Dentro de la gran controversia que ha generado quien en vida fuera Hugo Chávez Frías, una de las discusiones típicas era si Chávez, con el histrionismo que le caracterizaba, era el típico militar populista que de culto tenía muy poquito. O más aún, que sus arranques mediáticos, sus gestos contundentes e incluso apresurados, denotaban un signo de la barbarie que venía a quedarse en Sudamérica: La de gobiernos autoritarios, manipuladores, cuya visión social se acababa en subvenciones para cosechar fáciles aplausos, la imposición del partido ganador para acaparar rectorías, direcciones generales de educación y producir una generación de artistas e intelectuales que, por mor del petrodólar, sólo podían ser afectos y serviles. El famoso Ogro Filantrópico que dibujó años antes Octavio Paz para definir al viejo PRI mexicano y que ahora resucitaba empeorado, más grande, más fiero, más torpe y más inculto.
Perú 21, el vástago contrahecho del grupo El Comercio, no ha perdido tiempo coleccionando las frases más agresivas de Chávez, muchas de ellas cargadas de ajos y cebollas. Los medios que se alinearon con la oposición al régimen bolivariano no dejan de recordar su retórica altisonante, sus gestos mussolinianos ante masas, sus apariciones televisivas cantando, bailando y declamando cuartetas simples, sus contradicciones ideológicas (se consideraba heredero tanto de José Carlos Mariátegui como de Haya de la Torre) y esos ruegos áulicos al dios de los cristianos, que recordaban a las peligrosas alianzas del poder con la religión. Casi nunca se le ha visto leyendo un libro y su bagaje intelectual tenía más de manuales de autoayuda y clásicos leídos por terceros, que de una sofisticada formación intelectual. Cuando rechazó debatir con Vargas Llosa, muchos liberales lo tomaron como una huida de la "barbarie" ante la presencia de la "civilización". Y además, era militar, que para los ilustrados limeños -con razón o sin ella- es sinónimo de bruto.
Y, finalmente, ese culto a la personalidad in crescendo qué tan mal cae a muchos letrados (de izquierda y de derecha), esa entronización de un segundo Bolívar viviente, esa divinización popular que convirtió a un teórico presidente democrático de izquierdas en un ícono similar a Evita Perón (o Abimael Guzmán, sin ir más lejos).
Y sin embargo, cuando uno ve lo que se ha hecho en cultura y en la educación en estos 14 años de chavismo, se podrá decir cualquier cosa excepto barbarie: Un (o como decía una amiga mía "en Venezuela no estudia solamente quien no quiere") con facultades que producen miles de doctorados al año (recordemos que Venezuela tiene casi la misma población que Perú, así que calculen), una producción editorial gigantesca capaz de, una que ha hecho de Venezuela ya una potencia musical regional, un cultivo fervoroso de las artes populares más allá de la zanahoria del turismo, toda un infraestructura de premios, concursos, entradas baratas a teatros, museos y festivales que ha convertido a la gestión cultural en una profesión de primer orden y a los intérpretes y artistas en un oficio apreciado socialmente. Claro, todo esto no hubiera sido posible sin una sólida. Mientras el Ministerio de Cultura de Venezuela es una gigantesca fábrica de productos culturales que mueve millones, acá nuestro liliputiense ministerio peruano se parece más a un carretillero informal que se dedica mendigar fondos.
Obviamente los venezolanos tiene sus propios problemas: Tienen que lidiar con universidades masificadas, tienen que seleccionar (y no necesariamente con la mejor asertividad) la enorme oferta cultural que será apoyada, saben que toda la gran inversión en educación no ha podido disminuir la tremenda criminalidad en varias ciudades y, como muchos escritores limeños señalan, la revolución bolivariana todavía no ha dado un graaaaaaaan escritoooor, de esos que terminan siendo publicados por las reconocidas editoriales españolas. Que la explosión de cantidad no se ha traducido en un crecimiento de la calidad. Y que, en todo caso,sus logros culturales han sido gracias al grifo interminable del petróleo (¿Y en el Perú hemos hecho algo parecido con las vetas interminables de nuestra minería?)
Es una discusión que no se acabará ahora. Yo solamente puedo concluir que, además de las , el legado de Chávez en la educación y la cultura nos dice que, efectivamente, en ese hermano país ha triunfado la civilización sobre la barbarie.
¿Podremos decir lo mismo del Perú?
Fuente: Blog El Lápiz y el Martillo.
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