Por César Hildebrant
“No deja de ser una ironía que periodistas muy bien informados y, en algunos casos, brillantes pretendan no reparar en el hecho de que la concentración que hoy critican es el derrame natural del sistema que ellos avalan. Y que alcen la voz sólo cuando el ultraliberalismo les ha tocado la puerta tiene un dejo de ingenuo y tardío egoísmo”
Muy poco ha cambiado con la compra de Epensa por el Comercio. Los que dicen que el argamedón ha empezado su cuenta regresiva con esa transacción exageran, mienten o tergiversan. O hacen las tres cosas a la vez.
Las fusiones insaciables son parte del sistema ultraliberal que la prensa, en general, ha aplaudido.
¿No tierna acaso LAN, una empresa chilena, una posición groseramente dominante en el espacio aéreo comercial del Perú? ¿No está nuestra flota naval dedicada al cabotaje en manos extranjeras, especialmente chilenas? ¿No dominan empresas chilenas el segmento de las grandes superficies y el retail? ¿No empieza China a tener una posición predominante en la minería del Perú? ¿Alguna vez "la gran prensa" y quienes hoy se rasgan las vestiduras han dicho una palabra al respecto?
El sistema económico que la gran prensa no discute favorece la concentración y es despiadado con los marginales. De modo que habría que legislar sobre las distorsiones del mercado en general y no hacerles creer a los lectores que "sólo la prensa" merece un estatuto especial.
Los periodistas que quieren un Estado desaparecido, diminuto, secuestrado y jamás intervencionista ¿qué hacen solicitando a un poder del. Estado meter la mano en una operación consentida por las reglas generales del sistema ultraliberal?
¿No era que la sabiduría consistía en volver al "laissez faire et laissez passer" de Vincent de Gournay? ¿No querían un mercado al galope, una mano invisible e infalible, una meritocracia fundada en el dinero y la voracidad? Pues allí la tienen. No es hora de llorar por lo particular cuando no se ha tenido el coraje de enfrentar lo general.
E1 Comercio y Epensa pensaban desde el fujimorismo (si tal cosa es posible) antes de que se maridaran. Ahora siguen haciéndolo en su lecho de bodas. ¿Qué ha cambiado?
El Comercio era una potencia que le compraba el local a los canillitas, que concertaba paquetes publicitarios inmejorables, que había hecho "Trome" de los despojos de "Ajá" y que se había extendido a otros muchos intereses comprometiendo su independencia periodística y encanallando la herencia que les dejara Luis Miró Quesada de la Guerra. Y "Correo" era apristón de bolsillo y fujimorista "de principios" porque el horizonte mental de los Agois termina en las proximidades de sus, ñatas. Y ahora "Correo" y sus adláteres siguen en las mismas. ¿Cuál es la novedad?
Esperar que el Poder Judicial anule la transacción que el sistema y la Constitución toleran es saludar a la bandera. El Poder judicial no se va a atrever a desbaratar el engullimiento de Epensa, del mismo modo que el Congreso no aprobará una ley que obligue a los medios de comunicación, por ejemplo, a “colaborar con el Estado de la educación y en la formación moral y cultural” (artículo 14 de la Constitución). Ni siquiera hará eso.
Y el presidente de la República, domesticado a periodicazos y políticamente castrado por la plutocracia que realmente nos gobierna, podrá decirle lo que quera a los periodistas de su preferencia pero no dará un solo paso en la nunca dirección que podría cambiar las esencias. Y ese paso sería el cambio de la Constitución que prometió cambiar. No para parecernos a Venezuela ni mucho menos a Cuba sino para parecer un país y no la chacra inmensa que aún somos, esa hacienda impertérrita donde los que pierden las elecciones conservan el poder y los presidentes parecen monigotes.
¿Concentración de poder? No me den risa. Hace ocho años que este modesto y sublevado columnista fue lanzado de "la gran televisión" por decreto invisible del sistema. ¿Por qué resultaba tan incómodo? Porque, como me dijeron, "resultaba incompatible con algunas ideas básicas". Y esas ideas eran, parafraseadas, dos, sencillamente dos: "el sistema no se discute y la resistencia social debe registrarse con mucho cuidado".
Por eso es que en la televisión, en la radio y en la prensa escrita no se cuestiona, por lo general, nada de lo esencial. Temas como la desigualdad creciente, la destrucción industrial, el complot clasista para destruir todo vestigio del Estado-empresario que tan bien funciona en países afines, el abandono de la agricultura para el mercado interno, la insostenibilidad ecológica del sistema económico mundial, los límites del horizonte primario-exportador, el real imperialismo que padece el medio oriente, el mito tecnológico, el embrutecimiento ecuménico como fórmula para crear multitudes sonámbulas, la crisis de las democracias europeas a partir del minado de los derechos laborales, todo eso, y muchos temas más, todo eso, digo, está desterrado y para siempre.
El problema de los medios es la concentración de la agenda en un solo puñado de dogmas in-tocables, de verdades hechizas. Un sacro imperio de paradigmas que nadie puede cuestionar es el que predomina. Toda herejía es castigada. El triunfo mundial del pensamiento derechista ha llegado a aburrir.
Eso explica que publicaciones como esta, en la que escribo, puedan sobrevivir sin publicidad y del solo favor de sus lectores. No todo está perdido, felizmente.
No deja de ser una ironía que periodistas muy bien informados y, en algunos casos, brillantes pretendan no reparar en el hecho de que la concentración que hoy critican es el derrame natural del sistema que ellos avalan. Y que alcen la voz sólo cuando el ultraliberalismo es ha tocado la puerta tiene un dejo de ingenuo y tardío egoísmo.
Fuente: Semanario Hildebrant en sus trece, Año 4, Nº 184, Viernes, 10 de enero 2014
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