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"Cuando el ánimo está cargado de todo lo que aprendimos a través de nuestros sentidos, la palabra también se carga de esas materias. ¡Y como vibra!"
José María Arguedas

viernes, 24 de diciembre de 2010

Opinión libre: Vargas llosa y el Perú


Por Nelson Manrique

El premio Nobel de Mario Vargas Llosa llega, desde el punto de vista de su relación con el Perú, en el mejor momento, aunque todos consideren que demoró demasiado, si se atiende a sus indiscutibles méritos literarios.

MVLl ha tenido una relación conflictiva con el Perú que no se remonta a los intentos de la dictadura de Fujimori de despojarlo de la ciudadanía. Alguna vez declaró que varias veces había intentado desentenderse del Perú pero que le había sido imposible. En cierta manera, se podría decir que lo inverso fue también verdad; él constituyó siempre para el Perú una especie de presencia incómoda no solo para la izquierda sino también para la derecha, a la que no pinta precisamente con los mejores colores en El pez en el agua, el libro que recoge sus experiencias como candidato presidencial en las elecciones de 1990. Un problema de partida en esa campaña electoral radicaba en que AP y el PPC, sus aliados en el Fredemo, constituían la más cabal representación de la “derecha tradicional” a la que él descalificaba en cada uno de sus discursos presidenciales. 

Pero la desilusión de MVLl tuvo causas más profundas, de aquellas que comprometen la fe en las personas. Es arquetípico el caso de su paisano Enrique Chirinos: inicialmente un entusiasta adherente de su candidatura y un feroz detractor de su rival, Fujimori, que luego se convirtió en un fujimorista furibundo en cuanto este ganó las elecciones, una experiencia común a muchos otros integrantes de esa derecha en la que MVLl había confiado. La caricatura literaria plasmada en el personaje de Henry Chirinos, “el constitucionalista beodo” de La fiesta del Chivo, constituye la más cabal representación de la impresión que le dejó encabezar una cruzada con lo que él creyó era una derecha moderna, democrática y liberal.

La relación entre MVLl y el Perú ha sido accidentada y pasionalmente ambivalente: una suerte de amor-odio generosamente correspondido desde su temprana afiliación izquierdista, cuando radicando en París, a mediados de los 60, promovió una carta de solidaridad internacional con los guerrilleros del MIR y el ELN que se alzaron en la selva peruana, pasando por su ruptura con la revolución cubana –luego del caso Padilla– y su posterior abandono de esta causa (todavía a comienzos de los años 70 escribía: “aprieto los dientes y digo socialismo”), para arribar al liberalismo social y económico que se convirtió en la nueva divisa a la que se afilió con la misma pasión vital con la que siempre abraza sus compromisos políticos e intelectuales. Me pregunto si, de ser MVLl limeño y no arequipeño, lo tendríamos con esa vena apasionada que siempre pone en opciones, sean cuales estas sean. Por eso es conmovedora la frase con la que ha definido su relación con su país: “Soy Perú”.

Aquietadas las pasiones sobrevino el tiempo de la reconciliación. Antes del Nobel, MVLl ha recibido todos (o casi todos) los homenajes que se le podían conceder en el Perú. Me enorgullece especialmente que mi universidad, la Católica, le otorgara un doctorado honoris causa que lo convirtió en miembro de nuestro claustro. Signo de los tiempos: que él visitara San Marcos hace años fue noticia, que lo hiciera ahora no tendría nada de llamativo, y es de alegrarse de que así sea.

Aparte del placer y del enriquecimiento personal que me han brindado sus libros (me sumo a los rankings anotando como mis favoritos Conversación en La Catedral y La guerra del fin del mundo) hace tiempo MVLl me brindó la gran lección de que la calidad literaria no tiene relación con las opciones políticas. Me enseñó asimismo a matizar mi visión de la derecha, reconociendo su admirable defensa de los DDHH y su oposición a las dictaduras, sin que comparta otras posiciones suyas, como la defensa de la invasión de EEUU a Irak, o un liberalismo económico indiscriminado, del que el propio gobierno USA ha tomado distancia al enfrentar la crisis mundial con un programa de nacionalizaciones que Lenin habría envidiado.
Luego de las deudas acumuladas que le tenemos, nos queda añadir el agradecimiento a MVLl por este Nobel que nos enorgullece a todos.

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