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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

viernes, 25 de febrero de 2011

Opinión libre: Los corruptos y los buena gente


Por Abelardo Sánchez León

Es una paradoja: en política, la corrupción y la eficiencia van de la mano. Los corruptos resultan ser más eficientes porque practican en los tenebrosos territorios de la administración estatal, en el de las empresas públicas, el Congreso, los ministerios o los municipios. Los honestos, en cambio, prefieren abstenerse, hacer dinero en sus empresas familiares o quedarse a ver televisión en casa. Los decentes, por así llamarlos, no llegan a adquirir las destrezas necesarias para alcanzar la eficiencia en el manejo del asunto público. Los gobiernos de Alberto Fujimori y de Alan García son considerados, según una reciente encuesta de opinión, como los más corruptos de nuestra historia; sin embargo, si hubiese que votar, sus líderes gozarían de la preferencia del pueblo, justamente por ser considerados eficientes, es decir, paradójicamente corruptos.

Con frecuencia se asocia a la corrupción con el grado de desarrollo de una economía. La ecuación es fácil: a mayor desarrollo, mayor corrupción. Se mete mano donde hay, se reparte donde abunda, el dinero atrae y hace bailar al hombre como si fuese mono. Para evitar que lo filmen a uno en la famosa salita del SIN había que permanecer muy lejos del aroma político que emanaba del régimen de Fujimori y Montesinos. De otro modo, sea por el cargo, la jerarquía, los contactos o las ganas, tarde o temprano ibas a sentarte en ese tétrico sofacito de cuero. La honestidad aconsejaba tomar cierta distancia. Los fujimoristas que Montesinos no consideraba hábiles o inteligentes, fueron los que se salvaron. A mayor inteligencia, mayor aproximación a Montesinos y, por lo tanto, mayor contacto con la corrupción.

La política, sin duda, la han ido monopolizando los corruptos, es decir, los eficientes. ¿Podrían las tías ser eficientes? ¿O aquel con cara de buenote, de chancón, ese sacolargo sin cultura de esquina? Cuando el electorado duda de la capacidad de gestión de un candidato insinúa que no tiene una trayectoria significativa en el mundo de la coima. Desde 1985, la política peruana es explícitamente administrada dentro de los parámetros de quienes entienden el Estado como si fuese un botín que les permita hacer el negocio de su vida. Esta situación no salva a quienes se mantienen al margen. Nos quedamos en casa, hacemos negocio en nuestras empresas familiares, pero, sin duda, nos vemos obligados a establecer contacto a través de nuestro voto, con la esfera política.

Fuente: Diario El Comercio, miércoles 1 de Setiembre del 2010

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