Hártate de melocotones viajero. No hay melocotones ni duraznos más dulces que los de Carhuán ni los de Pimache, al que se llega pasando el puente colgante sobre el rio negro. Y ya casi estarás en Pamplona. Tuerce a la derecha y sigue el río de aguas blancas. Ahora ya se ve una trocha que sube retorciéndose como una culebra siempre río arriba hasta Caya. Aquí ya estarás cansado pero con el corazón alegre, contento. Ya se siente el aire más puro, más limpio, más azul y más claro que el agua. Y el agua canta en tus oídos como diciéndote ya estás aquí hijo mío regocíjate, regocíjate. Carga aquí tus bultos y amárralos bien a tus burros que aquí nos toca la subida. Siguiendo una pequeña trocha pasarás arriba de Chiuín, Añastarronday y ya entrando a Pihuancoto tu corazón comenzará a llorar. Al otro lado, al frente ya divisarás Huampán, Nunamayoc, Virunhuaira. Las casas con sus techos de calamina y paja brillando bajo la luna alegrarán los corazones. Te aseguro viajero no habrás subido solo. Algún comunero habrá subido contigo también. Ya estarás en Virunhuaira compartiendo un pedazo de pan y alguien te alcanzará un porongo de chicha. En medio de la comunidad en el corazón del pueblo nuevamente. Aquí te esperamos viajero.

ABRO MI CUADERNO DE GARABATOS

y viejas fotografías. Veo un caballoo bebiendo el agua y cruzando el río de Chingos que pasa abriéndose camino entre dos montañas. Me siento más fuerte, quien sabe también más feliz. La vida es solo entender el camino y la caminada. Se necesita paz para sonreír. El río de Chingos baja cantando y llorando Todos cantamos y lloramos algún día. Cada quien es su propia historia. Cada quien carga su propia cruz. Voy de subida a Virunhuaira.

ARMADOS Y ENCAPUCHADOS

bajaron de las montañas. Con sus linternas poderosas encandilaron nuestros ojos. No podíamos verlos. Nos juntaron en medio de la plaza. Ya traían a Enma Calderón atada por el cuello. Nos pidieron que gratásemos “viva el presidente gonzalo” Vivaa contestamos. “Quien envenena al pueblo debe morir” gritaron señalando a Enma Calderón. Nadie respondió. Y de un solo tajo le cortaron el pescuezo. Allí estuvo Enma Calderón, dos días mosqueándose en medio de la plaza sin nadie que la recoja. Hasta ahora me pregunto qué será pues eso de “envenenar al pueblo”. Enma Cvalderón solo vendía chicha y ron con huamantripa en la plaza de Virunhuaira.

BIEN DE TARDECITA

Saltando como vicuñas, corriendo como venados. Brincando de piedra en piedra los veíamos pasar. Cómo eran alegres los compañeros a la luz del atardecer cruzando la toma de Huitco. Un puntito negro moviéndose en dirección a Mañupeca. Atravesando la quebrada del Hualcán. Fusil de palo al hombro haciéndonos adiós con la mano abierta. Así pasaban. Y solo puñitos de canchita con queso podíamos pasarles. Y a veces ni siquiera eso. Y ya ves, nos quitaron la esperanza. Qué será de nosotros pues,  me dice mi padre mirándome a los ojos fijamente. Él sabe lo que estoy pensando.


Ruben Urbizagástegui Alvarado.- (Virunhuaria, Cajatambo, Perú, 1945) poeta, bibliotecólogo, antropólogo, sociólogo y con un doctorado en Ciencias de la Información por la Universidad Federal Gerais, Brasil. Integró el Movimiento Hora Zero. Publicó los libros de poesía Dela vida y la muerte en el matadero (1978) y Caminando y cantando (1996)
Ha divulgado numerosos artículos y estudios sobre bibliotecología y ciencias de la información en las revistas más conceptuadas del área.

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