Por: Olindo Aliaga Rojas
El
escritor poeta y político Julio Garrido
Malaver (Quillamachay 1909 – Trujillo 1997) entre su abultada e interesante
producción literaria escribió una novela que lleva por título “Para ser libres”,
el tema
discurre sobre la impronta y las vicisitudes de la vida política del
autor y se desarrolla en la norteña provincia de Celendín y otros lugares
exóticos de ciudad shilica.
La
novela de Marras está ambientada entre los años 1930 – 1048, saturada de
personajes apristas y dividida en diez partes o capítulos. Los personajes son
jóvenes, fortachones, decididos y soñadores como corresponde a todo joven comprometido y pensante.
En
la tumultuosa trama de la novela interviene también un hombre con alguna
experiencia política, partidario del pradismo, que conoció el éxito y sufrió
como nadie el silicio del destierro por el gobierno del dictador Augusto Leguía; leamos lo que dice, de este corajudo
personaje, el displicente aprista en el libro materia del artículo: “Cuando el
recién llegado recibió a la comisión, lo hizo envuelto en una hermosa bata de
seda de vistosos colores y extravagantes dibujos, muy elegante". (Página 17)
En
el encuentro con la Juventud Esperancista, el respingoso autor retrata a Don
Clodo como un hombre duro, tacaño y metalizado, dice el dialogo: “queremos
mucho de usted”
“Si
de mi dinero se trata -aseguro el político, menos político del mundo-. Es inútil que hagan ilusiones” (página 18).
En
la misma página escribe: “El golpe para Javier resulto terrible, no solo porque
la juventud se enfrentaba a un personaje egoísta, fatuo y negativo y hasta
repudiable, sino porque se daba perfecta cuenta de lo que había reconocido desde
el primer instante y, por lo que podía deducir, no tenía ni la menor de las
intenciones de retornar al amor y los brazos de quien lo estaba esperando,
desde hacia tantos años, con la devoción que el ser humano solo tributa a lo
adorable. Pues, resulta que el tal Don Clodo estaba casado con una hermana de
la madre de Javier, y de la cual el petulante político se había olvidado para
siempre.
En
la página 19, Don Clodo es motejado de Ególatra._ José Clodomiro Chavez
Mariñas, hijo legítimo de Huauco hoy Sucre, hombre de verdad, profesional
lúcido; tribuno que en 1940, ocupó por voto popular, la diputación por la
provincia de Celendín.
El
año 1930, la Juventud Celendina, se agrupa en la Sociedad Juvenil Esperanza,
presidida por el señor Daniel Mori; sus militantes fueron, entre otros, Javier
Tavera, Mario Quevedo, Mario Polo y Fermín Canto, todos estudiantes de la
Universidad de Trujillo y escolares del Colegio
Secundario San Ramón de Cajamarca.
Dos
años después, los esperancistas asumen la histórica decisión de unir sus
banderas de “servicio al pueblo, a sus hermanos de terruño y sangre”, a los
registros del APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana). Ese
embaucamiento ideológico que sufrió la Asociación Juvenil Esperanza resultó
bastante fácil para el embaucador José María Peña randa de origen Cajamarquino;
porque la Juventud Esperancista, no
había leído, siquiera, las cartas de Víctor Raúl condensadas en su libro “Por
la Emancipación de América Latina” y sin sospechar las traiciones a la doctrina
aprista del jefe del PAP, que en el devenir político se fue entregando a la
vorágine de la derecha, suscribiendo pactos vergonzantes como los firmados con
Odria y Prado, sus enemigos más encarnizados.-
Los pactos suscritos por el taimado líder fueron muchos y “dignos de
figurar en la antología de la desvergüenza y el cinismo”.
El
10 de Junio de 1940 se realizaron las elecciones generales para la renovación
de los poderes públicos: ejecutivo y legislativo.- El partido Aprista participo
en esas justas políticas, sin olvidar su costumbre coalicionista, lo hizo
integrando el Frente Nacional Democrático cuyo jefe fue José Luis Bustamante y
Ribero.
Para
esa coyuntura política el APRA presento candidaturas a nivel nacional. Para la
representación de la “provincia de los sombreros”. Fue designado el estudiante
Sanmarquino Julio Garrido Malaver, que venía de ganar los Juegos Florales.
La campaña
propiamente dicha arrancó treinta días antes de las justas; los choques entre
partidarios de los diferentes partidos fueron frecuentes. La cachiporra aprista
se enseñoreaba acallando a sus oponentes. El insulto a los pueblos que
discreparon con el ideario de ese partido intolerante estaba a flor de labio.
Cuando
el candidato Aprista y sus acólitos se encontraron en el pueblo de José Gálvez
haciendo proselitismo, el autor narra un desafortunado encuentro con dos
ciudadanos huauqueños: “luego de la osadía de los huauquinos, dice el escritor,
fueron pronunciados discursos terribles contra ese pueblo sin ideas, ni
capacidad de soberano, ya que hacía muchos años giraba en torno a don Clodo…
página 187. En otro y sucesivo párrafo, con irritación, escribe: “don Clodo era
ególatra, irredimible que la vida rezagó, luego de haberle cedido algunas
posiciones, causando la decepción y el desencanto en la mayoría de sus
incondicionales y seguidores; en la misma página, ganado por la exacerbación y
el paroxismo, sentencia contra el pueblo sucrense: “¡Sí! ¡Sí!. Estalló la
unanimidad. Es oportuno darles a esos pavos una verdadera lección”.
Nombrar
de “pavos” al pueblo de Sucre, entonces Huauco, es una aserción de ignorancia
supina y un despropósito irreverente.- En ese pueblo de amanecer joyante, de
cielo coruscante, de suelo verde y acogedor, han nacido mentes esclarecidas,
hombres decididos que no conocieron el miedo, irreductibles, forjadores como
don Marcos Zegarra testigo de la
fundación de Celendín, Andrés Mejía profesor del Primer Colegio de
Celendín, Nazario Chávez creador del Instituto pedagógico de Celendín, Felipe
Neri Zegarra, Onésimo Chávez, entre otros que le dieron lustre y respeto a la
provincia en todos los estadios de la sociedad: económico, político, cultural y
social.
“El
escrutinio se llevó a cabo en Cajamarca; el candidato de Huauco estuvo presente
en el conteo de todos los votos de la totalidad de las provincias” (página
197).
El
autor de “La Guacha”, no desaprovechó ocasión para denostar a su contrincante,
durante el escrutinio habla a través de su personaje: ¡Le apuesto doctorcito,
dice el agente viajero, que ya perdió las elecciones…” (Página 198).
Terminado
el Escrutinio, en el que hubo muchas puyas de parte de los candidatos y hasta
una apuesta de dinero, los resultados favorecieron al poeta. Como colorario de los exabruptos en
contra de un hombre predilecto de Sucre y de su digno pueblo, el autor remató:
“… las huestes de don Clodo retornaron esa misma noche a su tierra, llorando y
maldiciendo su derrota…la derrota de su amo y señor…” (Página 201).
Así
termina el capítulo empedrado de diatribas contra un pueblo y un hombre cuyo
único pecado fue no creer ni dejarse vencer por una ideología de abyecta
servidumbre pro imperialista. Lo expresado por el poeta celendino por adopción,
hay que creerlo así, fue dicho impelido por una lid política en la que para
ganar todo vale y hay que creer también que en lo más hondo del corazón del
afamado vate existía un latir filial por el pueblo del Huauco que también era
suyo.
Aquel
refrán que nos advierte que “una cosa es con cajón y otra con guitarra”, calza
como anillo en el dedo del joven Diputado; cuentan lo que conocieron a don
Julio Garrido Malaver y constataron su gestión de Padre de la Patria, como
diputado y luego como senador, siempre guardó el perfil bajo, poco es lo que
aportó al país, siendo calificado, por el periodismo de la época, como “El
mudo”.
Sin
pretender ningún paralelismo entre el diputado Garrido y don Clodo tan
vilipendiado por el poeta; la gestión de Clodomiro Chávez Mariñas, huauqueño de
nacimiento, tribuno y polemista temido, fue positiva para el país; sus obras a
favor de Celendín y de los pueblos aledaños aún perduran, son productos de su
gestión las diferentes escuelas en la provincia, distritos y caseríos; el
Proyecto del Canal del Toro en Celendín; la construcción del túnel en Sucre; a
nivel nacional la dación de las leyes del Divorcio y la del plebiscito, entre
otras más.
Julio
Garrido Malaver, tiene más valía como artista, escritor de excelentes novelas
como, la mencionada “La Guacha”; autor de sentidísimos poemas de hondo
contenido social.- Como político no tuvo mucha suerte. Apasionado y reflexivo
se entregó a su obra poética, que con tanta originalidad nos dijo:
Esta
es mi tierra
Ponte
un poncho de lana
un luminoso
bolo de coca y cal
y recemos
una oración
en esta
noche torrencial.
Los
sucreños no sólo deben estar orgullosos de su tierra, sino también deben estar
obligados a defenderla y ennoblecer la memoria de los huauqueños que dieron su
vida y su tiempo para que nosotros tengamos patria.
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