Vistas de página en total

"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

domingo, 30 de enero de 2011

Opinión libre: Prohibido odiar a Arguedas


Escribe Carlos Meneses (*)

José María Arguedas se enfrentó al APRA y cumplió condena por ello. Recientemente le negaron a este 2011 llevar el nombre del escritor, a cien años de su nacimiento. Sin embargo, todos quieren a José María; nadie al APRA.

Sólo lo vi una vez, fue en Lima, me parece que en 1957. El hablaba pausadamente con los que estaban más próximos, en la mesa del bar. Yo sólo escuchaba. No tuve una nueva oportunidad de verlo y, sobre todo, de poder conversar con él.

J.M Arguedas

Era una de las deudas que tenía conmigo mismo. La lectura de “Los ríos profundos” me había impresionado más que esa reunión con el autor, pero yo sabía que conversando con él esa diferencia desaparecería, la obra y el autor estarían a la misma altura.

Sólo unos 7 u 8 años más tarde viviendo ya fuera del Perú, tuve la satisfacción de leer “Todas las sangres”. Cada página que concluía era un retrato de lo que significa la desigualdad. Una porción del dolor del auténtico peruano maltratado. Sentía voces lanzadas con ferocidad, y ayes, quejidos como toda respuesta.

De las páginas del libro salían los indios heridos, sus mujeres violadas, los niños sin alfabeto y trabajando desde que tenían uso de razón. ¿Y quién tiene la culpa? ¿Y quién queda indiferente ante ese cuadro? ¿Y quién manda y se adueña de todo?

Uno piensa cuando termina la lectura de “Todas las sangres”, ¿Arguedas estuvo presente en ese mundo? ¿Arguedas los vio sufrir? ¿Arguedas supo quién tiene la culpa? Y también uno se entera. Arguedas aprendió primero quechua que castellano. Arguedas alimentó su imaginación con los cuentos de las sufridas y valerosas mujeres indias.

Arguedas se afilió al partido comunista para luchar más abiertamente contra la injusticia. Arguedas vive, ha vivido, vivirá a través de su obra, defendiendo a esos otros peruanos humillados. Demostrando la insolidaridad de muchos y clamando por la igualdad, por los mismos derechos para todos. Y al terminar de leer “Los ríos profundos”; “El zorro de arriba y el zorro de abajo”; “Agua”; “Todas las sangres”, los otros libros en los que Arguedas escribe acerca de la realidad peruana como sobre un pentagrama de dolor. Uno se pregunta: ¿Y todo va a seguir igual? ¿Y a pesar de esta denuncia emocionada e inteligente, no habrá cambio? ¿Continuará la indiferencia? ¿La sociedad peruana seguirá fragmentada en muchas partes, por culpa de complejos raciales e injusta distribución de la riqueza? Y así ha seguido.

Y aunque se han levantado otras voces después de Arguedas, y se levantaron otras (Mariátegui, Vallejo y más) antes de Arguedas, no hay variante. Hay apego a la costumbre de la indiferencia total. Hay aquello de “yo vivo bien, allá los otros”.

Y finalmente uno se dice, y dice a los demás, y escribe, ¿pero a Arguedas no se le tendría que aplaudir unánimemente? ¿Acaso no ha retratado al Perú con nitidez poniendo el alma? ¿No ha sido él quien ha mostrado en toda su plenitud el drama? ¿No hay premio para su memoria?

El año que corre, el de sus cien años de nacido, merecía ser llamado “Año de José María Arguedas”. ¿Y por qué no se le llamó así? Pregunta con fácil respuesta. No pertenecía a la clase de los indiferentes. Se significó como defensor del indio. Mostró las lacras del país. Quiso un Perú mejor donde unos no pisaran el cuello de los otros.

Sobre todo, el año no llevará su nombre porque Arguedas era comunista. Porque era como Oquendo de Amat: se enfrentó al APRA. Y eso se castiga; lo estamos viendo. Solo hay que leer “El Sexto”, el libro en el que muestra la ferocidad de la cárcel, el enfrentamiento entre comunistas y apristas tras las rejas de la prisión.

(*)Colaborador
Periodista e historiador peruano residente en España. 
Fuente: Diario La Primera, sábado 29 de enero del 2011

Opinión libre: ACTITUDES DEL ALCALDE Y ALCANCES DEL PRONUNCIAMIENTO “LUCHEMOS POR NUESTRO SUCRE”


Escribe: Secundino Silva Urquía (*)

Gracias al avance vertiginoso de la tecnología, de lo que suceda en Sucre o en cualquier lugar del mundo, nos enteraremos en tiempo real; es decir en el mismo momento en que están sucediendo los hechos. Un día de la anterior campaña electoral en las elecciones municipales, alguien me llamó de Lima a Cajamarca, para decirme que había escuchado toda mi intervención en una reunión con los pobladores de un caserío; esto gracias al teléfono celular. En el país, deben quedar ya poquísimos lugares carentes de una señal de comunicación.

Sin embargo, el actual Alcalde de Sucre (Celendín) parecería pensar que todavía vivimos épocas del oscurantismo de la Edad Media; o que la tecnología tiene para el resto, la utilidad que su propia limitación le encuentra para él. Así, imbuido de soberbia, y dando muestras de exacerbada intolerancia, públicamente habría dicho algo similar a lo siguiente: “Que para quienes colaboran con el blog CHUNGO Y BATAN, es fácil esconderse entre cuatro paredes y escribir panfletos. Y si los escritores de Chungo y batán tienen propuestas, deberían acercarse a su pueblo y decirnos cara a cara, no escondiéndose como lo hacen….”. Y lo más cuestionable es su actitud intolerante y de falta de respeto, al ofender ninguneando a un ciudadano, usando diminutivos como el de “escritorcito” y otras palabras impublicables. Esto es, lo que refiere el propio ofendido Elmer Castillo Díaz; quién como muchos, expresa sus ideas a través de un blog en internet, que lleva el emblemático nombre de HUAUCO. Lo elemental que tiene que hacer un Alcalde que recién empieza su gestión, si es que su ego se lo permite, es respetar a sus conciudadanos; y en casos como los de sus infelices declaraciones y ofensas, reconocer que se equivocó y ofrecer disculpas públicas por los agravios.
.
"Es posible integrar a Sucre uniendo al campo con la ciudad"

En estos tiempos en que la Política permanece secuestrada por oportunistas, mediocres, mercaderes, mafiosos y corruptos;  es labor sacrificada y estoica para la gente de bien, que pretenda inmiscuirse para rescatarla y ponerla al servicio del pueblo, como es su función verdadera. Lo digo por experiencia; sin embargo, el solo hecho de haberlo intentado en Sucre, me produce una tranquilidad indescriptible; similar a la que seguramente sienten los artistas cuando dicen que “matan a sus demonios” al ver a lo que tuvieron en su imaginación plasmarse en la realidad. Lo lamentable para mí, es que empiezo a comprobar que la tranquilidad, de la que gozo no será muy prolongada. Y no es porque no haya logrado mis objetivos, pues me siento un hombre realizado e inmensamente felíz; sino porque, permanentemente llegan varias noticias nada alentadoras para nuestro Sucre, y ya sabemos cómo y por qué llegan. Para las personas que tenemos sensibilidad, nos es imposible  vivir sin pensar en los problemas y en el destino de nuestra tierra. 

Creo, sin temor a equivocarme, que en la campaña por las elecciones municipales últimas, desde EL FRENTE REGIONAL, se plasmaron y se plantearon las mejores propuestas, para que Sucre tuviera la oportunidad de recuperar su condición de Pueblo Líder en la provincia celendina, tal  como rotuló el diario PANORAMA CAJAMARQUINO,  a una entrevista que me hizo en el mes de octubre pasado. Pero por las razones que bien lo explica Palujo en su artículo titulado Lambiscones, también por las que detallé en mis reflexiones post electorales; etc. el pueblo de Sucre ajustada, pero sorprendentemente, dio la espalda a la única opción de desarrollo que tiene, y que se puede resumir en una sola palabra: INTEGRACIÓN. Reiterar ésta propuesta nunca será “disco rayado”;  y la misma,  no es invento de ningún iluminado, porque el Sucre integrado existió, aunque de manera parcial y hasta los primeros años de la década de los setentas. De lo que se trata es de asumir la conveniencia, de volver por ése camino de desarrollo que le dio buenos resultados a nuestro distrito. Sin embargo, la realidad actual es otra para Sucre, y está dada sobre la base del resultado electoral que ungió a Fernando Chávez como su Alcalde. Ésta realidad; también es obra, digámoslo claramente y apuntalando las opiniones de Palujo, de la corriente conservadora que liderada por el Sr. Wilson Zavaleta, cree que ya no es posible integrar a Sucre uniendo al campo con la ciudad y que estaría bien que los caseríos de la altura construyeran su propio distrito. Así, y con tal concepto continuista, conformista y pesimista, incursionó a última hora en la contienda electoral, para ponerse en competencia opositora a la propuesta integracionista, que enarbolamos siempre con convicción. 

Algunos sucrenses aún cuestionan u objetan a la propuesta antes mencionada, con la idea que sería imposible hacer las obras de infraestructura para lograr ese proceso de reversión a la desintegración del distrito y de aislamiento de su ciudad capital. Refutamos a las ideas como ésta, porque el país está económicamente bien y las regiones devuelven dinero de su presupuesto anual al Tesoro Público, porque no reciben de las Municipalidades proyectos rentables y sostenibles, para que pasando por la evaluación del Sistema Nacional de Inversión Pública (SNIP), aprueben su financiamiento y autoricen su ejecución. Sucre requiere de una gestión edilicia con visión de futuro y capacidad técnico- administrativa para elaborar y ejecutar proyectos de impacto a corto, mediano y largo plazo. Al margen de si ésta capacidad está presente o ausente en la actual gestión, lo primero que tiene que hacer es convocar previamente a toda la representatividad del distrito, a una reunión amplia. El respaldo electoral que tuvo el actual Alcalde es de un porcentaje magro (16.06% de los  votos emitidos), por lo mismo, que no tiene margen ni autoridad para hacer lo que quisiera, sin consultar al pueblo. Por esto, debe convocar a la Asamblea Popular o Convención de sucrenses que plantea el punto TERCERO del PRONUNCIAMIENTO "Luchemos por nuestro Sucre”, publicado en éste medio y seguramente remitido hasta el despacho de la Alcaldía. Solo en una instancia como ésta, el pueblo podrá determinar democráticamente, el modelo de distrito que se tiene que construir, y definir sus ejes de desarrollo. Porque sintetiza gran parte de la problemática y plantea los puntos adecuados para su solución, es que conjuntamente con un buen número de sucrenses progresistas, hemos suscrito el PRONUNCIAMIENTO antes mencionado.

Creo que pocos Alcaldes en la Historia de Sucre, habrán tenido la oportunidad, que hoy tiene el actual: Contar con una PLATAFORMA DE GOBIERNO, formulada y firmada por un gran sector progresista del pueblo. La propuesta consta de ocho puntos totalmente viables, recogidos en el PRONUNCIAMIENTO “Luchemos por nuestro Sucre”, Creo que para ejecutar lo que dice éste pronunciamiento, no se necesita mayor inversión, que la toma de la decisión política para aplicarlo en los tradicionales y primeros cien días de gestión municipal. 
.
Por nuestra parte, hemos prometido no persistir en llegar al sillón municipal. El pueblo necesita ejemplos de desprendimiento; y también aprender, que siempre será mejor que elija a su mejor opción en el momento oportuno, a tener que lamentarlo después. Nunca hemos actuado, ni actuaremos en función al interés personal y esto creo que nos otorga la suficiente autoridad moral, como para exigirle gestos de enmienda inmediata al actual Alcalde de Sucre. 
.
Finalmente le decimos, que si trabaja en función de los intereses sagrados de Sucre, estaremos entre los primeros para respaldarlo. Política se hace también desde otras posiciones y formas, incluso desde el llano, con el uso de la palabra directa y veraz, y también con nuestra limitada destreza en el uso de la pluma. Así que, también es oportuno decir finalmente, que un gran sector del pueblo sucrense, nos pide ser políticamente implacables, si es que la actual gestión edilicia no cumpliera con el mandato del pueblo; o se viera comprometida en actos de corrupción, atentando contra sus limitados recursos; y por ende, contra su futuro mismo.
                                                                                                                
 Lima, 29 de enero del 2011

(*) Ingeniero Civil. Ex Candidato a la Alcaldía de Sucre.

sábado, 29 de enero de 2011

Vecinos de Comas protestan por contaminación en Los Olivos - Lima



Sucedió el 9 de noviembre del 2010. Los vecinos de la calle Rosa de América y Gerardo Únger protestaron contra una fábrica de cal que viene contaminando el medio ambiente y a los pobladores. El alcalde de Comas se sumó a esta protesta y exhortó a las autoridades a tomar cartas en el asunto.

viernes, 28 de enero de 2011

Historias reales y..., de la otras: El sueño del Pongo / Cuento

 Por José María Arguedas

Un hombrecito se encaminó a la casa-hacienda de su patrón. Como era siervo iba a cumplir el turno de pongo, de sirviente en la gran residencia. Era pequeño, de cuerpo miserable, de ánimo débil, todo lamentable; sus ropas viejas.

El gran señor, patrón de la hacienda, no pudo contener la risa cuando el hombrecito lo saludo en el corredor de la residencia. 
.
El sueño del pongo o Ponogoq mosqoyin (en runasimi) es un cuento de José María Arguedas que muestra con la cruda realidad del indio o hombre andino que vivió a comienzos del siglo XX, y que, al parecer, aun dejamos que subsista.

-¿Eres gente u otra cosa?- le preguntó delante de todos los hombres y mujeres que estaban de servicio.

Humillándose, el pongo no contestó. Atemorizado, con los ojos helados se quedó de pie.

-A ver! -dijo el patrón-, por lo menos sabrá lavar ollas, siquiera podrá manejar la escoba, con esas manos que parece que no son nada. Llévate esta inmundicia! -ordenó al mandón de la hacienda.

Arrodillándose, el pongo le besó las manos al patrón y, todo agachado, siguió al mandón hasta la cocina.

El hombrecito tenía el cuerpo pequeño, sus fuerzas eran sin embargo como las de un hombre común. Todo cuanto le ordenaban hacer lo hacía bien. Pero había un poco de espanto en su rostro; algunos siervos se reían de verlo así, otros lo compadecían. "Huérfano de huérfanos; hijo del viento de la luna debe ser el frío de sus ojos, el corazón pura tristeza", había dicho la mestiza cocinera, viéndolo.

El hombrecito no hablaba con nadie; trabajaba callado; comía en silencio. Todo cuanto le ordenaban, cumplía. "Sí, papacito; sí, mamacita", era cuanto solía decir.

Quizá a causa de tener una cierta expresión de espanto, y por su ropa tan haraposa y acaso, también, porque no quería hablar, el patrón sintió un especial desprecio por el hombrecito. Al anochecer, cuando los siervos se reunían para rezar el Ave María, en el corredor de la casa-hacienda, a esa hora, el patrón martirizaba siempre al pongo delante de toda la servidumbre; lo sacudía como a un trozo de pellejo.

Lo empujaba de la cabeza y lo obligaba a que se arrodillara y así, cuando ya estaba hincado, le daba golpes suaves en la cara.

-Creo que eres perro. Ladra! -le decía.

El hombrecito no podía ladrar.

- Ponte en cuatro patas -le ordenaba entonces.

El pongo obedecía, y daba unos pasos en cuatro pies.

- Trota de costado, como perro -seguía ordenándole el hacendado.

El hombrecito sabía correr imitando a los perros pequeños de la puna.

El patrón reía de muy buena gana; la risa le sacudía el cuerpo.

-Regresa! -le gritaba cuando el sirviente alcanzaba trotando el extremo del gran corredor.

El pongo volvía, de costadito. Llegaba fatigado.

Algunos de sus semejantes, siervos, rezaban mientras tanto el Ave María, despacio, como viento interior en el corazón.

-Alza las orejas ahora, vizcacha! Vizcacha eres! -mandaba el señor al cansado hombrecito-. Siéntate en dos patas; empalma las manos.

Como si en el vientre de su madre hubiera sufrido la influencia modelante de alguna vizcacha, el pongo imitaba exactamente la figura de uno de esos animalitos, cuando permanecen quietos, como orando sobre las rocas. Pero no podía alzar las orejas.

Golpeándolo con la bota, sin patearlo fuerte, el patrón derribaba al hombrecito sobre el piso de ladrillo del corredor.

-Recemos el Padrenuestro -decía luego el patrón a sus indios, que esperaban en fila.

El pongo se levantaba a pocos, y no podía rezar porque no estaba en el lugar que le correspondía ni ese lugar correspondía a nadie.

En el oscurecer, los siervos bajaban del corredor al patio y se dirigían al caserío de la hacienda.

-Vete, pancita! -solía ordenar, después, el patrón al pongo.

Y así, todos los días, el patrón hacía revolcarse a su nuevo pongo, delante de la servidumbre. Lo obligaba a reirse, a fingir llanto. Lo entregó a la mofa de sus iguales, los colonos.

Pero ... una tarde, a la hora del Ave María, cuando el corredor estaba colmado de toda la gente de la hacienda, cuando el patrón empezó a mirar al pongo con sus densos ojos, ése, ese hombrecito, habló muy claramente. Su rostro seguía como un poco espantado.

-Gran señor, dame tu licencia; padrecito mío, quiero hablarte -dijo.

El patrón no oyó lo que oía.

¿Qué? ¿Tú eres quien ha hablado u otro? -preguntó.

Tu licencia, padrecito, para hablarte. Es a ti a quien quiero hablarte -repitió el pongo.

-Habla ... si puedes -contestó el hacendado.

-Padre mío, señor mío, corazón mío -empezó a hablar el hombrecito-. Soñe anoche que habíamos muerto los dos juntos; juntos habíamos muerto.

-¿Conmigo? ¿Tú? Cuenta todo, indio- le dijo el gran patrón.

-Como éramos hombres muertos, señor mío, aparecimos desnudos, los dos juntos; desnudos ante nuestro Gran Padre San Francisco.

-¿Y después? Habla! -ordenó el patrón, entre enojado e inquieto por la curiosidad.

-Viéndonos muertos, desnudos, juntos, nuestro gran Padre San Francisco nos examinó con sus ojos que alcanzan y miden no sabemos hasta qué distancia. A ti y a mí nos examinaba, pesando, creo, el corazón de cada uno y lo que éramos y lo que somos. Como hombre rico y grande, tú enfrentabas esos ojos, padre mío.

-¿Y tú?

-No puedo saber cómo estuve, gran señor. Yo no puedo saber lo que valgo.

-Bueno. Sigue contando.

-Entonces, después, nuestro Padre dijo con su boca: "De todos los ángeles, el más hermoso, que venga. A ese incomparable que lo acompañe otro ángel pequeño, que sea también el más hermoso. Que el ángel pequeño traiga una copa de oro, y la copa de oro llena de miel de chanchaca más transparente".

-¿Y entonces? -preguntó el patrón.

Los indios siervos oían, oían al pongo, con atención sin cuenta pero temerosos.

-Dueño mío; apenas nuestro gran Padre San Francisco dio la orden, apareció un ángel, brillando, alto como el sol; vino hasta llegar delante de nuestro Padre, caminando despacio. Detrás del ángel mayor marchaba otro pequeño, bello, de luz suave como el resplandor de las flores. Traía en las manos una copa de oro.

¿Y entonces? -repitió el patrón.

-Angel mayor: cubre a este caballero con la miel que está en la copa de oro; que tus manos sean como plumas cuando pasen sobre el cuerpo del hombre", diciendo, ordenó nuestro gran Padre. Y así el ángel excelso, levantando la miel con sus manos, enlució tu cuerpecito, todo, desde la cabeza hasta las uñas de los pies. Y te erguiste, solo; en el resplandor del cielo la luz de tu cuerpo sobresalía, como si estuviera hecho de oro, transparente.

-Así tenía que ser -dijo el patrón, y luego preguntó- ¿Y a ti?

-Cuando tu brillabas en el cielo, nuestro gran Padre San Francisco volvió a ordenar: "Que de todos los ángeles del cielo venga el de menos valer, el más ordinario. Que ese ángel traiga en un tarro de gasolina excremento humano".

-Y entonces?

-Un ángel que ya no valía, viejo de patas escamosas, al que no le alcanzaban las fuerzas para mantener las alas en su sitio, llegó ante nuestro gran Padre; llegó bien cansado, con las alas chorreadas, trayendo en las manos un tarro grande. "Oye, viejo -ordenó nuestro gran Padre a ese pobre ángel-, embadurna el cuerpo de este hombrecito con el excremento que hay en esa lata que has traído; todo el cuerpo, de cualquier manera; cúbrelo como puedas. Rápido!" Entonces, con sus manos nudosas, el ángel viejo, sacando el excremento de la lata, me cubrió, desigual, el cuerpo, así como se echa barro en la pared de una casa ordinaria, sin cuidado. Y aparecí avergonzado, en la luz del cielo, apestando ...

-Así mismo tenía que ser -afirmó el patrón-. Continúa! ¿O Todo concluye allí?

-No, padrecito mío, señor mío. Cuando nuevamente, aunque ya de otro modo, nos vimos juntos, los dos, ante nuestro gran Padre San Francisco, él volvió a mirarnos, también nuevamente, ya a ti ya a mí, largo rato. Con sus ojos que colmaban el cielo, no sé hasta que honduras nos alcanzó, juntando la noche con el día, el olvido con la memoria. Y luego dijo: "Todo cuanto los ángeles debían hacer con ustedes ya está hecho. Ahora lámanse el uno al otro! Despacio, por mucho tiempo". El viejo ángel rejuveneció a esa misma hora: sus alas recuperaron su color negro, su gran fuerza. Nuestro Padre le encomendó vigilar que su voluntad se cumpliera.

Lambiscones

PorJosé Luis Aliaga Pereira

A nuestra tierra parece haber regresado, con más ferocidad, la época de los hacendados, gamonales, patrones o como se les llame a aquellos a quienes no se les podía refutar absolutamente nada, sólo servir y servir aunque por ello te paguen una miseria y a veces ni las gracias.
.

En pleno siglo XXI nuestras autoridades se portan igual a estos señorones; en lugar de enfrentarlos por vender y ultrajar a nuestro pueblo, los defienden con descaro, como en el caso de la Calera (Sucre) que se instaló de la noche a la mañana sin dar explicaciones a nadie.

jueves, 27 de enero de 2011

Narrativa: Los ríos profundos


Los ríos profundos (1956) es para muchos la síntesis más perfecta del mundo andino y el español. Su autor, el escritor y antropólogo peruano José María Arguedas, concibe toda su literatura alrededor de un proyecto: un país dividido entre dos culturas (la andina, de origen quechua, y la urbana, de raíces europeas) que deben integrarse en una relación armónica de carácter mestizo. Y resulta ser en esta obra, Los ríos profundos, donde mejor se plasman los grandes dilemas, angustias y esperanzas que ese proyecto plantea. Se trata de una novela de formación articulada sobre dos pilares estructurales de dilatada tradición literaria, como son, por un lado el motivo del viaje y por el otro el del héroe adolescente que protagoniza el tránsito de la infancia a la edad adulta. Ambos motivos son de fácil rastreo a lo largo de la literatura, tanto aislados como combinados, arrancados, desde la Biblia y la épica clásica, pasando por la picaresca hasta llegar a la literatura del siglo XX. El viaje de Ernesto, el protagonista de la novela, pasa por tres etapas. La corta estancia en Cuzco conforma la primera etapa del viaje iniciático de Ernesto; Cuzco es ciudad sagrada y centro del mundo en el que se unen cielo y tierra. La segunda etapa es el largo peregrinar del protagonista siguiendo los pasos de su padre por toda la geografía del Perú. La estancia en Abancay constituye la tercera parte del viaje del protagonista; Abancay romperá la idea del orden natural que Ernesto había aprendido con los indios, porque en esa ciudad aparecerá materializado el mal. La última etapa del viaje de Ernesto consiste en la vuelta a emprender el camino que lo integra con las sierras, los ríos y el pasado, pues ese será, paradójicamente, su futuro. Son dos los narradores que relatan los diferentes capítulos de la novela. Uno es el mismo protagonista que narra su historia interior, y el otro es el narrador que narra la historia global. Pero se trata de un narrador no del todo omnisciente, de una omnisciencia restringida que no cuenta más allá de lo que podría saber Ernesto. Se ha vuelto común en la bibliografía señalar deficiencias en la organización de Los ríos profundos, inclusive entre aquellos que enaltecen su esplendor estético y la consideran la mejor novela de Arguedas. Pero lo cierto es que lo que menos le falta a esta novela es una estructura definida, ya que no sólo dispone de una, sino de dos. Paralelo al deambular por el Perú y al proceso de formación de Ernesto, se halla un sistema de planos que, a veces interpuestos entre ellos, dan la clave al verdadero significado de la novela. En el primer plano se asemeja la biografía del autor con la vida de Ernesto, su alter ego en muchas de sus otras obras. Hijo de Víctor Manuel Arguedas Arellano (natural de Cusco) y de Victoria Altamirano Navarro, quedó huérfano de madre cuando contaba tan sólo con tres años de edad. Sin embargo esta orfandad le facilitó que estuviera al cuidado de los sirvientes indígenas, cuidado que se acrecentó al casarse su padre con Gimanesa Arangoitia, con la cual jamás congenió. Su padre, abogado errante, concedió la educación de su hijo a su madrastra. Pero Arguedas logró escapar del martirio que significaba vivir en la hacienda de ésta, refugiándose durante dos años en la hacienda de Viseca de su tío José Manuel Perea. En la cercana comunidad indígena de Utek', Arguedas viviría la época que recuerda como la más feliz de su vida. Esta etapa nutrió toda su existencia con imágenes idealizadas de integración con la naturaleza y una gran conciencia solidaridaria. Confirió al mundo andino rasgos de hogar, de vientre materno y protección paterna. Las figuras patriarcales de don Felipe Maywa y Victo Pusa condensarían en su memoria la plenitud humana y humanizante de Viseca y Utek' conforme se ve a lo largo de Los ríos profundos. Esta visión mágica, unitaria y animista del universo absorbida desde la niñez la integró en su obra como tema y materia de la narración así como también elemento estilístico del lenguaje narrativo.

Fuente: Internet.

Historias reales y..., de la otras: El río y la serpiente de oro

Por: Elder Cortéz Oq´as.


Allí está, viva aún la serpiente de oro; es la misma que un clásico y excelente narrador peruano, describió magistralmente en una novela. 

El cauce del río Marañón es el sendero abrupto para su desplazamiento. La serpiente de oro tiene larga vida, pero inevitablemente un día morirá. Quienes por ella tuvieron vida, serán algunos de sus verdugos.




Sólo la gran huella geológica que por su cadáver se generará, quedará para la posteridad candente.

miércoles, 26 de enero de 2011

Opinión libre: Arguedas o todas las formas de ver el Perú


Por: Alfredo Herrera Flores

En el, ahora, amplio panorama literario y rica cultura peruanos, la presencia de José María Arguedas se ha hecho imprescindible, más aun si se quiere interpretar cualquiera de los espacios en los que el propio ciudadano o poblador peruano es protagonista, más allá del disfrute estético de sus obras literarias. A cien años de su nacimiento y a cuarenta y dos de su trágica muerte, esa presencia ha servido también para observarnos como ciudadanos de un país por demás extraordinario en historia, tradición, sabiduría y todo lo que se puede encerrar bajo el general y amplio concepto de cultura.

Basta repasar la historia literaria de los últimos quinientos años, iniciada por Garcilaso de la Vega y Guamán Poma de Ayala, que sumada a los más de dos mil años de tradición literaria oral (cantos, ritos y leyendas) e iconográfica (textiles, ceramios y tallados) de todas las culturas que se desarrollaron en este territorio que luego se llamó Perú, para entender que la mirada de José María Arguedas es una especie de aguijón imposible de no sentir.

Si bien el escritor andahuaylino es considerado, principalmente, como autor de novelas y poemas, un artista de la palabra, y los críticos y académicos lo han encasillado en la corriente del indigenismo o indianismo, hay otras dimensiones del conocimiento social en el que ha hecho importantísimos aportes, con los que cada vez entendemos mejor nuestra compleja cultura.

La antropología peruana, por ejemplo, le debe mucho a José María Arguedas por los trabajos etnológicos y etnográficos que hizo sobre mitología prehispánica, música popular, folklore, el idioma quechua, la educación popular, historia y costumbres de pueblos andinos, hasta entonces ignorados por la visión “costeña” o centralista de la que el Perú aún no puede despercudirse. Resultado de esas investigaciones están la revaloración de expresiones artísticas y rituales como “la danza de las tijeras” o la fiesta patronal en honor a la Virgen de la Candelaria, de Puno.

Al mismo tiempo, el país le debe a Arguedas una de las miradas, enfoques, puntos de vista más interesantes y sinceros que se tienen de la realidad peruana, no solamente de la etapa que a él le tocó vivir, sino de toda la historia de un país que ha crecido desgarrado por miradas y percepciones divergentes, por la permanente y violenta pugna de culturas y por un proceso de mestizaje muy complejo y de sincretismo cultural único (entendiendo sincretismo cultural como reinterpretación). Pero, tal vez, sea la emotiva manera de retratar el Perú, desde la artística contemplación literaria hasta la estricta percepción científica social, que defendió hasta el último instante de su vida, el mayor aporte que este sencillo hombre provinciano hizo a un país tan entreverado y heterogéneo, tan desangrado y humillado, tan rico y opulento, tan diverso y hermoso, tan sufrido, tan amado.

Sin embargo, así como fue querido y respetado, Arguedas sufrió el artero ataque de quienes no comprendieron, o no quisieron hacerlo, el fondo de su obra literaria y propuesta cultural, lo que terminó sumiéndolo en la depresión, que ya era parte de su vida íntima desde que, de niño, tuvo que huir de la casa para refugiarse en una alejada hacienda andina para recibir amor. Su vida personal, esa historia interna que lo atormentaba, que fue inseparable de su expresión artística y científica, también tuvo que salir a flote durante su matrimonio, su desempeño como funcionario público, como docente escolar y universitario, como escritor y como amigo, para terminar de carcomer su espíritu que, como él mismo dijo, sobrevivía sólo por amor al Perú.

Pero tal parece que hemos ido leyendo la obra de Arguedas y comprendiendo, de alguna manera, la forma cómo él vio el Perú, y no hemos hecho lo que nos ha ido proponiendo en cada una de sus páginas, ver el Perú. Seguimos estudiando, y por supuesto disfrutando la obra de Arguedas, pero no hemos hecho la tarea de percibir al país desde aquellos lados oscuros con los que se manifiesta, sus canciones, danzas, costumbres, ritos y formas de convivencia que son, finalmente, los aspectos en los que se reconoce el espíritu de un país, una nación.

Al decir “lados oscuros” me refiero a que, a pesar de que conocemos y hemos visto muchas manifestaciones culturales, tanto de las grandes ciudades o de las pequeñas comunidades, aún no las hemos hecho nuestras, siguen siendo vistas como “alejadas” o del “interior”, o de las “provincias”, como si se tratara de sucesos de un espacio, un mundo, una cultura ajena a la nuestra. No hay un interés subliminal o subjetivo de presentar los otros rostros del Perú, como dicen los modernos detractores de Arguedas, sino de recordar que el encargo intelectual del autor de Todas las sangres fue hacer que aquellos pueblos olvidados y marginados, con todo y su cultura, su pobreza y su historia, puedan sobreponerse a su estado de degradados y continuar su vida al compás de un progreso que no se traduce en riqueza monetaria, sino en calidad de vida.

Difícil de comprender para algunos intelectuales, que no han ido más allá de las páginas de Los ríos profundos o Agua para encontrarse con un Perú más rico aun, más allá de las montañas y entre los cálidos valles andinos, donde habitan, cantan y bailan y siembran la tierra y saludan a sus dioses y se adornan los sombreros con flores y que esperan tener su oportunidad para ser, también peruanos. Errónea la forma de pensar aquella que dice que ver el Perú desde adentro es no avanzar. “Avanzar”. ¿Cómo?, ¿hacia dónde? Errónea la forma aquella de decir, como muchos “costeños” o “urbanos” impostados que escuchar huayñitos es atraer la pobreza.

La obra de José María Arguedas es un moderno y emotivo fresco de la realidad peruana del siglo veinte, desde donde se puede ver el pasado y proponer el futuro, como lo han hecho los antiguos peruanos en su visión circular del mundo. En Agua (1935), en que reúne sus tres primeros cuentos, se manifiesta el conflicto social y cultural en una comunidad andina desde los ojos de un niño; éste se ubica en medio de los “blancos” y los “indios”, abusivos y prepotentes aquellos, y sufridos pero solidarios los últimos; pero sobre todo aparece, como protagonista de la literatura peruana, la cultura andina vista como un espacio en que los hombres viven con los mismos sentimientos y experiencias que en cualquier otra comunidad, costeña, urbana o “moderna”. Este es el primer aporte de Arguedas a la literatura peruana, pasar del indigenismo al indianismo y de ahí al cholismo. Ese niño de los cuentos de Agua no es un indio, tampoco un misti, es un cholo.

Luego vendría la novela Yawar fiesta (1941), en la que, desde el punto de vista de pobladores mayores de una comunidad, que tienen la cualidad de analizar su propio contexto, se refleja la realidad y los conflictos culturales en los que se desenvuelven las comunidades andinas, las que aún se expresan a través de sus antiguas manifestaciones a pesar de que ya están imbuidas en el ritmo y proceso impuesto por las culturas foráneas.

En Los ríos profundos (1958), su obra estilísticamente superior artística y literariamente, Arguedas propone, desde una perspectiva más madura, el conflicto que supone el tránsito de una cultura a otra de un personaje que a la vez transita de la niñez a la adolescencia. Es además una metáfora del tránsito cultural de los pueblos andinos, un proceso de siglos que ha terminado por convertirlos en espacios sociales ambiguos, intermedios, con profundos elementos y manifestaciones ancestrales y a la vez con extraordinarias asimilaciones de la modernidad. Esto es ser cholo. En esta novela, es protagonista también el lenguaje, que en voz de su protagonista, muestra el conflicto del autor por querer expresarse en quechua y castellano, lo que marcará luego una de sus frustraciones: el no poder hacerlo.

En 1961 publica El Sexto, novela también autobiográfica ambientada en una de las prisiones más lúgubres de Lima, en la que fue recluido Arguedas por asuntos políticos. Nuevamente aparece el conflicto, el enfrentamiento de clases y grupos sociales, ilustrados a través de la lucha entre el bien y el mal, la violencia y la solidaridad. Es la primera obra literaria de ambientación urbana, o limeña, y la primera en la que Arguedas se expresa totalmente en castellano, sin que esto lo aleje de su punto de vista andino, o provinciano.

Será con la novela Todas las sangres (1964) con la que intentará Arguedas concentrar, presentar y entender el mundo andino en toda su dimensión, pero sobre todo intentará que el lector, al que supone leal y solidario, sea quien entienda y asuma ese mundo como propio. Arguedas intenta hacer entender que el país está conformado por todas las razas y culturas y que sus habitantes, herederos de esas razas y culturas, son parte de ese país, por lo tanto se comprenda y asuma esa identidad, unidad y espíritu, como necesarios para concretar una convivencia armoniosa y pacífica. Pero “los analistas, sociólogos y críticos” no lo entienden, por lo tanto los lectores tampoco lo hacen. El mundo de “todas las sangres” seguirá siendo ajeno, un invento, una ficción, una historia que no expresa la realidad.

José María Arguedas escribió más cuentos y recuperó y tradujo leyendas y mitos, también hizo poesía, excelente poesía, publicó sus estudios antropológicos, impulsó la investigación desde sus cargos de director de museos, estimuló la educación en los pueblos andinos, transmitió sus propuestas a través de la docencia universitaria, debatió con escritores e intelectuales de otros países, defendió el arte como punto de partida de la expresión literaria sin dejar de lado la perspectiva personal o autobiográfica, alentó a los jóvenes a estudiar y escribir sin miedo, protegió las ancestrales manifestaciones culturales, pero sobre todo buscó que se trabaje por las comunidades postergadas de todo el país.

Mientras lo atormentaba la idea del suicidio, para escapar de sus problemas familiares y deshacerse de los demonios interiores, desprenderse de sus frustraciones como intelectual y artista, recibió premios y homenajes, fue jurado de premios literarios como el de Casa de las Américas y escribió entre insomnios, pastillas y viajes la novela El zorro de arriba y el zorro de abajo, nueva mirada urbana de la condición humana a través de su experiencia como escritor, investigador y profesor. La novela se publicó en 1971.

Dos años antes, los últimos días de noviembre de 1969, José María Arguedas escribió las últimas notas de su diario y algunas cartas a sus amigos. Era el fin. Agradeció a quienes lo acogieron, quisieron y comprendieron; dio recomendaciones a amigos y alumnos, reflexionó sobre su vida y obra, y dispuso los asuntos finales sobre su sepelio; luego cogió un arma, se encerró en un baño de la Universidad La Molina y mirándose al espejo se disparó en la cabeza. La bala, caprichosa como los dos anteriores intentos de suicidio, y casi como toda su vida, le hizo una mala jugada y le hizo sufrir aun más. Tras cuatro días de agonía murió el 2 de diciembre.

Es decir, se murió pero no. Arguedas se ha mantenido más vivo que nunca. Cuando se habla del mejor escritor peruano del siglo veinte se habla de Vallejo y Arguedas, algunos más premiados y conocidos se molestan, pero así no más es. Arguedas es querido y leído, estudiado y citado, aún no comprendido del todo, es cierto, pero sigue siendo el maestro, el amauta, el apu, el artista peruano por excelencia.

Fuente: http://www.letralia.com/245/articulo02.htm

CAJAMARCA (Tomo V) de Nazario Chávez Aliaga


El año 2010 fue generoso para mí en lo literario bibliográfico. A medio mes de diciembre una tarde íbamos por el jirón Quilca con la sed de conversar: José Luis Aliaga, Jorge Chávez Silva y el que redacta esta nota. En una de las atiborradas tiendas de venta de libros usados, el ojo avizor de “Charro” divisó un libro de gran formato: CAJAMARCA de Nazario Chávez Aliaga; nos detuvimos en seco, José Luis se apresuró a preguntar el precio; el anciano vendedor balbuceó algo. ¡¿Cien soles?! José Luis  quedó pensativo calculando una rebaja  “Charro” volvió a preguntar el costo. Diez soles fue la respuesta; JL sin chistar palabra lo compró.
.
Nazario Chávez Aliaga (1891/1978)
En la antigua panadería Huérfanos, en la esquina de Azángaro y Puno tomamos unos refrescos. “Charro”, mientras fijábamos los hitos de nuestro diálogo, revisó minuciosamente las 335 páginas del libro. Democrática fue la decisión para que yo lo llevara a mi hogar para leerlo.

martes, 25 de enero de 2011

Opinión libre: No hay plata pa´ tanta gente (Los corruptos en el Perú)


Próximo video: ¡los corruptos en Sucre!

sábado, 22 de enero de 2011

Opinión libre: PRONUNCIAMIENTO

José María Arguedas es del Perú

La comunidad Académica de Antropología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos -profesores y estudiantes- manifiestan su disconformidad e indignación con la descisión del Presidente de la República, Dr. Alan García Pérez, de celebrar la repatriación de las piezas arqueológicas de Machu Picchu del extranjero, designando el presente año como"Año del centenario de Macchu Picchu para el mundo", y dejando de lado el centenario del nacimiento de uno de los intelectuales más significativos que ha tenido el Perú: José María Arguedas Altamirano.

Reconocemos a Macchu Picchu como patrimonio cultural y arqueológico que identifica al Perú y a los peruanos con su inestimable valor simbólico e histórico. Sin embargo, la posición del Estado resalta una visión mercantilista el patrimonio arqueológico, instrumentalizándolo y reduciéndolo a un valor meramente comercial. Esta forma de vender la imagen del país resalta, además, el rol depredador de Hiram Bingham como hecho positivo, olvidando que el conocimiento de Macchu Picchu se remonta al siglo XVII.

Creemos que celebrar a Arguedas es más significativo, dado el incomparable valor de este peruano ilustre que, en su trayectoria literaria y académica, ha sabido interpretar genialmente las profundas diferencias culturales y sociales del Perú, definiéndolo acertadamente como "país de todas las sangres" y sembrando corrientes de pensamiento y opinión que han calado hondo y siguen teniendo vigencia en la sociedad peruana y en el campo intelectual latinoamericano.

Arguedas, el Amauta de Todas las Sangres

Antropólogo y literato, José María Arguedas es un peruano visionario, un pensador de todos los tiempos que hizo ver al Perú como es: el país más diverso; donde el desprecio social, dominación política y explotación económica que sufrimos, y que denunció ya hace más de cuatro décadas, aún se percibe y se siente en nuestro propio suelo.

Es un peruano que orgullosamente, como un demonio feliz, habla en español y quechua. Su obra y sobre todo su vida muestra ese sentir y buscan reconocer e intentar comprender esa genialidad y creatividad de nuestros pueblos cuya convivencia con la naturaleza expresa la sabiduría milenaria en nuestras sociedades antiguas y del encuentro agobiador y violento con Europa. De esa experiencia y por nuestra capacidad, Arguedas lucha por demostrarle a los peruanos y al mundo entero que el Perú es una fuente infinita de creación, y denuncia la marginación de quienes intentan limitarla.

Por ello las y los estudiantes de antropología de la Universidad de San Marcos, celebramos en el Arguedas, ese sentir rebelde e impaciente por luchar, por hacer algo por nosotros, por nuestra gente, por construir una Patria Justa, un país de y para todas las sangres...¡nos lo merecemos!.

Fuente: Centro de Estudiantes de Antropología (UNMSM)

viernes, 21 de enero de 2011

Historias reales y..., de la otras: “Yawar Fiesta” (Novela (1941)


Es la obra consagratoria de José María Arguedas, es “una epopeya del pueblo indio”, escrita con una sintaxis no usual, debido a que Arguedas era quechua hablante y tuvo que realizar un esfuerzo lingüístico para hacer comprender a sus lectores lo que él escribía, por ello la cantidad de citas al pie de cada página para explicar el término quechua empleado. Fenómeno lingüístico que Luis Alberto Ratto llama imbibición, y explica, que es “la acción y efecto de embeber” (26) es decir, incorporar a un lector que desconoce el mundo que describe el autor con giros y hasta frases en quechua.

“Yawar Fiesta” es un aguafuerte literario, donde palpita el quehacer de las cuatro comunidades de los cuatro barrios de Puquio: Pichccachuri, Ccayao, Ccollana, la visión de sus paisajes, la descripción de sus calles, la vida de los comuneros, de sus autoridades y sus habitantes.

Describe en el Cap. II, el despojo que sufren los comuneros de sus tierras de la puna, que en un principio ellos eran dueños de sus quebradas, laderas, cerros, estancias y manantiales, pero la ambición del misti (hombre blanco o patrón) fueron despojados “a punta de zurriazos y de bala”, llevándose incluso sus ganados. Y los indios de Ccayao, Chaupi y Ccollana fueron arrinconados hacia las partes más altas cerca del Ccarhuaraso, donde el frio es más intenso, la lluvia y el granizo persistente, el pasto más pequeño y escaso y la vida más dura y difícil.

A través de la obra, la descripción se va haciendo más intensa como el sonido que producen las cornetas que tocan los comuneros, anunciando las corridas de toro o sea el “yawar fiesta”. Los grandes protagonistas son: los indios de los cuatro barrios de Puquio, con sus varayok (alcaldes), sus demás autoridades, don Julián Arangueda dueño del “misitu”, don Pancho Jiménez valiente gamonal; pero, el “misitu” quizás es el principal, es el toro mítico y real, temible e indomable y a su entorno surge la fiesta brava. Además están los tocadores de corneta que animan las corridas, sin ellos no habría toro pukllay (corrida de toros), los danzantes de tijeras siendo el “Tankayllo” el mejor de todos y también los estudiantes del Centro Unión Lucanas.
Pero el conflicto surge cuando el subprefecto comunica a los vecinos notables de Puquio que ha recibido una circular de la Dirección de Gobierno, prohibiendo las corridas de toros sin toreros profesionales, porque tal como se venían realizando en los diferentes barrios y sobre todo en la Plaza grande de Pichccachuri, donde no existían ni burladeros y sólo había en medio del ruedo un gran hueco llamado choclón donde se escondían los indios si es que llegaban a alcanzarlo corriendo del toro que los perseguía y si no, era hombre muerto o herido gravemente por el cornúpeta.

Esta orden gubernamental cayó como un balde de agua helada a todos: a los vecinos principales, porque ya no tenían esa diversión salvaje de ver indios temerarios que se entregaban a los cuernos de los toros y los destrozaban como en un circo romano, en las damas y las niñas de Puquio que también se divertían con esas temerarias corridas. Pero, más que todo, la protesta por esta medida prohibitiva surgía con fuerza y rebeldía inusitada de la gran masa de indios de los barrios, quienes eran verdaderos protagonistas de esta fiesta bárbara llamada toro pukllay, los mismos que tenían una costumbre inveterada y la llevaban en su sangre y en su mente y morir y padecer entre los cuernos de los toros era un campesino de gran valor y heroicidad y existían representantes natos como el Ccencho, el Raura, el Honrao, el Tobías, el Wallpa, etc. quienes eran héroes de los indios en la lidia de toros, a su modo peculiar.

Casi siempre al indio se le describía como un ser disminuido, pusilánime y vicioso, incapaz de realizar por si solo algo importante. En “Yawar Fiesta”, el autor describe, como, diez mil indios de los cuatro ayllus de Puquio y los demás pueblos de la provincia de Lucanas, abrieron 300 kilómetros de carretera (trocha) de Puquio a la costa en sólo 28 días. Fue pues una proeza de los comuneros.

Cuando en 1967, el autor del presente trabajo y Rosario Gutierrez, integrantes entonces de la Asociación Universitaria de Lucanas, le hicimos una entrevista a José María e inquirimos entre otras interrogantes, sobre: ¿Cuál considera su mejor obra? Respondió: - “Es difícil; todas son distintas, pero estimo más “YAWAR FIESTA, porque como “Agua”, están escritas con absoluta pureza de medios, escritas en estado de inocencia sin ambición de publicación. Y creo que de todas mis novelas la más compleja es “TODAS LAS SANGRES” (27).

Esta novela de Arguedas, nos muestra la sociedad andina y el choque del misti con los indios de los ayllus.

Rebela el abuso de una clase dominante, formada por los hombres de la ciudad de Puquio y los comunkuna (comuneros) de los barrios del pueblo. Muestra con crudeza y realismo, la actitud prepotente y vil de de una sociedad envanecida, codiciosa, voraz y vacua contra los punarunas (habitantes de las punas) a quienes los despoja de sus estancias, de sus tierras en convivencia con el Subprefecto, el Juez y el cura. Viola a sus mujeres, roba sus mejores reses y ovejas y pisotea sus sueños y sus esperanzas.

Todo esto se describe en El Despojo, Cap. II de la obra que comentamos.

Empero, es importante destacar, el odio que se venía generando en los indios despojados, arrinconados a las partes más altas e inclementes de la puna y en los que habían vendido su ganado y se venían a integrar a los comuneros de Puquio. Así lo destaca el autor, cuando expresa: “el odio a los principales crecía en sus corazones, como aumenta la sangre, como  crecen los huesos”. Y lo remarca, cuando nos dice: “El punaruna que había pujado en el cepo, que había golpeado su cabeza sobre paredes de la cárcel, ese “indio” que llegó al pueblo con los ojos asustados ahora de comunero de Chaupi, K’ollana o K’ayau, tenía más valor para mirar frente a frente, con rabia, a los vecinos que entraban a los ayllus a pedir favor”.

Todo este proceso, vino generando lo que se ha dado llamar “la cultura quechua”, que los mismos mistis lo aceptaban y que los comunruna (comuneros) “constituyen la base de la sociedad tradicional andina y que, especialmente en un momento de crisis, son ellos los que preservan su identidad”. Hay una frase en la boca del Subprefecto: “Puquio es turupukllay”. Lo que equivale decir, que en Puquio siempre se realizaron corridas o sea el yawar fiesta. Y que los comuneros practican siempre sus costumbres ancestrales y que esa etnia indígena es la médula de la sociedad serrana; y que es capaz de construir en pocos días un colegio o una carretera.


(26) Ratto.- Los problemas de la imbibición en José María Arguedas, artículo publicado en “Runa” – Revista del Instituto Nacional de Cultura Nº 1 mayo 1977 pág. 5.
(27) Revista “Rukanas”, Organo oficial de  la Asociación Universitaria Lucanas.- Lima, 1967- Pág. 19.
Del libro: Vida y obra de José María Arguedas de Jorge Bendezú B. pág. 43, 44, 45, 46, 47 y 48.

Chungo y batán Copyright © 2011 | Template created by O Pregador | Powered by Blogger