Por GUSTAVO ESPINOZA M. (*)
En pocas ocasiones en nuestro país la derecha ha callado.
Quizá acontecimientos específicos -el fallo de La Haya, o la
trascendencia del evento- han hecho que esta vez el Perú se
haya visto libre de la ponzoñosa, y también huachafa, campaña
que en otras circunstancias se habría desatado contra Cuba y
la CELAC y también contra el Presidente Ollanta Humala por
haber viajado a la Patria de Martí y asistido a la Cumbre más
importante que ha tenido lugar en América en lo que va del
nuevo siglo.
Apenas el jueves 30 -concluida ya la cita de La Habana- el
Grupo El Komercio, a través “Peru 21” se atrevió a
editorializar contra Cuba. Pero aún así, la impotencia no le dio
para mucho. Se lamentó apenas de la presencia del
Comandante Raúl Castro con elegante terno azul y sus
“finísimas gafas Cartier” en el acto inaugural de la CELAC y
exigió a sus áulicos que, cuando hablen de Cuba, digan -en
vivo y en directo- que es “una dictadura”. La molleja, no les
dio para más. El ridículo fue mayor. No pudieron soportar el
contraste entre una Casa Blanca entumida por el frío y la
soledad y una Habana ruidosa, alegre y dicharachera, como la
conoce el mundo.
Para acicatear la indignación de la derecha más reaccionaria
de nuestro continente, al encuentro celebrado en Cuba
asistieron 29 de los 33 mandatarios de América Latina y el
Caribe. Y estuvieron presentes las más altas autoridades de los
organismos internacionales y regionales, como el Secretario
General de Naciones Unida y el titular de la OEA. Además, la
señora Bachelet, recientemente electa por segunda vez
Presidente de Chile.
La única ausencia significativa, fue la del Presidente de El
Salvador, que se explica porque este domingo tienen lugar
elecciones en las que el pueblo podrá renovar la confianza que
le otorgó hace cuatro años -por primera vez en la historia de
ese país- al Farabundo Martí para la Liberación Nacional.
La CELAC 2014 no cayó del cielo. Ni está en el escenario de
nuestro tiempo, por milagro divino. Fue el resultado del más
calificado esfuerzo de un gran hombre de nuestro continente, el
Comandante Hugo Chávez Frías, quien pudo ver coronada su
voluntad de lucha, pero no alcanzó a su mayor esplendor. Este,
tuvo lugar ahora bajo el cielo habanero. De ahí el merecidísimo
homenaje que -sin excepción alguna- le fuera rendido.
Dos elementos son particularmente importantes y contribuyen a
resaltar la trascendencia de la Cumbre. Uno, tiene que ver con
la gravedad de la crisis mundial. Y, el otro, con el escenario
geográfico en el que tuvo lugar el encuentro.
Hay que admitir, que la cita ocurrió cuando el mundo registra
altos niveles de descomposición del modelo de dominación
capitalista. Importantes países de Europa viven hoy espasmos
desgarradores por la aplicación de políticas de Shock
impuestas a espaldas de los pueblos por el Banco Mundial y
otros organismos financieros internacionales. Y en los países
desarrollados crecen niveles de desempleo y hace su adiós,
quizá definitivo, el denominado “Estado de Bienestar” tan
popular en décadas pasadas.
Incluso en Estados Unidos se registra la quiebra de importantes
consorcios industriales y financieros y hasta el
desmoronamiento de poderosos truts que, antes convirtieron a
ciudades, como Detroit, en pujantes símbolos del desarrollo.
Eso incrementa la voracidad del Imperio y alienta a los
mercaderes de la guerra a exportar afanes bélicos en perjuicio
de países del Medio Oriente y el Asia Central.
Que en este contexto surja en América Latina un escenario
distinto, de lucha y transformación social, es algo que los
áulicos del Imperio difícilmente pueden digerir. Pero si eso que
asoma, al mismo tiempo que levanta sus banderas de unidad,
excluye a Estados Unidos y Canadá y establece una clara
distancia de los planes del Imperio; entonces la cosa luce
sencillamente intolerable. Es muchísimo más de lo que pudo
imaginar Harry Truman cuando pensaba en el poder
demoledor de la bomba atómica. Es explica que, finalmente
Washington haya tronado acusando de “traidores” a todos los
gobiernos de América,
La CELAC une bajo la orientación de las fuerzas más
progresistas, a todos los países de América Latina y el Caribe.
En cada circunscripción del territorio americano se producen
revoluciones o mutaciones, procesos propios, cambios distintos
en ritmo, y aún en contenido. Pero en todos se afirma la idea
que no podemos seguir siendo la vieja despensa del Imperio,
sino que tenemos que forjar el destinos de nuestros pueblos
con dignidad, trabajo y lucha. En ese marco, la solidaridad sin
cortapisas con cada uno de esos procesos, constituye no sólo
un deber elemental, sino también una obligación inexcusable.
Hay procesos más avanzados en nuestro continente. Pero
ninguno plagia nada. Ninguno hace calco o copia de otro.
Todos crean a partir de su propia, y heroica, experiencia. Y
todos transitan por la ruta liberadora que pudieron pergeñar sus
antepasados, cuando combatieron por la Independencia, hace
doscientos años.
Porque, finalmente, el mérito histórico de la CELAC es ése:
haber unido a nuestros pueblos en un solo símbolo de lucha al
cumplirse el Bicentenario de la Independencia de América,
cuando las proclamas de José de San Martín, Simón Bolívar
y Antonio José de Sucre, son retomadas por los fervorosos
llamamientos de sus descendientes
Cuba tiene un lugar de honor en esta tumultuosa batalla por la
Independencia de América. No sólo porque fue el primer país
que rompió los lazos que la ataban al dominio yanqui, sino
porque -además- aportó a la experiencia americana conceptos
novedosos e ideas propias referidas al esfuerzo por construir
una sociedad más humana y más justa, la sociedad
socialista..
Cada una de las experiencias de América recoge elementos del
futuro. Para hombres ilustres, como José Carlos Mariátegui, la
tarea histórica de avanzar al cambio de la estructura en las
relaciones de producción en nuestro continente, “es una
empresa de hombres de la más liberada conciencia, y de la
más elevada moral”. Quienes tienen en sus manos la
conducción de procesos antiimperialistas como los que hoy se
viven en diversos países de nuestra región, están adscritos a
este mensaje.
Hay que tener conciencia, sin embargo, que nuestra lucha -que
se libra en cada país- no registra sólo objetivos locales. Se trata
de una batalla internacional de la más elevada trascendencia.
Lo que ocurre en un país incide decisivamente en otros, para
bien o para mal; y la mirada a la que nos obliga esa realidad, no
puede, ni debe, ser una mirada local, sino continental
Estamos frente a un escenario que rebasa largamente las
fronteras nacionales. La suerte de los peruanos, como a
comienzos del siglo XIX, está estrechamente ligada al destino
de los americanos de otras tierras. Y se juega con la misma
intensidad en los valles del Arauca como en el agreste
altiplano; en la sabana colombiana o en la pampa argentina; en
la selva del Mattogrosso como en las orillas del Gran Lago de
Nicaragua. En Chile o en El Salvador; en la Patria de Artigas, o
en la tierra de Pancho Villa. La lucha, es la misma.
El proceso peruano, que algunos gustan mirarlo con ojos
estrechos y locales, no responde sólo a propósitos pequeños y
aldeanos. Está mucho más interconectado con la realidad
continental y mundial de lo que piensan nuestros radicales
criollos. Y debe verse, entonces, como episodio de una
confrontación mayor en la que los intereses de los pueblos,
están por encima de las pequeñas ilusiones electorales de
personas o partidos.
Por eso la unidad que se debe construir -la que
verdaderamente será trascendente cuando madure- deberá ser
política, más que electoral. Y recoger, con modestia creadora, y
sin reproches mezquinos, la más rica experiencia del pasado.
Si para descalificar a Cuba -que brilló con luz propia- lo
importante es el terno azul de Raúl Castro o la montura de sus
espejuelos; para los pueblos, lo decisivo para calificarla es el
ejemplo de dignidad que nos ha legado siempre, y que ha
recogido con vastedad la Cumbre de la Habana, la CELAC
2014, que pasará a la historia como la primera gran cita
continental por la liberación humana celebrada en nuestro
continente. Por ella, lo forjamos en paz, sin armas nucleares, ni
violencia, ni conflictos fronterizos. Y ojala también sin hambre
ni miseria, sin discriminación ni atraso (fin)
(*) Del Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera /
http://nuestrabandera.lamula.pe
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