Por Jorge Horna
“Y al pueblo que sufre, que tiene hambre y
sed de justicia como tiene hambre de pan,
no le queda más que fortalecerse para
vencer.
Porque el triunfo definitivo corresponde
a los que tienen la justicia. A los que
desean no solo para sí, sino para los
demás el mismo grado de felicidad”.
(El Nuevo Evangelio de Celendín.
DAVID SÁNCHEZ INFANTE,
escritor sorochuquino)
En el distrito celendino de Huasmín está ubicado el caserío Conga, este vocablo procede del quechua Kunka que significa cuello, por su ubicación topográfica en la parte alta, a manera de “cuello del cerro”.
En el extremo sur de la provincia hay otros bellos y productivos parajes agrícolas: Conga de Urquía, Calconga, Conga del sumidero, Tereza Conga, Cruzconga (Sucre), Conga del granero (Oxamarca) y a pocos minutos de la ciudad capital tenemos nuestro Cashaconga.
La mayoritariamente repudiada Newmont Mining-Buenaventura, con la sutilidad que les aconsejan sus aceiteros asesores, lanza el Proyecto minero Conga, tal como durante dos décadas infames lo hizo en Yanacocha, cuyas secuelas perjudiciales padece hoy Cajamarca. Así, estos poderosos mineros mancillan los ancestrales y límpidos topónimos Conga y Yanacocha.
Conga de Huasmín es el lugar donde el agua bulle y mana en búsqueda de ser útil para la vida de los habitantes y de su entorno natural. Conga no tiene nada que ver con minas ni con oro, es reserva acuífera, también, para los poblados y valles de buena parte de las tierras celendinas.
Ya está explicado científicamente hasta la saciedad que el caserío Conga debe permanecer incólume por su importancia y necesidad vital y su rica biodiversidad. Por ello “Conga no va” no es una frase apropiada. Vendría al caso decir entonces: el Proyecto minero Newmont, no va.
En defensa de este territorio apetecido y codiciado por intereses individualistas y extraños, el pueblo organizado de Celendín, Bambamarca y Cajamarca están en lucha constante desde los meses finales del 2011. Ante un gobierno que no escucha ni atiende los racionales reclamos y con el agravante de que quien lo preside (Ollanta Humala) ha incidido en fraude al no cumplir lo que prometió (agua sí, oro no). Como consecuencia, los dirigentes ambientalistas, autoridades regionales, sindicalistas magisteriales y, con profuso activismo, las Rondas Campesinas han asumido el rol histórico de salir al paso ante los atropellos y abusos.
La confrontación es desigual, de un lado la dignidad de la población civil con marchas, mítines, vigilias de protesta, con ollas comunes que son el símbolo del espíritu solidario y el sacrificio por una causa desde siempre justa. Y del otro flanco, la tozudez de las autoridades nacionales que recurren a la fuerza policial y militar, en cuyas conciencias pesan los heridos y la muerte de varios campesinos, y que la prensa y la televisión, socios de los mineros, aplauden cual sirvientes que después extienden la mano para recibir sus propinas.
La iglesia está trazando los caminos para distender el conflicto, los pueblos cajamarquinos y de todo el país esperan que esta sea la ocasión para expresar sus exigencias y ser atendidos, evitando el sufrimiento de las comunidades campesinas y el odio fraticida entre peruanos.
En la menoría colectiva está la muerte del adolescente César Medina Aguilar, de Faustino Silva Sánchez, Paulino García Rojas, Antonio Sánchez Huamán (en Celendín), Joselito Vásquez Jambo (en Bambamarca) y las decenas de heridos, todos campesinos, que cayeron en defensa del AGUA.
02 de agosto de 2012
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