Por Claudia Korol
Hoy tengo un dolor de Chávez en la piel. Como si el mundo se detuviera por un instante y no respirara… para sentir el latido débil de su corazón rebelde, marcando el paso todavía.
Hoy tengo un nudo de Chávez en la garganta. Como si toda la rabia se juntara en un nombre… que es la manera cómo eligió llamarse un pueblo, un tiempo de revolución, una posibilidad veintiúnica de existencia de nuestro socialismo.
Hoy tengo una marea de Chávez en la mirada. Como si necesitara por un momento ver para creer. Como si supiera que ese mar de gente que ruega por él con lágrimas amontonadas en los ojos, está inventando así una forma entrañablemente absurda de la rebelión del continente.
Hoy tengo una inquietud de Chávez en las manos. Como si el puño cerrado y la caricia necesitaran tocar la superficie de la historia para saberlo en ella.
Hoy tengo una urgencia de Chávez en la sangre. Como si toda la vida desparramada en el continente, formara un ancho río rojo revolución… exigiendo que en este tiempo nadie se conforme con plegarias... que nadie se conforme… que nadie se acomode.
Porque Chávez -el que conocimos- se va alejando suavemente de la volcánica aparición en nuestros gestos cotidianos. Y necesitamos con urgencia que nazcan nuevas maneras de revolucionarnos… tal vez con menos liderazgos individuales, tal vez con más creaciones colectivas.
Porque no es verdad –aunque quisiéramos- que ahora nacerán miles de Chávez. Como no nacen miles de Fideles ni de Guevaras ni de Ramonas ni de Evitas. Como no nacen Bolívares ni Manuelas ni Bartolinas ni Camilos. Pero nacen sí, una multitud de Juanes y Marías, de Pedros y Sandras, de Pablos y Luisas, formando un collar de estrellas insurrectas, que iluminan cuando brillan juntas los sueños libertarios sembrados en nuestras tierras. Formando un telar de palabras sencillas, que envuelven nuestra memoria y la multiplican en sus historias mágicas.
Hoy tengo una esperanza de Chávez en mi corazón. Porque el tipo no se rindió. Porque no se entregó. Porque desafió al sentido común y a las prédicas conservadoras de lo posible. Porque el tipo se hizo querer, así milico como era. Porque se equivocó y se corrigió muchas veces.
Porque el tipo se dio todo completito a la historia. Porque así está entrando… con esa sonrisa tan Chávez en el rostro indio. Tan feliz celebrando picardías. Tan cómplice de Fidel. Tan hablando hasta por los codos. Tan abrazadito al pueblo más pobre y más desconsolado. Tan valiente el tipo. Tan entero en cada despedida. Con su espada de Bolívar y su Constitución bajo el brazo, como regalos del rey Melchor.
Tan tierno en su dureza. Tan loco en su cordura. Inventando el alba, en la noche oscura. Tan lucero el tipo. Tan Chávez, todavía.
Fuente: Sonidos Agitadóricos, 7 de enero 2013
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